¡Almas y almas!
Tortona, 12 de enero de 1930.
Amados hijos de San Pablo en Brasil:
¡Qué la gracia y la paz de Nuestro Señor Jesucristo
estén siempre con nosotros, o amadísimos míos!
He recibido con mucho gusto sus caligrafías, que casi
no reconocía más.
Verdaderamente han estado demasiado tiempo sin
escribirme.
Apruebo plenamente lo que proponen sobre el Parlamento
para la juventud masculina. El Beato Don Bosco solía decir que, cuando se desea
regenerar en la moralidad y en la vida cristiana a un país o una ciudad, se
debe abrir un Oratorio festivo o un Patronato o un Internado para los hijos del
pueblo de San Pablo.
Respecto al personal, si ruegan y me mandan dinero,
pronto podré mandarlo y será del bueno: es necesario ayudar y serán ayudados.
Es preciso luego que, una vez allí el personal nuevo, no se muestre
escandalizado por el poco espíritu de ustedes y por la poca observación de las
Reglas o por la poca unión, por la deficiente caridad fraterna.
Apenas se pueda unirán al Patronato u Oratorio
festivo, las Escuelas Externas; allí admitirán a todos los jovencitos desde los
siete años para arriba, que tengan buena voluntad para instruirse en la religión,
para divertirse y cumplir juntos sus deberes cristianos. Sólo se deben alejar
aquellos que provoquen escándalos y los contagiosos moralmente, los
insubordinados no de vez en cuando sino sistemáticamente, los blasfemadores
sistemáticos: para todos los demás mucha tolerancia. Los jóvenes, también los
más abandonados y miserables, mejor dicho, estos primero, deben sentir que nuestra
Casa es su casa, casa de refugio, de consuelo, de educación, de instrucción;
verdadera arca de salvación para sus almas. Sí es necesaria más disciplina y
vida religiosa, más obediencia.
Hace falta más dependencia del Superior y más unión y
concordia de ánimos y esperamos que esto comience finalmente, ¡es la primera
cosa!
Allí, como en cualquier otro lugar, no sólo es necesario
mantener las posiciones, ¡sino que es necesario progresar, progresar,
progresar! “Non progredi, regredi est!”. Como sucede con la virtud, la gracia y
la vida espiritual, así es con las instituciones religiosas: “Non progredi,
regredi est!”. ¡Es preciso hacer, es preciso hacer bien, es preciso hacer más,
mucho, pero mucho más!
Por eso deseo que quien es Director tome en su manos a
la Casa en el Nombre de Dios: deseo y le solicito que aparte su timidez, que lo
lleva alguna vez a encogerse de hombros como si fuese un niño al que nada le
importa; deseo y le solicito que no se acurruque, ni se encierre en sí mismo,
ni se limite a las funciones de iglesia: debe alejar de sí esa especie de
aspecto de conejo, que lo hace sacerdote no completo, más bien defectuoso, y,
en ciertas actividades necesarias, más negativo que positivo.
No le digo que no pondere, que no tenga prudencia, más
deseo y le solicito tener más espíritu, tener más coraje, más actividad social,
menos miedo de presentarse, menos temor de su sombra, menos lentitud, menos
titubeos de hacer o de no hacer, cuando existe la necesidad y el deber de hacer
y de no hacer mucho. No digo que él deba hacer de volcán, como a veces hacen
ustedes, no, pero que se muevan más en lo exterior y que no se arrinconen
siempre: ¡debe encender en sí una llama más viva de ardor por las almas, tener
más actividad, más rapidez, más apostolicidad, más sentido apostólico! Hay
tantas buenas cualidades sacerdotales en él, pero no basta con que se contente
de hacer de pequeño vice párroco en un vasto campo de trabajo como es el de ustedes,
y no debe retirarse siempre y empequeñecerse, ¡no! ¡Eso no va, eso no va! No va
como Superior de la Casa y no va como Párroco.
No quiero presuntuosos, pero no quiero tampoco
conejos: ¡no quiero sacerdotes, ni religiosos llenos de sí y de amor propio,
pero no quiero tampoco gente perezosa, pequeña de cabeza y de corazón, privada
de toda iniciativa sana, moderna, necesaria y buena, privada del coraje
necesario!
¡Confíen no en nosotros sino en Dios, y adelante con
el ánimo alto, con el corazón grande, con gran coraje! ¡Dios asiste y da
fuerza! ¿A qué temer? Y el que es párroco, no sólo en la Iglesia, sino también
en la vida social de la parroquia y tome y mantenga su lugar, y que salga, que
cumpla su misión también afuera y se haga conocer, siendo siempre sacerdote y
religioso, y edificando a todos.
Quien es el Superior de la casa que tome en sus manos
el timón de la Casa y haga de Superior: que ante todo de buen ejemplo y exija,
con tacto y amor en Cristo, que todos estén en su lugar y cumplan con su
deber...
Que el sea, más que un superior, un padre y hermano;
mas todos ténganlo como su superior. Pero el debe tener más vida y crear la
Parroquia, que ahora no es como la queremos... Ustedes van hacia adelante con
sobresaltos y erupciones, y eso deben corregirlo. Y vistan con más limpieza y
no se dejen caer, lo cual no les hace bien a ustedes y le hace mal al público.
El sacerdote en los hábitos, en el trabajo, en el modo
de actuar y de hablar debe tener un cierto sentido de conveniencia y de decoro:
un gran respeto a su carácter y dignidad sacerdotal, un sentido profundo de
delicadeza espiritual y de reverencia por los Sagrados Misterios que trata y
por las almas que debe acercar y conducir a Dios.
El Card. Manning de Inglaterra, en su testamento
moral, dejó escrito que Inglaterra tarda en convertirse al catolicismo porque
los sacerdotes católicos son poco educados en el trato y poco pulcros y parecen
demasiado inferiores y bajos y no al nivel de la educación y de esas exigencias
de la civilización, que es preciso respetar, mientras en ellas no haya mal.
Un sacerdote ha escrito aquí, y varias veces, que
están allí mirándose, que no se trabaja, que se hace poco y nada por la nueva
Parroquia. Dado el carácter excesivamente tímido y retraído del director y el
modo de actuar de ustedes, pienso también yo que existe una cierta falta de
actividad, de trabajo y poco contacto exterior: no falta de buen espíritu sino
poca vida parroquial y poca habilidad.
Es necesario entonces -y usted mismo me lo escribe-
hacer más, pero no decirlo y luego no hacerlo, que no sea fuego de paja, más
deben perseverar constantes, ¡y hacer, hacer más por las almas!
(...) Pero mi sentimiento y deseo es que se trabaje
con disciplina, con obediencia jerárquica, con obediencia religiosa y filial,
no admitiré confinamientos disciplinarios, ni otro trabajo fuera de los
carriles religiosos...
Concluyo: ¡Tengan fe! El coraje de ustedes se hará
grande, si tienen fe en Nuestro Señor Jesucristo. ¡Coraje! El Señor está
siempre cerca de quienes lo aman y se esfuerzan por su amor.
Acepten con amor y coraje los oficios que la Divina
Providencia les asigna por medio de los Superiores, y no admitan en su ánimo ni
locas temeridades, ni descorazonamientos que envilezcan, que hacen perezoso:
¡sean factores con la mano de Dios que edifica y no destruye con el diablo!
En los siervos de Dios no debe existir ningún
desaliento nunca: nosotros somos soldados de Cristo y por eso debemos rezar,
mirarlo a El, no temer nunca, debemos aumentar a un coraje superior mucho más
grande que las fuerzas que sentimos, ¡porque Dios está con nosotros!
¡No se dejen espantar por las dificultades o por el
poco fruto, y estén unidos en la caridad de Cristo!
La vida de ustedes estará llena de penas y de espinas.
Ustedes en San Pablo deberán caminar per ignem et aquam, pero no lo duden:
¡Dios está con ustedes, si ustedes son humildes y están con Dios! Tomen su
cargo con Fe, con Fe viva Fe y confianza en el Señor, pues el cargo viene de
Dios, y Dios está siempre cerca.
Que nuestro fervor no sea voluble, inconstante, que no
sea a saltos o independiente o insubordinado a la disciplina más rígida y
escrupulosa como debe ser la verdadera disciplina religiosa. Que sea un fervor
constante iluminado: fervor grande e inflamado, más prudente en la caridad.
Esto les digo particularmente a ustedes, que en ciertos momentos se manifiestan
de modo incandescente, pues el otro, en la prudencia, va hasta el exceso, hasta
el defecto, diría.
No es más prudencia, es otra cosa, que es exagerar las
dificultades, es falta de ardor sano y sano ardor, confiado en Dios.
Hace falta un iluminado espíritu de empresa, si no
ciertas obras no se hacen; la de ustedes se hace un estancamiento, no es más
vida de apostolado, sino una lenta muerte o fosilización. ¡Adelante, entonces!
No se podrá hacer todo en un día, pero no es preciso
morir ni en casa, ni en la sacristía: ¡fuera de la sacristía! No perder de vista
nunca ni a la iglesia, ni a la sacristía, mejor dicho el corazón debe estar
allá, allá la vida, allá donde está la Hostia, pero con debida cautela, es
necesario que se arrojen a un trabajo que no sea más sólo el trabajo que hacen
en la iglesia.
¡Fuera, fuera toda pusilanimidad! Lejos de nosotros
toda pusilanimidad, bajo la cual se esconde, a veces, la pereza y la pequeñez
de ánimo. La pusilanimidad es contraria al espíritu del Instituto nuestro, que
es ardiente y magnánimo.
Que la caridad que arde en el Corazón de Jesús queme
las expresiones que yo haya usado contrarias a la más dulce y paterna caridad
que tengo por ustedes: disculpen el estilo fuerte, miren el contenido. Que en
el nombre de Jesús comience una nueva vida.
Rueguen por mí, oh queridos hijos míos, y hasta
pronto, si Dios quiere.
¡Animo entonces, con las fuerzas unidas y adelante!
La Santísima Virgen los confortará con cada gracia y
bendición. Y sean por siempre bendecidos.
Don Sterpi, Don Perduca, Don Gatti Vittorio, Don
Cantoni y todos los saludan fraternalmente. Los abrazo en ósculo sancto.
Vuestro aff.mo como Padre en Jesucristo.
Don Luis Orione
de la Divina Providencia