El catecismo es un breve y sencillo , escrito por el
Papa San Pío X cuya primera edición data de 1905, con el importante objetivo de
popularizar la enseñanza del Catecismo en la Iglesia católica y así hacer que
los Católicos conozcan su fe y doctrina frente a lo que Pío X llama "la
amenazante difusión de errores en los fatídicos tiempos modernos"
.Este catecismo, publicado inicialmente en italiano, adopta el clásico método dialógico de preguntas y respuestas para exponer lo esencial de la doctrina católica, fortaleciendo por eso un conocimiento teológico básico para todos los católicos. Este método, aliado su "lenguaje claro y conciso", se tornó por eso mucho más adecuado a la formación de los jóvenes y adultos católicos del que el Catecismo Romano (tenía también la función de resumir el Catecismo Romano, que fue un producto importante del Concilio de Trento).
Supone este Catecismo una síntesis de otro Catecismo que escribió durante el Congreso Catequístico Nacional celebrado en Piacenza en 1889 cuando aún era el Obispo de Mantua. Ya en la Cátedra de San Pedro después de dos años, fue expuesto como una disciplina con la encíclica Acerbo Nimis y solicitada para la diócesis de Roma y que más tarde fue adoptado en toda la península itálica.
Ha recibido diferentes nombres este Catecismo, desde la canonización de Pío X por Pío XII en 1954, principalmente se le conoce como Catecismo de San Pío X. Hasta ese momento, su título original es Catecismo Mayor Compendio de la Doctrina Cristiana, más conocido como Catecismo Mayor en 1905 y como Catecismo de la Doctrina Cristiana desde la edición de 1912. En la edición de 1905, el Catecismo contaba con 993 preguntas y respuestas, mientras que en 1912 fue abreviado y corregido contando con 433 preguntas y respuestas además de publicarse con una carta adjunta escrita en términos solemnes, que le daba mayor autoridad y que según el Papa tenía ventajas sobre la anterior edición.4
Entre algunas diferencias de las ediciones, por ejemplo, en la de 1912 se especifica de forma escueta y rotunda que el Papa es infalible siempre que públicamente hable de doctrina incluso en el Magisterio Ordinario, sin dejar cabida a cualquier otra interpretación
PATRONES PREDILECTOSEscribía desde Buenos Aires:
"Hermanos míos muy queridos y amados, me parece escuchar las campanas de mi patria lejana que suenan a gloria por las ciudades y pueblos: su himno evoca en mí los más santos recuerdos: ellas cantan la resurrección de Cristo y me hacen llorar de fe, de alegría, de amor a Dios, de amor a ustedes, de amor a nuestra Italia".
Ordenó que en todas las casas de su Congregación hubiera una Biblia, la Suma de Santo Tomás, la Imitación de Cristo y el Dante. A los jóvenes alumnos escribía:
"Defiendan con valor el bien y la educación católica recibidos.
Difundan el espíritu de bondad: perdonen siempre: amen a todos; sean humildes, trabajadores,francos y leales en todo: el mundo tiene suma necesidad de fe, de virtud, de honestidad".
Pero las palabras mejores las reservas para los pobres; mientras que las más duras las usa para sí mismo. Los pobres son sus "patrones predilectos", nuestros patrones. Decía así, pero en realidad eran su corazón.
"En la puerta del Pequeño Cottolengo argentino, a los que entren no se les preguntará cómo se llaman, sino solamente si tienen algún sufrimiento."
El mismo fue pobre. "Pobre sacerdote", como se califica una vez. Otra vez se dice un changador de Cristo. Estropajo, era una expresión que solía aplicarse a sí mismo y a los suyos.
De su vida escribe con una humildad y una dignidad que
hace recordar a San Pablo:
"Sostenido por la gracia del Señor, he evangelizado a los pequeños, a los humildes, al pueblo, al pueblo pobre al que han envenenado con teorías perversas y arrebatado a Dios y a la Iglesia; en el nombre de la Divina Providencia he abierto los brazos y el corazón a sanos y enfermos, de toda edad, de toda religión, de toda nacionalidad: a todos habría querido dar, junto con el pan corporal, el divino bálsamo de la Fe, pero especialmente a nuestros hermanos que más sufren y están más abandonados.
Tantas veces he sentido a Jesucristo cerca de mí, tantas veces me pareció ver a Jesús en los más desdichados y los que están más abandonados".
Pero esto no le bastaba, y rezaba a la Virgen:
"Vivir, palpitar, morir a los pies de la Cruz con Cristo.
Beatísima Madre, haz que tus pequeños hijos, los hijos de la Divina Providencia, tengan amor; dales amor, ese amor que no es tierra sino fuego de caridad y locura de la Cruz.
Danos, María, un alma grande, un corazón grande y magnánimo que llegue a todos los dolores y a todas las lágrimas. Haz que seamos verdaderamente como nos quieres tú: ¡los padres de los pobres! Que toda nuestra vida esté consagrada a dar a Cristo al pueblo, y el pueblo a la Iglesia de Cristo; que arda y resplandezca de Cristo: y en Cristo se consuma, en una luminosa evangelización de los pobres: que nuestra vida y nuestra muerte sean un cántico dulcísimo de caridad, y un holocausto al Señor".
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