Por Prof. Fernanda Coronel, Grupo de Estudios Orionitas (GEO), para Revista Don Orione. - Primera entrega
Cuando uno sueña se mezclan la esperanza y el tiempo, el corazón y la libertad, Dios y nosotros.... Y si el que sueña es Don Orione, María siempre está. Lo que anhela el corazón busca hacerse realidad, imaginando creativamente la voluntad de Dios transformada en obra.
Don Orione fue un hombre soñador y creativo, que se jugó por hacer realidad la voluntad de Dios, la que fue su mayor sueño. Don Orione soñaba cuando miraba los ojos de los que sufren y veía en ellos el rostro de Cristo, entonces soñaba más despierto que nunca con salvarlos.
Los orionitas nos preparamos para celebrar cómo se hizo realidad el sueño misionero de Don Orione en nuestra Argentina. La llegada de Don Orione a nuestro país (1921) comenzó con el sueño misionero conocido en la Familia Orionita como “el sueño del manto azul”. Ese sueño pintado con lágrimas de mucho dolor ante el cierre del primer oratorio “San Luis”, donde el por entonces joven seminarista Luis Orione temía por el futuro de sus muchachos y al dormirse ve en el cielo a la Virgen María con el niño Jesús en brazos, que con su manto azul abrigaba y protegía maternalmente a personas de diferentes razas y edades. Manto que parecía ampliarse hasta hacer desaparecer todo límite y frontera.
Luis Orione se despierta luego de ese sueño con más fuerza espiritual, dispuesto a seguir adelante sabiendo que María lo protegía a él y a los suyos. Con el tiempo interpretó que este sueño era un sueño misionero. Había que ir en busca de esos hijos de María que estaban bajo su manto celestial dispersos por el mundo, esperando experimentar el encuentro con Jesús de la mano de la Madre de Dios.
Cuando Luis Orione estuvo en el oratorio de Don Bosco, soñaba despierto con cruzar el mar y salvar almas. Siempre su corazón experimentó un amor desmesurado; no conocía fronteras porque era un misionero a quien la caridad de Cristo no lo dejaba descansar (cf. 2 Cor 5,14) y lo impulsaba a ir mar adentro. Solo anhelaba llevar de la mano a los más “pequeños” hasta el corazón de Jesús.
Historia de una aventura misionera
Desde 1913 los religiosos orionitas misioneros habían llegado a Brasil y las necesidades de refuerzos resonaban en Don Orione con insistencia. Por eso en 1914 envió un llamado a todos sus hijos diciendo: “¡Necesito hijos santos!”, por medio de una carta conmovedora que contagiaba pasión misionera, que llamaba a jugarse la vida entera. En 1918 había decidido él mismo partir hacia Sudamérica, pero por algunos problemas de salud y otros motivos de peso no lo pudo concretar. Entonces en 1920 envió más refuerzos, pero anhelaba llegar personalmente a América. Los pedidos crecían desde Brasil y Don Orione comprendió que era el tiempo de preparar a la Congregación para su partida misionera.
El padre Sterpi quedó como director y Don Orione se despidió de los suyos en Italia diciendo: “Solo con la caridad de Jesucristo se salvará el mundo... que entre ustedes mis queridos hijos, reine esa grande, suave y divina caridad que siempre los hizo un solo corazón y un solo espíritu”. Palabras que son una herencia espiritual, una fuente donde ir a buscar nuestra identidad orionita: Jesucristo... Caridad... Salvar... Unidad... Ellas expresan que los orionitas estamos para llevar a Jesús a los pequeños, sirviendo a nuestra Madre la Iglesia con humildad y alegría.
El 4 de agosto se embarcó en Génova y luego de pasar un día por España se encontró en el océano rumbo a Latinoamérica. Durante el viaje se maravilló con la belleza de las estrellas y la inmensidad de las aguas. Mientras todos dormían el contemplaba y rezaba, no se cansaba de agradecer a Dios haberlo elegido para esta aventura.
Durante su viaje se celebraba la fiesta de la Asunción de María (15 de agosto), entonces pensó en la belleza de la Madre de Dios, sobre todo en su humildad y pureza. Y recordó el sueño de su juventud y los rostros de diferentes colores y razas bajo el manto de la Virgen... En el horizonte, el 19 de agosto ya se veía Brasil. Al día siguiente celebró su primera misa en el “nuevo mundo”. En sus ojos brillantes podía leerse lo que guardaba su corazón: “Estamos en Brasil por y para los pobres”. Se conmovía al ver tanta necesidad del pueblo.
acían falta sacerdotes para bautizar a los niños, asistir a los enfermos, guiar a los jóvenes. Entonces escribió al padre Sterpi pidiendo refuerzos, pero no llegaban... las necesidades de la Congregación en Italia también eran muy grandes.
Entre tanto, llega a Don Orione una carta escrita por el secretario de la Nunciatura de Buenos Aires, el P. Maurilio Silvani, quien lo invitaba a la Argentina. El misionero insistía pidiendo hijos santos. Era un clamor hecho plegaria dirigido al cielo, y a la vez una invitación hecha susurro al corazón de sus hermanos. Don Orione sabía con humildad hablarle a Dios y, con ternura, hablarles de Dios a los hombres. Hasta que desde Italia el P. Sterpi respondió diciendo que enviaría a cuatro seminaristas. La aventura misionera seguiría creciendo al ritmo que crecían la caridad y los sueños de Don Orione.
Pronto, muy pronto este sueño y esta aventura misionera de Don Orione se harían realidad y tendrán a la Argentina como protagonista.
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