Fragmento de la carta "Regalo de Navidad" escrita por Don Orione en 1920. Aquí, la contemplación de la Navidad se hace poesía.
¡La claridad celestial
de esta mística noche
de Navidad
atrae hasta a las almas
más alejadas
-peregrinos descarriados
o perdidos-,
como la luz de la casa
paterna
en la oscuridad del
bosque!
Oh, luz divina del Niño
Jesús!
suave y santa bondad de
Dios
y de la Iglesia de
Dios!
Hermanos,
obremos con la bondad
del Señor,
y así no tendrán que
tener miedo
de que se pierda la
obra que realizan:
toda palabra buena es
un soplo de Dios:
todo acto, santo y
grande,
de amor a Dios y a los
hombres,
es inmortal!
La bondad vence
siempre:
tiene un culto secreto
aún en los corazones
más fríos,
y más solitarios y
alejados.
El amor vence al odio;
el bien vence al mal;
la luz vence a las
tinieblas!
Todo el odio y todo el
mal,
y las tinieblas todas
de este mundo,
¿qué son frente a la
luz
de esta noche de
Navidad?
Nada! realmente nada
frente a Jesús,
frente al Niño Jesús!
Consolémonos y
exultemos en el Señor!
Los males de la tierra
no tienen que hacernos
perder
la efusión del Corazón
de Dios;
la victoria final será
suya,
del Señor!
Y el Señor vence
siempre en la misericordia!
Todo pasa:
¡sólo Cristo permanece!
¡Es Dios, y permanece!
Permanece entre
nosotros para iluminarnos,
para consolarnos,
permanece en su vida
terrenal,
para darnos su
misericordia!
¡Jesús permanece y
vence,
pero en la misericordia!
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