¡Oh, invoquemos, invoquemos a María!, para obtener la
paz, que interesa no tanto al corazón de Dios sino al corazón de los hombres.
Imploremos ante ella la pureza de los entendimientos, la pureza espiritual de
caridad que enderece toda nuestra vida y despegue nuestro corazón de todo lo
que es caduco.
Y dado que la Virgen se ha aparecido con el Rosario en
la mano, recomendando la penitencia, oremos pues y hagamos penitencia. Tanto
más cuando hay tanta necesidad de oración y de penitencia en estos días en los
que el mundo cree que todo es lícito y está permitido.
Tratemos de rezar más, de hacer más penitencia, en resumen de servir y de seguir al Señor de modo más perfecto. Por intercesión de María SS. Inmaculada nos conceda el Señor cumplir bien la peregrinación espiritual y recogiéndoos en vosotras mismas, conduciros allá donde la SS. Virgen ha hecho brotar con un prodigio de su bondad, el agua viva, fuente de gracias y de misericordias, y suplicadla que santifique vuestras almas, vuestros corazones, vuestros pensamientos y vuestros afectos, de modo que puedan santificar las almas que Dios ha colocado al lado de ustedes; y un día todos unidos en el Paraíso, podamos cantar sus gracias y sus divinas misericordias” (A las PSMC, 11 de febbraio de 1918).
Hijos míos ¡estrechémonos a María Santísima y
estaremos a salvo!. Invoquemos incesantemente su maternal patrocinio y tengamos
una fe viva: de María podemos y debemos esperarlo todo. Ella sola basta para
otorgarnos el triunfo sobre toda tentación, sobre todo enemigo, para hacernos
superar todas las dificultades, vencer las batallas más difíciles para el bien
de nuestras almas y para el triunfo de la santa Iglesia de Cristo.¡ Felices los
que se abandonan en las manos de María!. ¡ Felices los que de manos de María
ofrecen al Señor sus oraciones, sus sacrificios, sus sudores, las lágrimas, las
cruces! . ¿ No serán más estimadas por Dios y más eficaces nuestras oraciones? .
Nuestras buenas obras y nuestras tribulaciones ¿No cobrarán más valor por los
altísimos méritos de María?.
¡ Gran confianza entonces hijos míos en María
Santísima, y tiernísima devoción a María!.
¡ Oh, la utilidad por no decir la necesidad de la
devoción a María!.
¡Cuanto pero cuanto bien harán si caminan junto a la
Madre Celestial!
Pensemos en cuantas gracias recibimos de manos de
María... María no tiene, después de Dios, quien la supere o iguale en amarnos.
Yo me pongo a mí mismo y a todos Ustedes en las manos de la Virgen, nuestra
amadísima madre y fundadora.
¡ Fe y ánimo, hijos míos!. ¡ Ave María y adelante!.
Nuestra celestial Madre y Fundadora nos espera en el cielo.Con gran amor en
Jesucristo, como padre los bendigo a todos y a cada uno, y que la bendición de
Dios permanezca siempre sobre Ustedes.
Vuestro affmo en Jesucristo Crucificado y en la
Santísima Virgen Inmaculada.
Sac. Juan Luis Orione
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