Con
motivo del 25 aniversario de la Encíclica de san Juan Pablo II Ut unum sint, el
Papa Francisco ha enviado una carta al presidente del Pontificio Consejo para
la Promoción de la Unidad de los Cristianos, el cardenal Kurt Koch.
La
Encíclica Ut unum sint sobre ecumenismo fue publicada por Juan Pablo en 1995 y
constituye un llamamiento para lograr la unidad de los cristianos, como
respuesta a la propia oración de Jesús por la unidad de los discípulos: “¡Qué
todos sean uno!”.
En
su misiva, el Santo Padre expone que esta Encíclica del papa polaco “confirmó
‘de modo irreversible’ (UUS, 3) el compromiso ecuménico de la Iglesia Católica”
y la publicó en la Solemnidad de la Ascensión del Señor, “colocándola bajo el
signo del Espíritu Santo, el artífice de la unidad en la diversidad, y en este
mismo contexto litúrgico y espiritual la conmemoramos y proponemos al Pueblo de
Dios”.
Unidad,
don del Espíritu
En
este sentido, Francisco señala que “la unidad no es principalmente el resultado
de nuestra acción, sino que es don del Espíritu Santo. Sin embargo, esta ‘no
vendrá como un milagro al final: la unidad viene en el camino, la construye el
Espíritu Santo en el camino’ (Homilía en las vísperas, San Pablo extramuros, 25
enero 2014)”.
El
Pontífice da gracias a Dios “por el camino que nos ha permitido recorrer como
cristianos en busca de la comunión plena”, consciente de que “podríamos y
deberíamos esforzarnos más”.
En
particular, en Pontífice anuncia en esa misiva dos iniciativas recientes del
Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos: La primera es un
“Vademécum ecuménico para obispos, que se publicará el próximo otoño como
estímulo y guía para el ejercicio de sus responsabilidades ecuménicas”. En
segundo lugar, Francisco presenta la revista Acta Œcumenica, que, “en la
renovación del Servicio de Información del Dicasterio, se propone como un
subsidio para quienes trabajan para el servicio de la unidad”.
Publicamos
a continuación la carta completa del Papa con motivo del aniversario de la
Encíclica Ut unum sint.
Carta
del Santo Padre
Cardenal
KURT KOCH
Presidente
del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos
Mañana
se cumplen veinticinco años de la firma por parte de san Juan Pablo II de la
Carta encíclica Ut unum sint. Con la mirada puesta en el horizonte del Jubileo
de 2000, quería que la Iglesia, en su camino hacia el tercer milenio, tuviera
en cuenta la oración insistente de su Maestro y Señor: “¡Que todos sean uno!”
(cf. Jn 17,21). Por ello, escribió esa Encíclica que confirmó “de modo
irreversible” (UUS, 3) el compromiso ecuménico de la Iglesia Católica. La
publicó en la Solemnidad de la Ascensión del Señor, colocándola bajo el signo
del Espíritu Santo, el artífice de la unidad en la diversidad, y en este mismo
contexto litúrgico y espiritual la conmemoramos y proponemos al Pueblo de Dios.
El
Concilio Vaticano II reconoció que el movimiento para el restablecimiento de la
unidad de todos los cristianos “ha surgido [...] con ayuda de la gracia del
Espíritu Santo” (Unitatis redintegratio, 1). También afirmó que el Espíritu,
mientras “obra la distribución de gracias y servicios”, es “el principio de la
unidad de la Iglesia” (ibíd., 2). Y la Encíclica Ut unum sint reitera que “la
legítima diversidad no se opone de ningún modo a la unidad de la Iglesia, sino
que por el contrario aumenta su honor y contribuye no poco al cumplimiento de
su misión” (n. 50). De hecho, “solo el Espíritu Santo puede suscitar la
diversidad, la multiplicidad y, al mismo tiempo, producir la unidad. [...] Es
él el que armoniza la Iglesia”. Me viene a la mente aquella bella palabra de
san Basilio, el Grande: “Ipse harmonia est, él mismo es la armonía” (Homilía en
la catedral católica del Espíritu Santo, Estambul, 29 noviembre 2014).
En
este aniversario, doy gracias al Señor por el camino que nos ha permitido
recorrer como cristianos en busca de la comunión plena. Yo también comparto la
sana impaciencia de aquellos que a veces piensan que podríamos y deberíamos
esforzarnos más. Sin embargo, no debemos dejar de confiar y de agradecer: se
han dado muchos pasos en estas décadas para sanar heridas seculares y
milenarias; ha crecido el conocimiento y la estima mutua, favoreciendo la
superación de prejuicios arraigados; se ha desarrollado el diálogo teológico y
el de la caridad, así como diversas formas de colaboración en el diálogo de la
vida, en el ámbito de la pastoral y cultural. En este momento, pienso en mis
queridos Hermanos que presiden las diversas Iglesias y Comunidades Cristianas;
y también en todos los hermanos y hermanas de todas las tradiciones cristianas
que son nuestros compañeros de viaje. Al igual que los discípulos de Emaús,
podemos sentir la presencia del Cristo resucitado que camina a nuestro lado y
nos explica las Escrituras, y reconocerlo en la fracción del pan, en la espera
de compartir juntos la mesa eucarística.
Renuevo
mi agradecimiento a todos los que han trabajado y siguen haciéndolo en ese
Dicasterio para mantener viva la conciencia de este objetivo irrenunciable
dentro de la Iglesia. En particular, me complace acoger dos iniciativas
recientes. La primera es un Vademécum ecuménico para obispos, que se publicará
el próximo otoño como estímulo y guía para el ejercicio de sus
responsabilidades ecuménicas. En efecto, el servicio de la unidad es un aspecto
esencial de la misión del obispo, quien es “el principio fundamento perpetuo y
visible de unidad” en su Iglesia particular (Lumen gentium, 23; cf. CIC 383§3;
CCEO 902-908). La segunda iniciativa es la presentación de la revista Acta
Œcumenica, que, en la renovación del Servicio de Información del Dicasterio, se
propone como un subsidio para quienes trabajan para el servicio de la unidad.
En
el camino hacia la comunión plena es importante recordar el trayecto recorrido,
pero también se necesita escudriñar el horizonte con la encíclica Ut unum sint,
preguntándose: “Quanta est nobis via?” (n. 77), “¿cuánto camino nos separa
todavía?”. Algo es cierto, la unidad no es principalmente el resultado de
nuestra acción, sino que es don del Espíritu Santo. Sin embargo, esta “no
vendrá como un milagro al final: la unidad viene en el camino, la construye el
Espíritu Santo en el camino” (Homilía en las vísperas, San Pablo extramuros, 25
enero 2014). Por lo tanto, invoquemos al Espíritu con confianza, para que guíe
nuestros pasos y cada uno escuche con renovado vigor el llamado a trabajar por
la causa ecuménica; que Él inspire nuevos gestos proféticos y fortalezca la
caridad fraterna entre todos los discípulos de Cristo, “para que el mundo crea”
(Jn 17,21) y se acreciente la alabanza al Padre que está en el Cielo.
Vaticano,
24 de mayo de 2020
FRANCISCO
INFO:
es.zenit.org
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