La caridad no hace nada de indecoroso: ni nunca se
agita ni tiene en cuenta los errores que le hacen; vence al mal con el bien. No
goza de la injusticia, mas es feliz cada vez que puede alegrarse de la verdad.
Disculpa toda cosa, espera toda cosa, soporta todo. Reza, sufre, calla y adora:
¡nunca decae! La caridad no tiene nada de arbitrario, nada de duro; encuentra
su felicidad al esparcir e irradiar a su alrededor la bondad, la dulzura, la
gentileza, una cosa desea: inmolarse a sí misma para hacer la felicidad y la
salvación de los demás, para gloria de Dios.
Toda ciencia humana es insulsa, si la caridad no le da
el sabor con el amor de Dios y del prójimo, sin ella, scientia inflat. Primero
la caridad y luego la ciencia, oh Hijos míos, ya que esta “destruétur”, más
aquella “non iscade mai”, y está enteramente. Es la caridad, amados míos, y
sólo la caridad la que salvará al mundo. ¡Beatos aquellos que tendrán la gracia
de ser víctimas de la caridad! Hermanos e hijos míos, amemos a Dios hasta hacer
de nosotros una hostia, un holocausto de caridad, y amémonos tanto en el Señor:
nada le agrada más al Señor, que ha dicho: “Los he amado...: amaos” (Jn. XV, 9
- 10). El gran secreto de la santidad es amar mucho al Señor y a los hermanos en
el Señor. Los Santos son el cáliz de amor de Dios y de los hermanos. Amar a Jesús,
amarnos en Jesús: ¡trabajar para hacer amar a Jesús y a Su Santo Vicario, el
Papa; ¡rezar, trabajar, padecer, callar, amar, vivir y morir de amor a Jesús,
al Papa, a las almas!
* * *
Amados míos, la Pequeña Obra de la Divina Providencia
debe ser como una Familia en Jesucristo. Estrechados por la caridad, unidos de
corazón indivisible en este cuerpo moral que es nuestra Congregación, ¡oh!
¡cuántas ayudas mayores tendremos de la mano de Dios, y cómo nos sentiríamos
contentos, felices y fuertes! La Congregación prosperará y será bendecida por
el mérito de todos los que contribuirán a mantener la unión y la paz porque
nuestra fuerza, oh amadísimos, está en la unión, cuyo vínculo es Cristo. ¡Oh!
con que alegría y expansión del corazón entonces cantaremos el “Ecce quam bonum
et quam incundum habitare fratres in unum!”.
La caridad está toda dirigida al bien de la Iglesia y
de las almas, esta es la divisa de los discípulos de Cristo y de la Iglesia.
San Pablo escribió: “La fe, la esperanza, la caridad: la más grande de las tres
es la caridad”. Tratemos, entonces, con ardor de tener a la caridad, Este es el
camino a seguir, hijos míos, que vale inmensamente más que cualquier otra cosa.
El espíritu de la Pequeña Obra es el espíritu de caridad: que la más humilde
caridad guíe nuestros pasos, oh hermanos míos: in ómnibus cháritas!
Aquí debo terminar, pues mi carta no les llegaría para
Navidad, deberé ser breve. Yo le ruego humildemente al Niño Jesús que quiera
infundir en mi y en todos ustedes la dulcísima caridad suya; y en la caridad de
Cristo los abrazo, ¡oh mis amados Sacerdotes, in osculo sacto, y les doy el
Feliz Navidad! Dios sabe cuánto los pienso y cuanto los amo: recuérdenme en el
Altar, especialmente en la Santa Noche. Y a ustedes, mis Clérigos y mis buenos
Ermitaños, alegría, esperanza y corona mía, ¡Feliz Navidad!
¡Feliz Navidad a las Hermanas de las varias Familias
Religiosas! A todos y a cada uno me encomiendo yo y la Congregación, a cada uno
y a todos, desde los más ancianos y desde el más pequeño, mando Augurios con la
santa bendición de Navidad y todo voto de bien para el Año Nuevo.
Adiós, oh mis queridos hermanos e hijos, y ustedes,
buenas Hermanas, rueguen por mi: recuerden al padre lejano. ¡Yo rogaré tanto
por ustedes! Démonos una cita a los pies de Jesús: allá nos encontraremos
unidos siempre en la íntima unión de la caridad: ¡y juntos alrededor de Jesús,
quam bonum et quam jucundum habitare fratres in unum!
¡Que nuestra alegría y unión sean completas en el
Corazón de Jesús en la tierra, en el Corazón de Jesús en el cielo! Nuestros
Hermanos de aquí y las Hermanas se encomiendan vivamente a sus oraciones, los
saludan y les manden los más santos Augurios. Ellos me tratan con mucha
caridad, respeto sin fin e indulgencia: ¡ayúdenme a rogarle a Dios que los
compense mucho! Que el Señor de la caridad y de la paz nos de El mismo,
continuamente su caridad y su paz. ¡Que el Señor y la Santa Virgen estén con
todos ustedes!
Gloria a Dios en lo alto del cielo y paz en la tierra
a los hombres de buena voluntad. Los bendigo una vez más: ¡vivamente en Cristo
humildes y fieles a los pies del Papa y de la S. Iglesia, y Feliz Navidad! Los
bendigo en el Niño Jesús y en María Inmaculada. No nos cansemos de hacer el
bien y consumirnos en la caridad del Señor: ¡Feliz Navidad! ¡Feliz Navidad!
¡Feliz Navidad!
Vuestro afectuosísimo.
Sac. Luis Orione
de la Divina Providenci
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