San Juan XXIII,
podemos decir, tiene dos fechas de celebración, igual que Santa Rosa de
Lima, primera santa de América. En Perú a ella se la recuerda el 30 de
agosto, mientras que el resto del mundo lo hace el 23 agosto.
Don Orione y Juan XXIII
Juan
XXIII contó en varias ocasiones su primer encuentro con don Orione
cuando, al comenzar su servicio en la Santa Sede, en los años 20, fue
invitado a que se aconsejara con él.
Fue
al Instituto San Felipe, fuera de la Puerta de San Juan. El portero del
Instituto le dijo que don Orione estaba en el patio. En un rincón, un
grupo de chicos jugaba con un sacerdote maduro en años. Este volvió la
cabeza, se separó un momento de sus amigos y preguntó: «¿Busca a
alguien, monseñor?». «Sí, quisiera hablar con don Orione», respondió
monseñor Roncalli. «Don Orione soy yo. Espere unos minutos, termino el
juego, me lavo las manos y estoy con usted».
Estas
palabras, dichas con tanta cortesía, con la mirada sonriente,
impresionaron al joven prelado de entonces, que desde hacía poco estaba
en Roma procedente de su Bérgamo natal y que por la noche escribió en su
diario: «28 de marzo de 1921. Lunes de Pascua. Esta tarde visité con
Monseñor Guerinoni la iglesia y las obras parroquiales de Todos los
Santos, fuera de la Puerta de San Juan; conversé largamente con don
Orione, del que puede decirse: contemptibilia mundi eligit Deus ut
confundat fortia. Lo que en el mundo es necio, Dios lo ha elegido para
confundir a los fuertes (1 Cor 1, 27)» (Messaggi di don Orione, 102, pp.
46-48).
Esta
estima y amistad no menguó nunca. A Douglas Hyde, un periodista inglés
que le preguntaba sobre la cualidad sobresaliente en don Orione, el
entonces patriarca Roncalli le respondió: «Don Orione era el hombre más
caritativo que he conocido. Su caridad iba más allá de los límites
normales. Estaba convencido de que se podía conquistar el mundo con el
amor»
Fuente: http://www.30giorni.it/articoli_id_3680_l2.htm
Dios todopoderoso y eterno, que llamaste a tu hijo Angelo,
a cumplir el ministerio petrino bajo el nombre de Juan XXIII,
ten misericordia de nosotros y danos, por intercesión del "Papa Bueno",
la caridad y la paz para vivirlas en cada momento de nuestras vidas,
hasta el momento que dispongas de nosotros en esta tierra.
Ayúdanos para alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesús,
y permite que esta petición, que humildemente te solicitamos, sea iluminado por el Espìritu Santo. Amèn.
Ha dicho el Papa Francisco que la raíz de la santidad de su predecesor se
encuentra en “su obediencia evangélica”.
“Aun más profundamente,
mediante este abandono cotidiano a la voluntad de Dios, el papa Juan
vivió una purificación, que le permitió desprenderse completamente de sí
mismo y de adherir a Cristo, dejando así emerger aquella santidad que
la Iglesia ha después oficialmente reconocido”
podemos recordar su lema episcopal,
Oboedientia et pax: obediencia y pazFrancisco sostuvo que “Angelo
Roncalli era un hombre capaz de transmitir paz; una paz natural,
serena, cordial; una paz que con su elección al Pontificado se manifestó
al mundo entero y recibió el nombre de la bondad. Es tan bello
encontrar un sacerdote, un cura bueno, con bondad”.
“En realidad,
el Papa Juan transmitía paz porque tenía un ánimo profundamente
pacificado. Él se había dejado pacificar por el Espíritu Santo. Y este
ánimo pacificado fue fruto de un largo y comprometido trabajo sobre sí
mismo, trabajo del que ha quedado abundante rastro en el Diario del
Alma”, agregó.
El Santo Padre dijo además que “si la paz ha sido
la característica exterior, la obediencia constituyó para Roncalli la
disposición interior. La obediencia, en realidad, fue el instrumento
para alcanzar la paz
“Ante todo ella tuvo un sentido muy simple y
concreto: desenvolver en la Iglesia el servicio que los superiores le
pedían, sin pretender nada para sí, sin sustraerse a nada de aquello que
le era pedido, incluso cuando eso significó dejar la propia tierra,
confrontarse con mundos a él desconocidos, permanecer por largos años en
lugares donde la presencia de católicos era escasísima”.
Francisco
subrayó que “este dejarse conducir, como un niño, construyó su
recorrido sacerdotal que ustedes bien conocen, de secretario de Mons.
Radini Tedeschi, padre espiritual en el Seminario diocesano, a
Representante Pontificio en Bulgaria, Turquía y Grecia, Francia, hasta
Pastor de la Iglesia veneciana y finalmente a Obispo de Roma”.
“A
través de esta obediencia, el sacerdote y obispo Roncalli vivió también
una fidelidad más profunda, que podremos definir, como él habría dicho,
abandono a la divina Providencia”.
La enseñanza para cada uno de
nosotros y para la Iglesia de nuestro tiempo, señaló el Papa, es que “si
sabemos dejarnos conducir por el Espíritu Santo, si sabemos mortificar
nuestro egoísmo para hacer espacio al amor del Señor y a su voluntad,
entonces encontraremos la paz, entonces sabremos ser constructores de
paz y difundiremos paz a nuestro alrededor”.
"la guía sapiente y
paterna de Papa Juan, su amor por la tradición de la Iglesia y la
consciencia de su constante necesidad de actualización, la intuición
profética de la convocación del Concilio Vaticano II y la ofrenda de la
propia vida por su buen término, quedan como piedras miliares en la
historia de la Iglesia del siglo XX y como un faro luminoso por el
camino que nos espera”.
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