Desde los inicios, Don Orione pensó en la Pequeña Obra de la Divina Providencia, como una planta única con diversas ramas, corriente de agua viva que se derrama en muchos canales, una familia unida en Cristo.
Para eso fundó una congregación de Religiosos, los Hijos de la Divina Providencia, y otra de Religiosas, las Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad. Pero también creyó en los laicos, y los consideró parte fundamental de esta familia.
De ese modo, Religiosos y Laicos orionitas, aunque desde vocaciones distintas, están llamados a dar vida al mismo carisma del Fundador en las nuevas circunstancias históricas. “¿Son tiempos nuevos? Fuera los miedos. No dudemos. Lancémonos en las formas nuevas, en los nuevos métodos… No nos fosilicemos: basta conseguir sembrar, basta poder arar a Jesucristo en la sociedad y fecundarla de Cristo”, decía Don Orione con suma convicción.
Don Orione creyó en los laicos, pensó en los laicos como parte importante de su familia. Basta leer y releer la carta que escribió a las Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad sobre la colaboración de los laicos en el Pequeño Cottolengo de Génova. Rescato algunos trozos sueltos: “En cierto momento, como le pasó a S. Vicente de Paúl y al mismo beato Cottolengo, ya no basta el servicio de las personas que trabajan en instituciones de caridad – como ésta en la que nos hemos embarcado nosotros en Génova, en nombre de la Divina Providencia y confiados en ella – y, por más religiosas que tuviéramos, o nunca serían suficientes o, por otros motivos válidos que sería largo enumerar, tendríamos que tener siempre otras personas, incluso no religiosas, pero de buen espíritu y también –Dios lo quiera- de buena familia, es decir, de buena educación, para que nos ayuden y hagan, dentro y fuera, lo que nosotros ya no podemos hacer, ya sea porque por diversas razones no es conveniente que lo hagamos o bien porque no sabemos hacerlo. Y, entonces, si estáis solas vosotras, se resentirá el ministerio de la Caridad y sufrirán los pobres de Jesucristo…Hay muchas almas buenas, tanto en los sectores humildes, o sea del pueblo de Génova, como entre las señoras ricas, a las que bastará confortarlas un poco, animarlas y alentarlas a que vengan a ayudar al Cottolengo, a hacer el bien y, en fin, a interesarse y trabajar en casa y afuera, para formar con ellos una categoría de ayudantes suplementarios, que asuman por turno algunos cargos en la Casa y afuera; y muchas terminarán siendo hermanas vuestras y hasta auténticas religiosas. Hay muchas que sólo esperan que se les dé un empujón.
La comunión entre Religiosos y Laicos se construye y se expresa en la misión compartida de transformar el mundo según el Evangelio. Se enriquece a través de espacios de pertenencia y participación; se acrecienta en una corresponsabilidad en el servicio cada vez mayor.
No pocos laicos trabajan en las iniciativas orionitas de acción social y eclesial. Algunos, desde un profundo sentido cristiano, mientras que otros, más que por motivación religiosa, lo hacen por razones humanitarias, poniendo al servicio todo su esfuerzo y capacidad profesional.
Otros tantos laicos, en sintonía con la espiritualidad del Fundador, están presentes en otros ambientes, mediante diferentes formas de compromiso.
Por último, están aquellos que se acercan a la Obra para colaborar, visitar, o asumir alguna forma de voluntariado, cosas que ya en su tiempo, Don Orione valoraba: “Cuántos hay que estarían muy felices de poder consagrar al Pequeño Cottolengo algunas horas de la semana –adentro y afuera sea para el Cottolengo, o sirviendo a nuestros enfermos en Casa o buscando ayuda afuera…”