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Pido humildemente, pero con confianza grande y filial, a la Santa Virgen que los asista y conforte, y los libre de todo desaliento. El desánimo nos hace experimentar nuestra miseria, permite conocernos y reconocer que tenemos necesidad de Dios. Bajo este aspecto tiene su parte de bien pero sólo en cuanto a hacernos sentir que la única fuente de la fuerza es Dios.
Estamos todos en las manos del Señor: queremos amar y servir al Señor, y que se cumpla en nosotros su santa voluntad, sostenidos por su gracia y confiando en ella, de rodillas a los pies de María Ssma., nuestra gran Madre consoladora, pero también y siempre a los pies de la Santa Iglesia, Madre de nuestra fe y de nuestras almas. ¿Qué tenemos que temer? El Señor está siempre cerca de los que lo aman, de los que desean amarlo y servirlo con una fidelidad cada vez mayor, estando sanos o enfermos, como buenos soldados de Cristo, y quieren, con Jesús y por Jesús, vivir y trabajar en santo amor de caridad, de sufrimientos, de consumación de nosotros mismos, hostia divina, holocausto divino en la voluntad de Dios, en la caridad de Jesucristo.
Esto agrada a Jesús: vivir muriendo y trabajar sufriendo e inmolándose por el Papa, por la Iglesia, por la santificación del clero, por las almas, por la conversión de los pecadores, por la conversión de los infieles, por la paz del mundo, por quien llora, por quien sufre las injusticias humanas, por todos, por todos: para vencer el mal con el bien! Para gloria de Dios!
Hijos míos, el Señor está cerca de ustedes; está cerca de todos los que lo aman, que desean amarlo. Está cerca y tiene en cuenta todos los sufrimientos físicos y morales que ustedes están padeciendo; y pone todas sus penas en las manos maternales de la Santa Virgen, la cual quita sus defectos, la escoria de sus debilidades, sus deficiencias, y ofrece a Jesús sus sufrimientos en reparación nuestra y de los hermanos, para la salvación de miles y miles de almas, cada día y a toda hora, y por las almas que sufren y expían allá en el segundo reino, anhelando entrar en el Corazón de N. Señor.
Animo, queridos hijos! Alégrense de sufrir: están sufriendo con Jesús Crucificado y con la Iglesia; no pueden hacer nada más agradable al Señor y a la Santísima Virgen; estén contentos de sufrir y dar la vida por amor a Jesucristo.
Que les sirva de aliento el ejemplo de Jesús, María Santísima y los santos. Bienaventurados los que sufren algo, los que padecen en el espíritu y en el cuerpo, en nombre y por amor a Jesucristo!
En Lettere di Don Orione, II, pp. 538 ss. La carta, escrita el 14 de octubre de 1939 a dos jóvenes clérigos internados en un sanatorio, contiene palabras de ternura y consuelo, y de esperanza y confianza en Dios.