El 27 de septiembre se celebra en Argentina el Día Nacional de los Derechos de Niños y Adolescentes, en conmemoración de la sanción de la Ley N° 23.849 que aprobó en el derecho interno la Convención sobre los Derechos del Niño y sentó las bases del sistema de protección integral de derechos de la niñez y la adolescencia en nuestro país.
La incorporación de la Convención a nuestro sistema enfatizó el reconocimiento de los niños como sujetos plenos de derechos y garantías, mediante la consolidación de sus cuatro principios generales: el derecho a ser oído, a la no discriminación, a la vida y el desarrollo, y la consideración primordial del interés superior del niño. Asimismo, jerarquizó una serie de derechos fundamentales como el de la educación, la salud, la identidad y la participación (entre otros), que son complementarios e importantes para el desarrollo de todos los niños y niñas.
Desde muy joven Luis Orione, tuvo una especial solicitud por los jóvenes y por los más pequeños. Lo vivió siempre como un objetivo prioritario, convencido que los jóvenes son “el sol o la tormenta del mañana”. Inspirado en San Juan Bosco –su educador en los años de adolescencia- abrió su primer oratorio en Tortona, la semilla a partir de la cual surgiría la congregación: "la Pequeña Obra nació de aquel primer oratorio festivo", recordaba él mismo con entusiasmo.
Las comunidades orionitas tienen como característica fundacional ser comunidades abiertas a los jóvenes, no sólo para que los jóvenes se acerquen, sino para ir hacia ellos.
Así lo expresa el Proyecto de Pastoral Juvenil: "Acercarse al corazón del joven, especialmente del más necesitado, con el fin de hacer cristiana su vida. Acompañar su desarrollo integral, con caminos que lo lleven al descubrimiento del sentido de su vida, a la aceptación alegre de su existencia, al compromiso responsable en la solidaridad, especialmente hacia los más pobres, siguiendo el ejemplo de Don Orione”. Don Orione, sabía muy bien qué hacer con los jóvenes. Se nota su delicadeza maternal hacia un joven que debía ir a la escuela muy temprano por la mañana: “¡Te recomiendo que le tengas preparado el desayuno!”, le escribía a su Director.
Sabe intuir la íntima soledad de los jóvenes que en el terremoto habían perdido a sus padres. Les promete: “Los ayudaré siempre y les haré de padre en Jesucristo!”
Y cuando llegan las crisis de la adolescencia, se ofrece discretamente para dar una mano y superarlas: “¿Escucharás la voz de un amigo que siempre te ha dado pruebas de querer tu verdadero bien y de amarte en Jesucristo?”.
Por otra parte, con alguno que andaba por mal camino, manifiesta una fuerza sorprendente: “¿Pero no ves dónde vas a parar? Tienes que dar vuelta la página. Mejor que vayas a hacer de changador al puerto, aléjate del ocio...”
Demuestra plena disponibilidad para la escucha: “¿Por qué no me escribes y me abres tu corazón?
Sabe estar al lado de los jóvenes para orientarlos cuando el amor hace vibrar sus corazones. Paternalmente les advierte que no se fijen sólo en las apariencias: “¡No te dejes engañar!”
Su convicción de fondo es una seguridad, no obstante, los aparentes fracasos: “No se siembra nunca en vano a Jesús, en el corazón de los jóvenes”.
(por P. Vincenzo Alessiani)
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