Venerable don Carlos Sterpi
1874-Fidelísimo colaborador y primer sucesor de don
Orione, a un espíritu profundo de santa obediencia y abnegación unió una gran humildad
y caridad.El venerable Don Carlos Sterpi nació en Gavazzana (Alejandría) y
murió en Tortona (Alejandría) el 22 de noviembre de 1951. Los cincuenta años
del piadoso tránsito se festejan en el pueblo natal y en Tortona, donde reposan
los restos mortales en la cripta del Santuario de la Virgen de la Guardia. Fue
el primer sucesor de Don Luis Orione en la dirección de la Pequeña Obra
de la Divina Providencia, de la cual es considerado también como cofundador, no
en el sentido de portador del carisma de fundación, sino en cuanto colaborador
íntimo y determinante de Don Orione, con quien vivió en total y constante
sintonía.De una gran personalidad humana y espiritual, Don Sterpi quiso
identificarse precisamente como “primer discípulo y colaborador de Don Orione”,
cuyos ideales espirituales y grandes aperturas apostólicas tradujo en la
formación y en la organización práctica. Por su parte, Don Orione le manifestó
una estima y afecto muy especiales. Cuando estaba por partir para su primera
visita a América Latina, en 1921, escribió: "Si Dios me dijera: 'Quiero
darte un continuador que sea según tu corazón'”, yo le respondería: 'No te
preocupes, Señor, porque ya me lo has dado en Don Sterpi”. Las palabras
pronunciadas por Don Orione en vísperas de su muerte confirman la amistad
fraterna que los unía: "Son más de cuarenta años que Don Sterpi y yo nos
conocemos y nos queremos realmente mucho".
Carlos Sterpi provenía de una familia de minifundistas
de Gavazzana, muy religiosa y estimada incluso en el ámbito civil. El padre fue
por mucho tiempo alcalde del pueblo. La madre era de ánimo noble y religioso;
cuando supo del deseo del hijo de ser sacerdote le dijo: “Está bien, te doy el
permiso de hacerte sacerdote, pero mira que tienes que ser totalmente de Dios!”.
Cuando entró al seminario de Tortona, se encontró con
Luis Orione. "Como también yo entré en filosofía – recordaba Don Sterpi –
pude estar junto a él, y tuve la suerte de estar a su lado en todas partes: en
el banco de clase, en el dormitorio, en el refectorio, en la capilla, y en los
paseos. Siempre a su lado". En este constante estar uno al lado del otro
nació y se consolidó una profunda sintonía espiritual. Una santa amistad. En
octubre de 1895, Don Orione, ordenado sacerdote hacía pocos meses, obtuvo de
mons. Bandi la posibilidad de tener al clérigo Sterpi como ayudante en el
Instituto para niños fundado por él dos años antes en el barrio San Bernardino
de Tortona. Sterpi recordará siempre cómo empezó esa colaboración. Cuando se
presentó en el colegio, Don Orione estaba ayudando a los niños en el estudio.
"¡Bravo! Llegaste justo a tiempo – le dijo -. Reemplázame un poco
aquí". Salió y me dejó solo con todos esos niños”. Y Don Sterpi comentaba:
“¡Si habrán pasado ‘momentos’ desde entonces! Aquel ‘poco’ debía durar algunos
años...". Duró toda la vida.Don Sterpi era de modesta apariencia, pero de
los rasgos de su rostro cubierto de ternura maternal se irradiaba una piedad
profunda. Para los Hijos de la Divina Providencia fue un padre y una madre, a la
vez. “Un sacerdote que tiene todo el aspecto de sacerdote: así es nuestro Don
Sterpi”, dijo de él Don Orione.
Compartió de lleno el espíritu y el camino histórico
del Fundador de la Pequeña Obra de la Divina Providencia, a la que ayudó,
sostuvo y defendió con fortaleza en determinados momentos críticos. Junto al
padre Don Orione, muchos reconocían espontáneamente en él los rasgos de la
figura materna porque en sus actitudes personales y en su función manifestaba
las preocupaciones por la educación y el cuidado de las personas, y de la casa,
propias de una madre. Su persona suscitaba en los que se acercaban a él una
espontánea sensación de respeto y de fascinación. Su mirada penetrante, sus
actitudes siempre calmos y ponderados, su equilibrada firmeza a la hora de
tomar decisiones facilitaban tanto la confianza como la obediencia.
El 12 de marzo de 1940 murió don Orione, y el 13 de
agosto el primer Capítulo general eligió unánimemente a Don Sterpi como
Director general de la Congregación, que ya contaba en ese entonces con 820
religiosos.
Don Sterpi se sometió en esos años a una extenuante
mole de trabajo en el nuevo cargo que se le había confiado y, además, debió
hacer frente a los inconvenientes, las dificultades y las preocupaciones
provocadas por la guerra que ensangrentó Italia desde 1940 a 1945. Manifestó
capacidades organizativas, clarividencia y un sacrificio personal conmovedor.
Tuvo el consuelo de recibir, el 21 de enero de 1944, la aprobación pontificia
de la Congregación. Aquel “decretum laudis” sobre las Constituciones sellaba 50
años de trabajo, de sacrificios y de oraciones. Don Sterpi estaba radiante,
pero no quiso celebraciones exteriores, sino oración y fidelidad: “En las
Constituciones, sobre las cuales está puesto el sello de la Santa Sede –
escribió – es Don Orione quien continúa estando en medio de nosotros, con todo
su espíritu”.
En 1946, terminada la guerra y dándose cuenta de que sus condiciones de salud no estaban a la altura de la misión que se le había confiado, Don Sterpi tomó la decisión de renunciar voluntariamente al cargo de Superior general. Desde ese momento, libre ya de compromisos apremiantes, quiso vivir en la discreción, en Tortona, dedicándose al ministerio de la paternidad como consejero de los religiosos y al cuidado directo de un grupo de niños huérfanos en Tortona. Fue la áurea preparación al epílogo de una vida dedicada totalmente a Dios y al prójimo. Murió en su pequeña habitación el 22 de noviembre de 1951
Lo Recordamos pidiendo siempre su intercesión por el don de la buenas vocaciones religiosas y buenos formadores.
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