.. Oh, ¡qué dulce es amarnos en Jesucristo y por Jesucristo! ¡Cuánta dulzura y vitalidad se encierran en el amarnos recíprocamente en el amor sobrenatural a Jesucristo y al Papa, como ocurre entre nosotros, pobres hijos de la Divina Providencia! Jesús es todo nuestro amor, nuestro vínculo y nuestra vida: y también la Cabeza infalible de la Iglesia, ¡el Santo Padre Pío XI, es todo nuestro amor, nuestro vínculo y nuestra vida!
Qué hermoso y qué santo es vivir, así como hermanos;
con esta fe, con esta vida, con este amor: ¡amarnos como se ama en el Paraíso! Esta
era la fe y el amor de los Santos.
"El Papa es la presencia de nuestro Dios en la
tierra", como predicaba San Bernardino al pueblo de Siena en la Plaza del
Campo en 1427 al despedirse de su ciudad. Era la fe y el amor de un santo: ¡era
la vida de Dios!
¡Ojalá se mantenga y, si es posible, se reavive aún
más y se afiance más estrecha e inseparablemente, a los pies del Niño Jesús y
de la Iglesia Madre de Roma, la unión tan estimada y armónica de los corazones
fraternos en el amor dulcísimo a Cristo, Dios y Señor nuestro, y al Papa, Señor
y Dios nuestro en la tierra! ¡Esta unión, cimentada en la fe y en el amor y, si
es necesario, en la sangre, constituye nuestra fuerza y será nuestra grandeza y
nuestra gloria!
Que a falta de cualquier otra alabanza se pueda decir
también de nosotros como de los primeros cristianos: ¡Miren cómo se aman!
(Tertuliano, Apologeticum).
Tenemos que amarnos, pero en el Señor, porque ése es
el amor que quiere el Señor, el que le agrada: amarnos unos a otros y amar cada
vez más a Jesucristo y al Papa, su Vicario en la tierra. Y abrazarnos cada vez
más estrechamente al Papa porque, al igual que a Jesucristo, nunca se lo ama
bastante; y por el Papa abrazarnos y unirnos inefablemente a Cristo en su
cuerpo místico que es la Iglesia: "Ita multi unum in Christo" (Pablo,
Romanos 12,5).
Oh Santa Iglesia Católica, Iglesia de Jesucristo: luz,
amor, y Madre mía dulcísima y divina!
Madre Santa y Madre de los Santos, la única que está
libre de la confusión de las lenguas!
Madre de nuestra vida, latido de nuestro corazón, vida
de nuestra propia vida! Que se nos pegue la lengua al paladar el día en que
nosotros, pobres hijos de la Divina Providencia, hijos de tu fe, hijos de tus
mártires y de tu amor, no te antepongamos a todos nuestros amores y todas
nuestras alegrías!
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En Lettere di Don Orione, I, pp. 447ss. Carta
"regalo", del 8 de diciembre de 1922, escrita por
Don Orione a sus hermanos e hijos para la Navidad.
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