Un punto de encuentro característico entre acción y
contemplación en la mística orionita es el ejercicio de la caridad hacia el
prójimo. Comúnmente la caridad hacia el prójimo es considerada como un efecto
de la experiencia de Dios, como una consecuencia y una manifestación del amor
hacia Dios. En la espiritualidad orionita es muy evidente que también es causa,
camino de la experiencia de Dios. Es un aspecto muy notable. Lo recordamos con
un episodio-símbolo que ha permanecido oculto pero que es significativo.
Durante la tarea de socorro llevada a cabo por Don
Orione inmediatamente después del terremoto de la Mársica (1915), un alto
funcionario del Ministerio del Interior fue a su encuentro.
"En efecto, había sido enviado con trenes de ropa
a Avezzano -recuerda aquel funcionario- y quedé sorprendido de este cura tan
mal vestido que corría de acá para allá llevando confianza por todas partes.
Quise hablarle, y abordándolo mientras se movía de un lugar a otro, me invitó a
seguirlo. ¡Pero qué paso tenía! Por seguirlo tropecé con una viga que había
entre los escombros; no supe contener una blasfemia. Don Orione se detuvo para
mirarme; pero ¡qué extraño! Me miraba como cuando de muchacho, habiendo hecho
una de las mías, me miraba mi madre. Después me preguntó: '¿Dónde estamos en
cuánto a religión? Yo le respondí: 'Tabula rasa', y él: '¿Queremos llegar a ver
a Dios?’, y yo : '¡Eh! , si me lo muestran', y Don Orione: 'Trata de hacer cada
día un poquito de bien' ". (84)
Este detalle de su vida revela la sabiduría evangélica
de Don Orione. También San Agustín reflexionaba: "Como no ves todavía a tu
Dios, amando al prójimo adquieres el mérito de verlo, amando al prójimo
purificas los ojos para poder ver a Dios, como claramente afirma Juan: Si no
amas al hermano que ves, ¿cómo podrás amar a Dios a quién no ves? (cfr. Jn.
4,20) ... Amando al prójimo y haciéndote cargo de él, tú caminas. ¿Y adónde te
conducirá el camino sino al Señor, a aquel que debemos amar con todo el
corazón, con toda el alma, con toda la mente?" (85)
La caridad hace ver a Dios: era la experiencia
cotidiana de Don Orione y era también su camino apostólico. "La caridad es como el río de la montaña, tiene
su surgente en lo alto. Vayamos a la surgente, a la surgente pura y viva.
Amemos a los hombres en Dios -dice San Agustín- pero únicamente por causa de
Dios: ésta es la verdadera y única caridad, que es el carisma más perfecto porque
es el precepto propio de Cristo nuestro Señor, más aún, se diría que es el
único precepto, porque todo se concentra y sintetiza aquí, en el amor más
sagrado y más dulce, amor de Dios y del prójimo. Y quien no lo vive, quien lo
viola, quien no lo observa, no es más copartícipe de la vida de Cristo y de su
Iglesia". (105)
Don Orione, activo, conocía bien la tentación del
activismo; Don Orione, muy metido entre la gente, conocía los riesgos del
"mundo". Y advertía a los hermanos.
"Deben erigir en su corazón muros impenetrables,
muros de fuego, dentro de los cuales no pueda entrar otro que el Espíritu de
Dios que es santo fuego de dulcísimo amor de Dios y de las almas. Sus muros
morales, los muros de su corazón son el Eremitorio más bello, y son el amor de
Jesús Crucificado, Dios y Redentor nuestro Santísimo, y el amor del prójimo:
dos grandes y supremos sagrados amores y mandamientos de la caridad".
(106)
"Piedad de fuego" insistía Don Orione,
"no a gotas de rocío y suspiros": él entendía educar para una fuerte
inspiración y unificación interior obrada en la conciencia, en la cual resuena
la voz y el amor de Dios. (107)
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------84. Ex processu, p. 540.
85. SAN AGUSTÍN, Trattato su Giovanni, 17, 7-9 en CCL
36, 174-175. También en esta línea E. VAN BROECKHOVEN, Diario dell'amicizia,
Jaca Book, Milán, 1975 (Strumenti per un lavoro teologico, 12).
105. Scritti 80, p. 280.
106. Carta a Don Draghi y a los ermitaños de San
Alberto, 18 de mayo de 1923.
107. Allí, en la conciencia, el hombre encuentra la
unidad espiritual, para esto debe "mantener un recogimiento habitual del
espíritu" Lettere II, p. 521. Allí, el hombre se refugia con sus
facultades espirituales en absoluta soledad: solo consigo mismo, o mejor, solo
con Dios -cuya voz resuena en la conciencia- y consigo mismo. "La conciencia
es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre" (Gaudium et spes 16)
Fuente: UNA ESPIRITUALIDAD "DE MANGAS
ARREMANGADAS". Unificación interior de acción y contemplación en Don Luis
Orione. Don Flavio Peloso F.D.P.
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