Cierto que las biografías y las hagiografías sobre don Orione nos llevan a pensar en su vida como un prodigioso desarrollo de la caridad, “a la cabeza de los tiempos”, y sus enseñanzas como fruto de sapientia cordis profética y clarividente. Pero es en hechos como los anteriores, en esos servicios “humildes y santos que una madre hace con sus hijos”, que se vuelven habituales por la misericordia en un alma inmersa en Dios, donde se ha de buscar la esencia de la misericordia cristiana
Pasar de las obras de caridad a la caridad de las
obras
El Papa Benedicto XVI, comentando la afirmación de don
Orione “la caridad es la mejor apología de la fe católica”, dijo que
“las obras de caridad, ya sea como actos personales o
como servicios prestados por grandes instituciones a las personas necesitadas,
no pueden jamás reducirse a un gesto filantrópico, sino que han de ser siempre
expresión tangible del amor providente de Dios. Para hacer esto –recuerda don
Orione- se necesita estar “contagiados por la caridad suavísima de Nuestro
Señor” mediante una vida espiritual auténtica y santa. Sólo así es posible
“pasar de las obras de caridad a la caridad de las obras, porque –añade vuestro
fundador- también las obras sin el amor de Dios, que les dé valor, no sirven de nada”.[13]
La misericordia es un “dar con el pan del cuerpo el
divino bálsamo de la fe”.[14] Inseparablemente. Es entonces cuando las obras de
misericordia son evangelizadoras de por sí (“la caridad abre los ojos a la
fe”[15] y culto agradable a Dios (“ver y servir a Cristo en el hombre”.[16]
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