Tendrá mañana la ciudad de Buenos Aires la dicha de recibir una visita que será memorable para la vida de la beneficencia cristiana. El sacerdote Luis Orione, fundador de la Pequeña Obra de la Divina Providencia, padre de los niños huérfanos y desamparados, llega mañana a la República Argentina, para conocer de cerca nuestro país, a nuestros niños pobres, a los que no tienen un protector, un maestro, un amigo que les instruya...1”
No sabemos quien fue el periodista que describió tan bien al
sacerdote en el artículo del 12 de noviembre de 1921, en el diario
católico “El Pueblo”. Y aunque anunció que venía a conocer a nuestra
Argentina, le faltó decir que aquí se sentiría en su casa y que nuestro
país llegaría a ser la tierra de su corazón.
El domingo 13 de
noviembre, al atardecer, Don Orione desembarca en el puerto de Buenos
Aires. Llegaba un hombre bueno, de 49 años de edad, una persona que no
sabía ir por la vida sin hacer la voluntad de Dios. Un sacerdote
sencillo, alegre, con sus sueños de juventud intactos. Ese sacerdote
será el padre de los “pequeños”, de los desamparados, de los huérfanos
de esos años... Y de los de hoy.
Sí, Don Orione, ese hombre noble e
incansable, el cura de sotana negra gastada en el servicio, llegaba para
enseñarnos que donde parece que nada puede lograrse, con la Providencia
y de la mano de la Virgen María es posible. Que el lugar donde nadie
quiere estar, se puede transformar en el hogar perfecto para los que
decidieron ayudar a Jesús a cargar su cruz. La cruz que nos recuerda que
somos uno y nos enseña que el dolor de mi hermano es también el mío.
Por Prof. Fernanda Coronel, Grupo de Estudios Orionitas (GEO)
1- Diario, “El Pueblo”, 12.11.1921, citado en: Giustozzi, Enzo, Don Orione y América Latina (inédito), nota 121
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