Hoy es un día especial para la congregación orionita por el IVº voto de fidelidad al Papa.
En este contexto de amor al Papa, Don Orione concibió y divulgó la Fiesta
del Papa que es incluso la fiesta de nuestra Congregación. La quiso
casi como símbolo alegre de nuestro carisma, un modo para hacer que la
gente ligada a nuestras obras fuera dirigida al Papa y al sentido de
Iglesia. Para decir el sentido y la importancia de esta fiesta dejo la
palabra a Don Orione.
"La
fiesta de S. Pedro es la fiesta del Papa y, por esto, ascendió a fiesta
de los católicos. Ella es precisamente nuestra Fiesta Patronal, Hijos
de la Divina Providencia. Es la fiesta de la Congregación,
que tiene por fin propio el consagrar todos sus afectos y sus fuerzas a
unir, con un vínculo dulce y estrecho de toda la mente y el corazón, el
pueblo cristiano de las clases más humildes y los hijos del pueblo al
Beato Pedro y a su Sucesor el Papa. Queremos con la ayuda divina,
devolver Cristo al pueblo y el pueblo al Vicario de Cristo. Nosotros,
pues, mis queridos hijos, en nuestras Casas e iglesias tenemos que
siempre rogar para el Papa, hablar del Papa, inocular amor y obediencia
al Papa y celebrar, con el más grande fervor de piedad, con el más
grande impulso de amor filial, la fiesta del Papa. Ella tiene que ser
para nosotros y para todos, de año en año, una renovada oleada de
entusiasmo en el apego a la Fe
de Pedro. Promover la fiesta del Papa, es promover y difundir el amor
al Papa: es adherir a su doctrina, a sus deseos: es reconocer en el Papa
la primacía de Pedro y sus sucesores: es venerar en el Papa al Padre de
la Fe
y las almas, el Pastor Supremo, el Pontífice Máximo, el Caudillo del
ejército de Cristo: es celebrar y glorificar al Papa cual Cristo visible
y publico sobre la tierra".
UNA ANÉCDOTA FINAL
A los pies del Papa
El
retorno de Don Orione desde Messina (marzo de 1912), luego de estar
allí más de tres años ayudando por causa del terremoto, suscitó una gran
alegría entre los suyos.
Apenas
liberado de las tareas más importantes, se retiró a sus ejercicios
espirituales con los redentoristas de San Andrés Jonio, por diez días;
luego descansó en el santuario de la Cadena: "Me quedaré aquí hasta el
19 de marzo a la tarde porque deseo, en la fiesta de San José, hacer a
los pies de la Santísima Virgen de la Cadena, los santos votos perpetuos
de la Congregación, esperando que la Virgen Santísima y San José, sin
considerar mis deméritos, quieran encadenar mi corazón para siempre al
Señor y a la Santa Iglesia, para que no pueda pecar nunca más, sino
vivir sólo del amor de Dios y del prójimo.
El
texto de esta profesión perpetua, que tenemos en un borrador concluye
así: "Prometo y juro –concluye el acto de profesión– y hago voto de
defender al Santo Padre, el Papa, ahora el Santo Padre Pío X, y a todos
sus legítimos sucesores, y de obedecerle en todo y siempre con todas mis
fuerzas y con la efusión de la sangre y con el sacrificio de toda mi
vida, puesto que esta pequeña Congregación es en su totalidad obra de la
Santa Iglesia de Dios y de la Santa Sede Apostólica, que es la Romana, y
del Vicario en la tierra de Nuestro Señor Jesucristo, que es el Santo
Padre, e Papa de Roma, hoy Pío X".
El
19 de abril de 1912, Don Orione fue recibido en audiencia por el mismo
Papa Pío X. Hablaron de los progresos de la misión orionita en la
"Patagonia" romana (al sur de Roma), y frente a la benevolencia del
Papa, Don Orione se atrevió: era un deseo que guardaba celosamente, pero
casi demasiado hermoso para ser realizable... Se trataba de pedir una
"gracia grandísima" al Santo Padre, quien respondió sonriendo:
"Veamos un poco cuál es esa gracia grandísima" – le dijo Pío X. Su deseo era: hacer los votos religiosos perpetuos ante la presencia del Vicario de Cristo, el Papa.
El Santo Padre aceptó. Al término de la audiencia, Don Orione preguntó cuándo debía volver para los votos: "Pues, ahora mismo", respondió el Papa...
"Dios
mío, ¡qué momento!". Don Orione se inclinó temblando: "Pero en aquel
instante tan solemne, tan santo, recordé que eran necesarios dos
testigos, según las normas canónicas, y los testigos faltaban, porque la
audiencia era privada. Entonces levanté los ojos al Papa y me atreví a
decirle: "Santo Padre, harían falta dos testigos, a menos que Vuestra Santidad se dignase dispensarlo".
Y el Papa, mirándome con una sonrisa celestial en los labios, me respondió:
- "Los testigos serán mi ángel de la guarda y el tuyo".
Así
fue cómo, con dos ángeles por testigos, a los pies del Santo Padre,
"del mismo modo que a los pies de Nuestro Señor Jesucristo" Don Orione
emitió sus votos perpetuos.
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