Juan Pablo II, en Vida consecrata 45, afirma explícitamente que “Para presentar a la humanidad de hoy su verdadero rostro, la Iglesia tiene urgente necesidad de semejantes comunidades fraternas. Su misma existencia representa una contribución a la nueva evangelización, puesto que muestran de manera fehaciente y concreta los frutos del «mandamiento nuevo».
Es la característica que tiene que inspirar nuestro compromiso misionero. Sobre la vida comunitaria ha insistido mucho nuestro último Capítulo General.
Es en Vida fraterna en comunidad [VFC] que el tema es tratado muy relacionado a situaciones y a los valores de la misión de los religiosos.
" Al mismo tiempo que el Señor envía a sus discípulos a predicar el Evangelio a toda criatura (cf Mt 28,19-20), los llama a vivir unidos «para que el mundo crea» que Jesús es el enviado del Padre, al que se debe prestar la plena adhesión de la fe (Jn 17,21). El signo de la fraternidad es, por lo mismo, sumamente importante, porque es el signo que muestra el origen divino del mensaje cristiano y posee la fuerza para abrir los corazones a la fe. Por eso «toda la fecundidad de la vida religiosa depende de la calidad de la vida fraterna en común»" (n.54).
“La Iglesia valora tanto la vida fraterna de las comunidades religiosas. Cuanto más intenso es el amor fraterno, mayor es la credibilidad del mensaje anunciado y mejor se percibe el corazón del misterio de la Iglesia … La vida fraterna, sin serlo «todo» en la misión de la comunidad religiosa, es un elemento esencial de la misma. La vida fraterna es tan importante como la acción apostólica. No es lícito, pues, invocar las necesidades del servicio apostólico para admitir o justificar comunidades mediocres." (n.55).
Son pensamientos claros e incisivos. En la misión de la Iglesia a los religiosos algo es preguntado de específico. VFC 66: “La vida fraterna en común tiene un valor especial en los territorios de misión "ad gentes", porque demuestra al mundo, sobre todo no cristiano, la «novedad» del cristianismo; o sea, la caridad que es capaz de superar las divisiones creadas por toda raza, color y tribu... Pero no pocas veces, es precisamente en los territorios de misión donde se encuentran notables dificultades prácticas para formar comunidades religiosas estables y consistentes. Mencionadas otras razones que pueden obstaculizar la vida comunitaria, concluye: “Lo importante es que los miembros del instituto sean conscientes del carácter excepcional de estas situaciones, cultiven la comunicación frecuente entre sí, faciliten encuentros comunitarios y, cuanto antes, se formen comunidades religiosas fraternas con un vigoroso sentido misionero, a fin de que se pueda ofrecer el signo misionero por excelencia: «Que todos sean uno, para que el mundo crea» (Jn 17,21).
En dos textos de Juan Pablo II dirigidos a la Familia orionina.
El primero es del 1987: "vuestro Instituto está mostrando una fervorosa vitalidad, llena de promesas, y alabo de ello el señor que en ustedes manifiesta su potencia". Entre estas señales de "vitalidad", el Papa luego indicó el "fortalecimiento del impulso misionero". [3]
Seis años después: "Vuestra Obra, que va ampliando sus tiendas misioneras en cada continente, conserve siempre el espíritu de los orígenes. Sea siempre como el Fundador la quiso: una familia humilde, alegre, completamente dedicada al servicio de los pobres, para unir estrechamente a todos, con amor dulcísimo, a Cristo en la Iglesia. Los acompañe en tal misión la materna ayuda de María, "Madre" y celeste fundadora de vuestra Congregación, como amaba repetir a Don Orione". [4]
[1] En el Angelus del 2.10.2005.
[2] Homilía en la Parroquiia de Ognissanti, Roma, 3.3.1991. Hermosa y sintética es también otra expresión: “Don Orione quizo hacer de Cristo el corazón del mundo después de haber hecho de aquél, el corazón de su corazón”; Carta en el 50° de la muerte de Don Orione, 12.3.1990.
[3] Al IX Capítulo General FDP, 20.5.1987.
[4] Al IX Capítulo General FDP, 16.5.1992.
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