No se puede, no se debe tolerar a aquellos que no manifiestan un buen espíritu.
También el Santo Padre lo dijo hace algún tiempo y lo ha repetido hace algunos
meses a una respetabilísima orden, y orden que goza de gran prestigio en la Iglesia: “Cortad aquellas ramas que no son vitales...” y ha dicho el santo Padre: “Mejor equivocarse y echar a alguien que podría valer antes que dejar uno que perjudique y sea relajado”.
Y yo esto lo sé por dolorosa experiencia. Y, desde los primeros años de nuestra
Pequeña Obra; deberíais comprobar la sabiduría de este principio.
Tenemos necesidad de un sólido espíritu para no alejarla bendición de Dios de la
casa y de la Congregación y para no cargar la deshonra sobre todos los demás.
(...) Recomiendo sintonizar con la encíclica del santo Padre y con las orientaciones, emanadas hace pocos años, sobre la manera de proceder en la
formación de buenos religiosos, y sobre la firmeza con que actuar en la dimisión,
sin piedad equivocada, sin paternalismos, de quienes no ofrecen garantía.
No debemos ser ni abuelos ni abuelas, sino que debemos ser padres y madres y
sobre todo ejecutores de las directrices que vienen de Roma, tanto más cuanto mayor es la unión al Vicario de Jesús en la tierra que muestra nuestra Congregación.
Es necesario no tener a aquellos que no quieren formarse, los duros a doblegarse,
a forjarse, a costa de equivocarnos y echar a quien pudiera valer. Alejar, alejar.
Mejor perder alguna vocación antes que permanezca en la Congregación quien
ofenda al Señor, quien no observe los santos votos, quien no sea observante de las santas Reglas, quien no sea un religioso digno. Yo me he extendido hasta donde he creído conveniente deciros, esta mañana, antes de recibir los santos votos. He sentido el gran deber de conciencia de deciros estas cosas, porque pretendo alejar el peligro de que esta Congregación nacida de la Divina Providencia y sostenida por María Santísima no vaya a dar frutos de vida eterna, que es el fin para el que la misericordia de Dios y su providencia la han hecho nacer...
Todos nosotros hemos venido a esta Congregación para vivir en una familia fervorosa y observante. Si fuese únicamente para entrar, para encontrarnos en una Congregación relajada, pienso que ni yo, ni tampoco ninguno de vosotros habría venido.
Florecen las congregaciones que mantienen el espíritu de la fundación, el espíritu de oración, de humildad, de pureza, con el que nacieron. Aquellas congregaciones que se tambalean, que se van enfriando, que se van abandonando, que se van relajando, finalmente van a morir... Y desgraciadamente, vemos que Congregaciones antes muy florecientes han quedado con pocos miembros o han
sido abolidas del todo por la Iglesia.
El Señor bendice a aquellos que son buenos religiosos, aquellos que viven la profesión religiosa y no a aquellos que, hecha la profesión religiosa, practican una
virtud que no es religiosa.
<<...Recemos al Señor “ut mittat operarios in messem suam”, que envíe buenos
y celosos sacerdotes a su mies, buenos clérigos a los seminarios, buenos laicos a los barrios; jóvenes y hombres deseosos de abandonar el mundo, llenos de fe y
fortaleza y amantes del trabajo para su santificación.
Pero que sean de buen espíritu. Que sean de buen espíritu o que no vengan; de
lo contrario habría el “multiplicasti gentem et non magnificasti laetitiam”; multiplicaremos el número, pero no creceremos para la gloria divina, y en lugar de
edificar, destruiremos, porque Dios no estará con nosotros, y en lugar de cumplir
los designios de la Divina Providencia, los arruinaremos, con grave daño del alma
de nuestros prójimos y de nuestras propias almas.
Lo repito: es preferible que no exista la Obra de la Divina Providencia, antes que
acoger en ella personas que no vivan de un gran amor de Jesús, de la Virgen
Santísima, del Papa y de las almas...
Fuente: El Espíritu de Don Orione, Vol I
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