1873: 27 octubre Ricardo Gil Barcelón nace en Manzanera (Teruél, España). Junto con el postulante Antonio Arrué Peiró fue asesinado por odio a la fé en Valencia (España) el 3 de agosto de 1936. El 13 de octubre de 2013 fue declarado "Beato" por el Papa Francesco hijo de Francisco Gil y Francisca Barcelón, de
origen noble y rico. En la familia numerosa -tres hermanos y seis hermanas- se
llevaba una vida cristiana ejemplar, con atención a los pobres que
habitualmente llamaban a la puerta de la casa. "Mi madre me enseñó a
pensar en los pobres -escribió más tarde el P. Ricardo- a tener un gran
corazón, a mirar lejos".".
En 1885, con solo doce años, ingresó en el seminario donde fue "un
estudiante diligente y capaz". Por voluntad de su padre, en 1889, se
matriculó en la Scuola Normale di Teruel para convertirse en maestro.
Lamentablemente no logró su objetivo porque, en varias ocasiones, tuvo
enfrentamientos verbales con el Director, masón, que no perdió la oportunidad
de burlarse de la fe, la religión y la Iglesia. La defensa de la verdad era un
valor mayor que los intereses personales, aunque le costara a Ricardo la
expulsión definitiva de la escuela, justo cuando se preparaba para tomar sus
últimos exámenes
En
1893 durante la Guerra Hispano-Estadounidense, el contaba con 20 años es llamado a prestar servicio.
En las Filipinas: del servicio militar a religioso
Las Filipinas constituyen un gran complejo de cerca 7100 islas e isletas, con una superficie de alrededor de 2.300.000 km cuadrados. Las descubrió Magellano cerca del año 1521; las ocuparon entre el año 1564 y el 1570 los españoles de Felipe II. El paso de los españoles dejó el idioma, la cultura y la religión del pueblo filipino.
Terminando el ochocientos, los cristianos eran ya unos 6 millones; los religiosos españoles alrededor de 1500, mientras que de los 900 sacerdotes seculares numerosos eran indígenas. El único país católico del Oriente, vio crecer siempre más el laicismo con el afirmarse de ideas y costumbres anti religiosas sobretodo durante el proceso de “americanización” que transformaron las Filipinas de “hermana menor de la España” en “pequeña América del Oriente”. En el 1898, adviene la anexión del archipiélago a los Estados Unidos. A la dominación española sub entró la americana. El hecho repercutió también en la vida de la Iglesia local: los obispos españoles dieron la dimisión, y los religiosos de la misma nacionalidad abandonaron las islas. Después de un período tan difícil, los asuntos religiosos pudieron luego ser regulados entre León XIII y el presidente Taft. Los misioneros fueron dejados en libertad pudiendo volver a las Filipinas; las perdidas enseguida vinieron indemnizadas; los cuadros del clero fueron integrados por medio de eclesiásticos de nacionalidad americana. La jerarquía eclesiástica fue reorganizada y se constituyo una delegación apostólica. Se tuvo el importante Concilio Provincial de Manila en el 1907.
Ricardo Gil llego a las islas Filipinas y cumplió el servicio militar desde 1893 hasta 1897.
“Fui como soldado a las Islas Filipinas, o sea a Manila, capital, al Regimiento español de artillería en la que preste mis servicios por cuatro años, terminado el período me licenciaron definitivamente. En este tiempo, aunque siendo militar, hice el quinto año de secundario, dicho en España el quinto año de bachiller en arte, en el instituto de San Juan de Letrán de Manila, con los dominicos; un año de filosofía, otro de la Facultad de Letras; y otro de Teología: todo en la Universidad Pontificia de Manila, con los dominicos de los cuales, como doctor en leyes, fue mi amigo el Revmo. P. General actual de los dominicos P. Buenaventura García Paredes. Viví con el algunos años en Manila (universidad)”.
Entre los recuerdos de la vida militar, uno quedó recordado particularmente en la memoria de Ricardo. Tuvo la gracia de una revelación. Su vida desde aquel momento cambio radicalmente y definitivamente.
El se encontraba descolocado en la zona de los combatientes, a menudo muy involucrado en acciones de guerra. Sucede que, durante una operación militar contra el enemigo, al atardecer no se da cuenta que sus compañeros de armas se fueron retirando. Se encuentra aislado. El grave peligro está en que los enemigos lo están rodeando, y podría verlo y matarlo. Tiene un temor de pánico. Instintivamente, cae de rodillas y con devoción invoca la ayuda de la Virgen. En aquel momento las tropas enemigas suspenden a su vez el avance y vuelven atrás. Se hace silencio a su alrededor. Volviendo en sí, ve a lo lejos una fuerte e inexplicables luz: es la orientación justa y llega a salvo al destacamento.
Ricardo cuenta lo sucedido y cree que fue una gracia de la Virgen, a quien había rezado. Aquella misteriosa luz lo había rescatado. Podía haber muerto. Entiende que toda la vida es una gracia. Confirma su propósito de vivir gratuitamente por el Señor, de seguir otra luz, hacia el sacerdocio, hacia el paraíso.
Un nuevo y extraño caso lo saca de allí en poco tiempo, de los peligros de la guerra y lo confirma aún más sobre el camino que tiene que seguir. Es un buen músico, capaz de usar varios instrumentos musicales. Sabiendo que él es un artista con la guitarra, los oficiales lo llaman a tocar para ellos. El entretenimiento se prolonga por varias horas. Los oficiales aprecian su don y, apenas pueden lo trasladan a Manila, para completar sus estudios artísticos: “Sería un pecado –le dicen- que un joven así lo mataran en el frente”.
Ricardo deja el frente de los combatientes y continúa su servicio militar en Manila con un régimen de vida especial. Tiene el tiempo libre y se pone a estudiar teología. Y como había hecho algunos cursos de la carrera eclesiástica en el Seminario de Teruel, le dieron la posibilidad de retomar sus estudios. Tiene la firme decisión de consagrarse a Dios y de ser sacerdote.
Del buen éxito en los estudios lo testimonian el hecho de que el 2 de marzo de 1896 obtiene el título de Bachiller en Artes, con las más altas calificaciones en la universidad “San Tomas de Aquino” de Manila. En este instituto académico, para pagarse los estudios presta también servicio como vice-bibliotecario.
“Terminada la guerra hice otros cuatro años de Teología, sin salir de la Universidad: en todo cinco años de Dogmática, Moral, S. Escritura y Derecho Canónico, con los premios. Era muy estimado por los padres dominicos y otros Profesores seculares de las distintas Facultades de la Universidad. Esto fue por el lapso de unos meses, pero tuve que tomar parte como militar en la guerra contra los indígenas y contra los Estados Unidos, en la cual por mi comportamiento tuve dos condecoraciones militares”.
Desde 1894 al 1898, Ricardo va a vivir en el Colegio de San Juan de Letrán de Manila donde se distinguió por comportamiento indiscutible, sea escolástico que religioso. De ese periodo fervoroso de Ricardo, pasado a las filas del ejército español a aquellos pacíficos de la Iglesia hay una referencia en un pasaje de las noches autobiográficas.
“Excelencia reverendísima Mons. Alfredo Berzosa, obispo de la Diócesis de Lipsa (Prov. De Batangas) en las Islas Filipinas, mi condiscípulo por muchos años, compañero también en el colegio por un tiempo, es testimonio ocular de mis ardientes lágrimas de penitencia, que a modo de río suave y tranquilo brotaban de mis ojos cuando se hacia la lectura espiritual en la Universidad”.
Las etapas hacia el sacerdocio son recorridas en modo decidido y marcadas por los tiempos litúrgicos y sacramentales.
“Durante mi estadía en la Universidad recibí la primera Tonsura e los Ordenes Menores. Más tarde fui destinado como capellán de la Delegación apostólica, en el tiempo de su excelencia Mons. Bautista Guidi, Delegado extraordinario del Santo Padre en las Islas Filipinas, me trató con mucho cariño y casi con veneración, y tuve de sus sagradas manos el Subdiaconado y el Diaconado casi por obediencia completando sus estudios teológicos en la Universidad Santo Tomás de Aquino en
Manila, Al poco tiempo, Mons. Juan Bautista Guidi murió santamente en Manila, y yo fui ordenado sacerdote el 24 de septiembre de 1904 y nombrado capellán
de la Delegación Apostólica.por el excelentísimo Mons. Jeremías Harty. Arzobispo de manila.nutria
estima y benevolencia por aquel sacerdote maduro y apreciando sus
cualidades, le ofreció quedarse a su lado recibiéndolo en el mismo
palacio y confiándole varios oficios. Yo entonces continué a prestar mis servicios como capellán de coro y altar de la Metropolitana de Manila, porque siendo Diacono, me dieron esta Capellanía: oficio que desempeñe hasta que volví como enfermo en España. Eso fue en febrero de 1905”.
Los documentos de archivo permiten de precisar otros particulares. El conferimiento de los órdenes menores fue en Manila, por mano del Delegado Apostólico Mons. Ladiopelle. Las ordenaciones del subdiaconado y el diaconado fueron celebradas en Manila por el Delegado Apostólico Juan Bautista Guidi. Arzobispo de Manila
, en 1905, decidió regresar a España, donde, en
1907, ingresó en la Orden de los Dominicos como novicio. Pero este no era su
camino. Durante unos nueve meses se retiró a los Terciarios Regulares
Capuchinos de Torrentes, pero incluso aquí no se sentía en su lugar. Decidió
pasar unos meses solo, como ermitaño. Ricardo aún no había entendido lo que el
Señor quería de él:"Tengo una maraña de pensamientos y deseos que ni
siquiera yo puedo poner para entender algo",le había confiado a su padre
que no lo veía feliz.
Para
comprender la voluntad de Dios para él, tomó una decisión valiente: hacer una
peregrinación de oración y penitencia a pie a Roma. Salió de Torrijas el 6 de
abril de 1909 y, tras atravesar España, sur de Francia y gran parte de Italia,
viviendo sólo de limosna, finalmente, el 6 de julio, el 6 de julio siguiente,
llegó a la Ciudad Eterna. Ricardo fue acogido durante unos meses por un
canónigo de San Juan de Letrán hasta que, el 3 de febrero de 1910, conoció a
don Luigi Orione (1872-1940), fundador en Tortona (Alessandria) de la
"Pequeña Obra de la Divina Providencia". Este encuentro dio un punto
de inflexión definitivo a su vida espiritual.
En 1909 conoció a Don Orione en Roma y se
convirtió en un fiel seguidor, inquebrantablemente firme en la confianza en la
Divina Providencia.
En 1930 Don Orione lo envió a Valencia, para
comenzar su obra en España.Fue respetado al comienzo de la guerra, porque se
ocupaba de los más pobres. Dos veces fueron a su casa los milicianos para
eliminarlo, pero se interpuso la gente del vecindario diciendo: “¡Es bueno,
ayuda a los pobres, nuestros hijos comen porque está Él!”. Pero la tercera vez,
el 3 de agosto de 1936, según la documentación del proceso, lo arrestaron.
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