El ministerio de la misericordia es la sustancia del
ministerio sacerdotal y caritativo de Don Orione.
hacernos “expertos de la misericordia de Dios” en
nuestra vida, y por eso, testigos, instrumentos de la misericordia de Dios
hacia los demás.
Partamos de dos observaciones confidenciales de Don
Orione a sus discípulos:
“Cuando estarán un poco más adelante en la vida,
entenderán lo que les estoy diciendo; sentirán en ustedes mismos que la obra
más grande que puede hacer Dios… es sabernos perdonar” (Parola, 31.5.’23).
“La misericordia de Dios para con los pecadores era mi
caballo de batalla desde joven. Volvía a casa, después de aquellas prédicas,
cansado pero contento por los grandes frutos….” (Parola, 17.4.1938).
San Juan Pablo II, que conocía bien la vida de don
Orione y le definía como “un estratega de la caridad”, “una maravillosa y
genial expresión de la caridad cristiana” señaló que “su vida, tan intensa y
dinámica, nace de un secreto y una genialidad: don Orione se dejó llevar sólo y
siempre por una única lógica, la del amor”.[2]
Esta observación del Papa Juan Pablo II nos hace
comprender que la misericordia no es sólo una característica de Don Orione, una
virtud excelente. Es mucho más: es la lógica de su vida, es la conexión interna
de pensamientos, voluntad y acción de su personalidad; es el orden interior de
su vida. Es su identidad: como Deus caritas est, así Don Orione caritas est.
Para comprender la misericordia en don Orione, hay que
partir de la experiencia que él tiene de la misericordia de Dios. En una
oración de 1917 (tenía 45 años), que es también todo un programa, leemos: “Que
no olvide nunca que el ministerio que se me ha confiado es un ministerio de
misericordia y tenga con mis hermanos pecadores ese incendio de caridad, que
tantas veces has usado conmigo, oh gran Dios”.[3]
Misericordia quiere decir “tener un corazón de
miserable”, de pobre, de pequeño, de humilde. Y quiere decir “tener corazón
para los miserables”, para las miserias. Las dos experiencias están íntimamente
conectadas, tanto que una no puede estar sin la otra.
Amor hacia los más alejados de Dios
Don Orione fue – porque lo quiso ser- “el sacerdote de
aquellos que no van a la iglesia”.
Hay un escrito
que revela plenamente el alma de don Orione y la idea que él tiene del
sacerdocio.
“La finalidad del sacerdocio es la de salvar almas e
ir detrás de ellas, especialmente, de aquellas, que alejándose de Dios, van a
la perdición. Esas tienen preferencia, no de ternura, sino de paterno consuelo
y ayuda en el regreso, dejando, si fuera preciso, aquellas menos necesitadas de
asistencia. Jesús no vino para los justos, sino para los pecadores: “Por lo
tanto, oh mi Dios, presérvame de la funesta ilusión, del diabólico engaño de
creer que yo como cura deba ocuparme sólo de quien viene a la iglesia y
frecuenta los sacramentos (...). Que yo no olvide jamás, que el ministerio que
me ha sido confiado es ministerio de misericordia”.[6]
El ministerio de la misericordia es, para don Orione,
la sustancia de su sacerdocio y el horizonte permanente de su acción
caritativa. Es también un claro indicador de su santidad, porque “una señal
–decía Cassiano- de que el alma ha sido purificada con el fuego divino es la
capacidad para tener compasión de los pecadores”.
Un hecho en la vida de don Orione puede ayudarnos a
fijar el valor y el comportamiento del ministerio de la misericordia.
Cuenta cómo años atrás, predicando una misión en un
pueblo, había dedicado la última tarde para hablar de la misericordia de Dios.
Durante la charla, no sabe por qué, dijo: “Incluso si alguno hubiese puesto
veneno en el plato de su madre y la hubiese llevado de esta manera a la muerte,
si está realmente arrepentido y se confiesa, Dios, en su infinita misericordia,
está dispuesto a perdonarle su pecado”. Terminada la predicación se quedó
confesando hasta la media noche y, después, se puso en camino a pie hacia
Tortona. El tiempo no podía ser peor, nevaba y todo estaba cubierto de nieve.
Envuelto en la capa descubrió que, a la salida del pueblo, había alguien que lo
esperaba. “Reverendo, ¿usted es don Orione? ¿Ha sido usted quien ha predicado
esta tarde en la iglesia? Bien, quisiera saber si lo que ha dicho esta tarde es
verdad. Quisiera saber si de verdad es cierto que, incluso si alguien hubiera
metido veneno en la comida de su madre, todavía podría ser perdonado”.
Sigue don Orione: “No recordaba de haber dicho esas
palabras, pero le dije: ‘Por supuesto que es verdad. Basta que esté arrepentido
de verdad, pida perdón a Dios y se confiese; cualquier pecado, por grande que
sea, será perdonado; claro que para él hay misericordia y perdón’”. ‘Pues verá
– dijo-, yo soy el que ha puesto veneno en el plato de su madre. Mi mujer y mi
madre no se llevaban bien, y yo he matado a mi madre. ¿Podré ser perdonado?’. Y
se puso a llorar. Me contó la historia de su vida y después se echó a mis pies:
‘Padre, confiéseme: yo soy el del veneno en el plato de su madre. Desde ese
momento no he vuelto a tener paz. Han pasado tantos años. Desde entonces no he
vuelto a confesarme’.
‘Bien –le dije enseguida, confortándolo- por la
autoridad que he recibido de Dios, yo te puedo perdonar este pecado’. Se puso
de rodillas y se confesó llorando y le di la absolución. Después se levantó y
me abrazaba y me apretaba contra sí, siempre llorando, y no se terminaba de separar
de mí, tal era la alegría que le invadía. También yo lloré, le besé en la
frente y mis lágrimas se fundían con las suyas. Reemprendí el camino y llegué a
Tortona todo calado. Esa noche me quité las botas y me eché sobre la cama, y
soñé... ¿Qué soñé? Soñé con el corazón de Jesucristo; sentí el corazón de Dios,
¡qué grande es la misericordia de Dios!”.[7]
Este episodio es una parábola que ayuda a comprender
la misericordia de Dios y el ministerio de la misericordia. Don Orione ha sido
definido como “un rostro de la misericordia de Dios”. Y con este rostro era
reconocido por la gente que a él recurría.
[2] De San Juan Pablo II sobre don Orione en la Omelia
in occasione della beatificazione, 26 octubre de 1980, y la Omelia in occasione
della canonizzazione, 16 mayo de 2004.
[3] Don Orione, Nel nome della Divina Provvidenza,
Piemme, Casale Monferrato 20043, p. 27.
[6] Don Orione,
Nel nome della Divina Provvidenza, cit., p. 27.
[7] Cfr Parola VII, 21-22; XI, 234-235; XI, 325-327.
[8] En marzo de 1936, desde Rosario (Santa Fé -
Argentina), Don Orione escribe la carta llamada "El himno de la caridad”
que, después, fue grabada por el mismo Don Orione en un disco enviado a Italia.
La carta completa, en italiano, se encuentra en Le lettere II, 327-331.
[9] Aa. Vv., Tras los passos de Don Orione. Itinerario
de formación en la espiritualidad orionita, PODP, Buenos Aires, 2002, p. 170.
[10] Scritti 61, 114.
[11] Scritti 80, 283.
[12] Don Orione, Carta a Don Casa, 1 junio de 1920;
Lettere I, Roma, 1969, pp. 191-193.

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