Prócer máximo argentino y libertador de la Argentina, Chile y Perú. Nacido en Yapeyú, Corrientes, el 25 de febrero de 1778.
En Buenos Aires organizó el famoso regimiento de Granaderos a Caballo que recibió su bautismo de fuego en 1813, en el combate de San Lorenzo contra los realistas, en el cual San Martín estuvo a punto de perder la vida.
Retirado a la vida privada, regresó a Buenos Aires y en 1824 se embarcó para Europa, exiliado voluntariamente. Más adelante, se estableció definitivamente en la ciudad de Boulogne-sur Mer (Francia). Viejo y enfermo, falleció el 17 de agosto de 1850, en su casa de esa ciudad, rodeado de sus seres queridos.
Sus restos fueron repatriados en 1880 y, actualmente, descansan en un mausoleo construido dentro de la Catedral porteña.
El tenía una devoción y un amor muy especial por la Virgen María. Su mamá Gregoria, desde que era muy chiquito, le enseñó a rezar y a poner todas sus intenciones, alegrías y tristezas a los pies de María. La oración y su confianza en la Virgen lo acompañaron también durante sus campañas militares para liberar a nuestros pueblos latinoamericanos. “Después de la lista de diana –recuerda el coronel Espejo en sus memorias- se recitaban las oraciones de la mañana, y el rosario todas las noches en las cuadras, por compañías, dirigido por el sargento de la semana”. A dichas prácticas diarias se añadían las semanales: “El domingo o día festivo –prosigue el coronel Espejo-, el regimiento formado con sus oficiales asistía a Misa, que decía en el Socorro el capellán del Regimiento”. El rosario, como principal práctica Mariana, se rezaba todos los días. El General San Martín consideraba muy importante enseñar a sus tropas la devoción por la Virgen María. El 5 de enero de 1817 quedó marcada en la historia de la libertad sudamericana, como la fecha de proclamación de la Virgen del Carmen como Patrona del Ejército de los Andes. Aquel memorable 5 de enero, San Martín puso su bastón de mando en la mano derecha de la imagen de Nuestra Señora del Carmen, declarándola Patrona del Ejército de los Andes. Dicho bastón se conserva guardado en el camarín de la iglesia de San Francisco, en la ciudad de Mendoza. El coronel Jerónimo Espejo, en sus memorias “El Paso de los Andes”, recuerda que: “Entre los diversos accesorios a que la atención del General se contraía para completar sus aprestos de campaña, no olvidó uno de los más esenciales entre ellos…, el de poner el ejército bajo el tutelar patrocinio de la Virgen Santísima en alguna de sus advocaciones”. Faltaba muy poco para lograr el total equipamiento de las tropas libertadoras, pero San Martín no quería lanzarse a la gigantesca epopeya, sin un notable acto de piedad que fuera capaz de estimular el entusiasmo de los soldados y del pueblo. Siguiendo los consejos de Belgrano, pensó en la Virgen de las Mercedes, cuya advocación era, ciertamente, la más popular entre los soldados. Incluso su devoción fue tan grande que el día 29 de agosto de 1816, al nacer su hija, le puso el nombre de Mercedes en su honor. Fuente: p.Daniel Ruiz
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