¿Cómo se comportó Don Orione frente al régimen fascista?
Don Orione en los diversos ambientes históricos y culturales, tanto en Italia como en América Latina, fue de fácil diálogo y abierta colaboración, pero siguió su camino de santo, de amante de la Iglesia y de los pobres.
Yo diría que se deben evitar los juicios claros sobre ï Don Orione antifascista o, al revés, ¡Don Orione fascista ¡. No estaba allí ni lo otro o si se prefiere eran las dos cosas a la vez, porque el centro de su pensamiento estaba en otra parte: el ministerio sacerdotal, los intereses de la Iglesia, el servicio a los pobres.
Incluso durante el período fascista, del que no vio el final, Don Orione supo cultivar relaciones personales con los protagonistas individuales. Esto sucedió en particular con protagonistas como De Vecchi de Val Cismon, Ferruccio Lantini, Luigi Federzoni, así como con aquellos exponentes católicos más cercanos al fascismo como Antonio Boggiano Pico y Stefano Cavazzoni.
Don Orione aceptó el principio de autoridad, las manifestaciones de respeto a la Iglesia y también a la Patria, aunque a veces explotadas en el clima fascista. Sin embargo, también supo distanciarse, decir no, renunciando a las ventajas en nombre de la “política del Padre Nuestro”, que comprometía la conciencia y la acción con valores humanos, religiosos y sociales inalienables.
Me parece emblemática la actitud de don Orione durante el fascismo la observación, hecha el 7 de diciembre de 1933, a sus hermanos y clérigos: ï Otro es el Estado, otra es la Patria. ¡A veces esta diferencia se hace tan evidente que es necesario oponerse al Estado precisamente porque se ama a la patria!
También es válido frente al ï Estatus actual y la actual ideología dominante.
Desde su amistad con los modernistas a la política del Pater noster, la única eficaz. Desde los comienzos en Tortona a los viajes a Latinoamérica. Algunos episodios de la vida de san Luis Orione que revelan su atractivo
por Stefania Falasca 30 Giorni
Es imposible estar lejos de alguien así. Y digámoslo
en seguida: para adoptar su manera de ser, sus gestos inconfundibles, habría
que ser él, don Luis Orione… es decir, algo único, providencial y, sobre todo,
imprevisible. Sí, también imprevisible, porque quizá nunca lo imprevisible hizo
tan buenas migas con la santidad como en este hombre. Mejor dicho, eran una
única cosa. Por lo demás, toda su larga vida, desde el 23 de junio de 1872
hasta el 12 de marzo de 1940, estuvo caracterizada por lo inesperado: un amor
abierto de historias imprevistas, circunstancias y grandes obras, una mezcla
continua y sorprendente de pontífices y maleantes, hombres de Estado y pobres
miserables, ermitaños, políticos y desheredados, literatos, huérfanos, santos.
Ni siquiera el escritor más hábil lograría contarlo todo contemporáneamente.
Debería seguirle por un camino y, en un momento determinado, volver atrás para
tomar el otro y luego otro. Mientras que nuestro protagonista los recorre todos
juntos, sin preocuparse de saber adónde van a parar. Con él la pluma llega
siempre tarde y la página se queda corta, siempre hay algo que se queda fuera.
Y no son solamente fragmentos. Es una vida que se desborda continuamente y que
lo ve como «mozo de cuerda de la Providencia» abriendo puertas de par en par,
dejándose provocar por la realidad, leyendo y anticipando los tiempos con
formidable intuición. Muchos trataron de meterlo en cintura. Se tuvieron que
rendir al “loco de Dios”. «Una de
las personalidades más originales y eminentes del siglo XX». El escritor
Douglas Hyde, ateo convertido, en su conocida biografía lo define «el bandido de Dios» y «genio de la caridad» sobre todo porque
hizo obras maestras sin darse cuenta. Lo que es seguro es que este cura bajito,
que «tenía el temple y el corazón del apóstol Pablo, impulsivo y tenaz, tierno
y sensible hasta las lágrimas, infatigable y valiente hasta la osadía», tuvo el
don de iluminar a hombres sin fe. Alguien ha dicho que incluso lograba conmover
y hacer llorar a los curas. Al parecer es algo bastante difícil. También este
milagro acompañaba la predicación de don Orione. No nos queda, pues, más que
intentar seguirle por los caminos de lo imprevisto y pedir que salga a nuestro
encuentro, acercarnos y dejarnos confortar por el calor de su caridad.
En la foto:Don Orione con Umberto Terenzi (el primero
de la izquierda) en el santuario romano del Divino Amor; debajo, con el
cardenal Ildefonso Schuster durante la ceremonia de colocación de la primera
piedra de los nuevos pabellones del Pequeño Cottolengo milanés, en septiembre
de 1938
No hay comentarios:
Publicar un comentario