El papa Francisco exhorta a recurrir a María en cualquier situación de la vida,
La actitud de María debe ser nuestra actitud de Iglesia, confiada pero activa. Supone el milagro, pero también supone la acción. La virgen María nos dice a todos, “hagan lo que él les diga” Estas palabras son una herencia valiosa que nuestra Madre nos dejó. Francisco profundizó y animó a que busquemos a María, cuando estemos en necesidad y nos dirá “hagan lo que Él les diga”
“La presencia de los pobres suele verse como una molestia y se la soporta”, dijo Francisco desde el altar. “¡A veces escuchamos que los responsables de la pobreza son los pobres! Para no llevar a cabo un examen de conciencia serio sobre las propias acciones, sobre la injusticia de ciertas leyes y medidas económicas, sobre la hipocresía de los que quieren enriquecerse excesivamente, se coloca la culpa a los pies de los más débiles”.
La Virgen en un barrio difícil
La guerra es la cruel enemiga del amor cristiano. Todo
se quiebra y destruye: los hombres se matan unos a otros con saña, la muerte
reina en las ciudades, las lágrimas y el luto inundan a
las familias. El corazón de Don Orione sangra con
todos estos males y quisiera consolar a todos los que lloran.
En años anteriores había organizado peregrinaciones
multitudinarias llevando miles de fieles a Caravaggio, a Nuestra Señora de la
Guardia en Génova, y a otros lugares marianos. "Se trataba de verdaderas
muchedumbres -dirá él-; de masivas respuestas de fe y devoción a la Santísima
Virgen."
A causa de la guerra han cesado las peregrinaciones.
Pero Don Orione igualmente invoca a la Santísima Virgen por la nación, en
especial por los soldados en el frente de batalla y por su querida Tortona. Exhortará
a todos a hacer lo mismo, comprometiendo a la ciudad toda en un voto público:
el de construir un grandioso santuario mariano. Lanza esta iniciativa
precisamente en el barrio de San Bernardino, el más difícil y turbulento barrio
de Tortona; tanto que si los sacerdotes se atrevían a poner los pies en él -así
sea para cumplir con su ministerio- corrían serios peligros. Pe ro allí hay una
humilde iglesia del siglo dieciséis, nada menos. Serán las mismísimas
lavanderas, las mujeres más aguerridas del barrio, las que tomarán cartas en el
asunto y le dirán a Don Orione:
- Usted, Don Orione, venga nomás, que, si alguno se
atreve a molestarle, nosotras saldremos en defensa suya con nuestros zuecos y
chancletas Fue allí, donde ya existía la devoción a la Virgen de la Guardia,
que por aclamación popular se hizo el voto de construir un santuario. Era el 29
de agosto de 1918, fiesta de la Guardia.
En noviembre de ese mismo año la guerra termina.
¡Gloria y honor a la Santísima Virgen! ¡Don Orione rebosa de alegría!
Para la fiesta de la Guardia de 1919, el 29 de agosto,
encabezará una solemne procesión que sale del mismísimo San Bernardino -barrio
vedado a los curas-; y llegados a la catedral, se renovará solemnemente la
promesa del santuario.
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