El venerable Don Carlos Sterpi nació en Gavazzana (Alejandría) y murió en Tortona (Alejandría) el 22 de noviembre de 1951. Los cincuenta años del piadoso tránsito se festejan en el pueblo natal y en Tortona, donde reposan los restos mortales en la cripta del Santuario de la Virgen de la Guardia. Fue el primer sucesor de Don Luis Orione en la dirección de la Pequeña Obra de la Divina Providencia, de la cual es considerado también como cofundador, no en el sentido de portador del carisma de fundación, sino en cuanto colaborador íntimo y determinante de Don Orione, con quien vivió en total y constante sintonía. De una gran personalidad humana y espiritual, Don Sterpi quiso identificarse precisamente como “primer discípulo y colaborador de Don Orione”, cuyos ideales espirituales y grandes aperturas apostólicas tradujo en la formación y en la organización práctica. Por su parte, Don Orione le manifestó una estima y afecto muy especiales. Cuando estaba por partir para su primera visita a América Latina, en 1921, escribió: "Si Dios me dijera: 'Quiero darte un continuador que sea según tu corazón'”, yo le respondería: 'No te preocupes, Señor, porque ya me lo has dado en Don Sterpi”. Las palabras pronunciadas por Don Orione en vísperas de su muerte confirman la amistad fraterna que los unía: "Son más de cuarenta años que Don Sterpi y yo nos conocemos y nos queremos realmente mucho".
Carlos Sterpi provenía de una familia de minifundistas de Gavazzana, muy religiosa y estimada incluso en el ámbito civil. El padre fue por mucho tiempo alcalde del pueblo. La madre era de ánimo noble y religioso; cuando supo del deseo del hijo de ser sacerdote le dijo: “Está bien, te doy el permiso de hacerte sacerdote, pero mira que tienes que ser totalmente de Dios!”.
Cuando entró al seminario de Tortona, se encontró con Luis Orione. "Como también yo entré en filosofía – recordaba Don Sterpi – pude estar junto a él, y tuve la suerte de estar a su lado en todas partes: en el banco de clase, en el dormitorio, en el refectorio, en la capilla, y en los paseos. Siempre a su lado". En este constante estar uno al lado del otro nació y se consolidó una profunda sintonía espiritual. Una santa amistad. En octubre de 1895, Don Orione, ordenado sacerdote hacía pocos meses, obtuvo de mons. Bandi la posibilidad de tener al clérigo Sterpi como ayudante en el Instituto para niños fundado por él dos años antes en el barrio San Bernardino de Tortona. Sterpi recordará siempre cómo empezó esa colaboración. Cuando se presentó en el colegio, Don Orione estaba ayudando a los niños en el estudio. "¡Bravo! Llegaste justo a tiempo – le dijo -. Reemplázame un poco aquí". Salió y me dejó solo con todos esos niños”. Y Don Sterpi comentaba: “¡Si habrán pasado ‘momentos’ desde entonces! Aquel ‘poco’ debía durar algunos años...". Duró toda la vida.Don Sterpi era de modesta apariencia, pero de los rasgos de su rostro cubierto de ternura maternal se irradiaba una piedad profunda. Para los Hijos de la Divina Providencia fue un padre y una madre, a la vez. “Un sacerdote que tiene todo el aspecto de sacerdote: así es nuestro Don Sterpi”, dijo de él Don Orione.
Compartió de lleno el espíritu y el camino histórico del Fundador de la Pequeña Obra de la Divina Providencia, a la que ayudó, sostuvo y defendió con fortaleza en determinados momentos críticos. Junto al padre Don Orione, muchos reconocían espontáneamente en él los rasgos de la figura materna porque en sus actitudes personales y en su función manifestaba las preocupaciones por la educación y el cuidado de las personas, y de la casa, propias de una madre. Su persona suscitaba en los que se acercaban a él una espontánea sensación de respeto y de fascinación. Su mirada penetrante, sus actitudes siempre calmos y ponderados, su equilibrada firmeza a la hora de tomar decisiones facilitaban tanto la confianza como la obediencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario