La Virgen de Lourdes es una de las advocaciones de la Virgen María más veneradas del mundo entero.
Su historia comienza el 11 de febrero de 1858 en Lourdes, Francia, cuando Bernadette Soubirous fue a recoger leña y vio a una señora muy hermosa en una gruta. Vio a una mujer vestida de blanco, con los pies descalzos y una rosa dorada encima de cada uno. En la cintura tenía una cinta azul ancha. En las manos, juntas y posición de oración, llevaba un rosario.
En una de las muchas apariciones de la Virgen a Bernadette, la Señora le dijo "Soy la Inmaculada Concepción", la doctrina de sensus fidelium que acababa de ser aprobada por el Papa Pío IX solo tres años antes de la aparición, y que no era posible que Bernadette conociera. Esto le probó al mundo la historia de Bernadette y dio validez a la historia de la Virgen de Lourdes y sus apariciones
Madre de Dios y Madre nuestra!
Llenos de aflicción y con lágrimas fluyendo de los ojos,
acudimos en las horas amargas de la enfermedad a tu maternal corazón,
para pedirte que derrames a manos llenas
el tesoro de tu misericordia sobre nosotros.
Indignos somos por nuestros pecados de que nos escuches:
pero acuérdate de que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a Ti
haya sido abandonado.
¡Madre tierna! ¡Madre bondadosa! ¡Madre dulcísima!
Ya que Dios obra por tu mano curaciones innumerables en la Gruta prodigiosa de Lourdes,
sanando tantas víctimas del dolor,
guarda también una mirada de bendición para nuestro pobre enfermo…(dígase el nombre del enfermo/a).
Alcánzale de tu Divino Hijo Jesucristo la deseada salud,
si ha de ser para mayor gloria de Dios.
Pero mucho más, alcánzanos a todos el perdón de nuestros pecados,
paciencia y resignación en los sufrimientos
y sobre todo un amor grande y eterno a nuestro Dios,
prisionero por nosotros en los Sagrarios.
Amén.
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