Don Luis Orione se nos presenta como una maravillosa y genial
expresión de la caridad cristiana.
Es
imposible sintetizar en pocas frases la vida azarosa y a veces dramática de
aquel que se definió, humilde pero sabiamente, "el changarín de Dios". Pero
podemos decir que fue ciertamente una de las personalidades más eminentes de
este siglo por su fe cristiana, profesada abiertamente, y por su caridad vivida
heroicamente. Fue sacerdote de Cristo total y gozosamente, recorriendo Italia y
América Latina, consagrando la propia vida a los que sufren más, a causa de la
desgracia, de la miseria, de la perversidad humana. Baste recordar su activa
presencia entre los damnificados por el terremoto de Messina y La Mársica. Pobre
entre los pobres, impulsado por el amor de Cristo y de los hermanos más
necesitados, fundó la Pequeña Obra de la Divina Providencia, las Pequeñas
Hermanas Misioneras de la Caridad y, luego, las Sacramentinas ciegas y los
Eremitas de San Alberto.
Abrió también otras casas en Polonia (1923), en los Estados Unidos
(1934) y en Inglaterra (1936), con verdadero espíritu ecuménico. Después quiso
concretar visiblemente su amor a María, erigiendo en Tortona el grandioso
santuario de la Virgen de la Guardia. Me resulta conmovedor pensar que Don
Orione tuvo siempre una predilección particular por Polonia y sufrió
inmensamente cuando mi querida patria, en septiembre de 1939, fue invadida y
destrozada. Sé que la bandera polaca blanca y roja, que en aquellos trágicos
días llevó triunfalmente en procesión al santuario de la Virgen, está colgada
todavía en la pared de su pobrísima habitación de Tortona: ¡Allí la quiso él
mismo! Y en el último saludo que pronunció la tarde del 8 de marzo de 1940,
antes de trasladarse a San Remo, donde moriría, dice también: "Amo tanto a los
polacos. Los he amado desde chico; los he amado siempre... Amen siempre a estos
hermanos nuestros". El secreto y la genialidad de Don Orione brotan de su vida,
tan intensa y dinámica: ¡Se dejó conducir sólo y siempre por la lógica precisa
del amor! Amor intenso y total a Dios, a Cristo a María, a la Iglesia, al Papa,
y amor igualmente absoluto al hombre, a todo el hombre, alma y cuerpo, y a todos
los hombres, humildes y sabios, santos y pecadores, con particular bondad y
ternura para con los que sufrían, los marginados, los
desesperados.
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Así enunciaba su programa de acción: "Nuestra política es la caridad
grande y divina que hace el bien a todos. Que sea nuestra política la del
"Padrenuestro". Nosotros sólo miramos a salvar almas. ¡Almas y almas! Esta es
toda nuestra vida; éste es nuestro grito y nuestro programa: ¡toda nuestra alma
y todo nuestro corazón!" Y exclamaba así con acentos líricos: ¡Cristo lleva en
su corazón a la Iglesia y en su mano las lágrimas y la sangre de los pobres: la
causa de los afligidos, de los oprimidos, de las viudas, de los huérfanos, de
los humildes, de los rechazados: detrás de Cristo se abren nuevos cielos: es
como la aurora del triunfo de Dios! ".
Tuvo el
temple y el corazón del apóstol Pablo, tierno y sensible hasta las lágrimas,
infatigable y animoso hasta la intrepidez, tenaz y dinámico hasta el heroísmo,
afrontando peligros de todo género, tratando a las altas personalidades de la
política y de la cultura, iluminando a hombres sin fe, convirtiendo a pecadores,
siempre recogido en continua y confiada oración, acompañada a veces de terribles
penitencias. Un año antes de la muerte, había sintetizado así el programa
esencial de su vida: "Sufrir, callar, orar, amar, crucificarse y adorar". Dios
es admirable en sus Santos y Don Orione es para todos ejemplo luminoso y
consuelo en la fe.
Mantengan el espíritu del fundador
"El espíritu
del Beato Don Orione invada sus almas, las sacuda, las haga vibrar con santos
proyectos, las lance hacia los sublimes ideales que él mismo vivió con heroica
constancia".
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FUENTE: BLOG : LO QUE YO RECIBI, DEL PADRE FACUNDO MELA fdp |
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