En
un escrito a un grupo de maestros, Don Orione le dice cual es la clave
para formar el corazón de los niños: contarles la vida de Je sus, en
forma simple y agradable
.A los maestros
Nuestra religión tiene su fundamento granítico en un gran hecho histórico: la vida de Jesús.San
Pablo ha escrito que “nadie puede poner otro fundamento que el que ya
está puesto: Jesucristo” (1Cor.3,11). Si el Apóstol ha sido capaz de
decir esto de todos y de todo, cuanto más de los niños. La vida de
Jesús, contada a los pequeños, en forma simple y agradable, es el mejor
fundamento de toda la formación religiosa.
Narrar
el humilde nacimiento, las obras y milagros del Señor: exponer con la
simplicidad del Evangelio sus parábolas: repetir esas comparaciones tan
naturales, y al mismo tiempo, bello de tanta ingenua y suave poesía:
recordar aquella muerte, llena de tanto dolor y de tanto amor; cuanto
bien hace al corazón y también a la mente de los niños.
Y un poco de bien, digamos, nos lo hace también a nosotros, ya adultos, sino un gran bien al espíritu.
Contar
a los niños la bondad divina de Jesús por los enfermos: la misericordia
de Jesús por los débiles, por los pecadores: el amor dulce de Jesús por
los niños, por los pobres, por todos los afligidos, ciertamente es
abrir el corazón de los pequeños al amor de Jesús y preparar sus
corazones a creer en la palabra del Señor y de su Iglesia, y a observar,
a su tiempo, con mas a gusto los mandamientos de la religión.
Nada beneficiará más para hacer amar y seguir a Jesús, que hacerlo conocer.
Nada
más, practica y eficazmente, ayudará a educar en el honesto vivir
cristiano y civil a los adolescentes que edificar, con mano suave, la
vida moral, religiosa, y civil sobre aquella piedra maestra y angular
que es Cristo: “esa roca era Cristo”, ha dicho Pablo.
Solo
con el estudio piadoso de la vida de Jesús, y conduciendo, alegre y
suavemente, los niños modelaran su vida con la vida de Jesús, nosotros
los edificaremos en templo de Dios (cfr. Ef 2,22) Y prepararemos así, y
solo así, a la familia y a la patria de hijos dignos. Donde nos parece
que muy sabiamente, y con sabiduría de pedagogo, ha ya obrado la que
gobierna la suerte del país, puesta la religión como fundamento y
coronación de los estudios elementales, ha deliberadamente prescripto
que en el 3er grado – que en el curso primario forma como la columna
vertebral; se abra delante del niño la vida de Jesús, porque en aquella edad en que comienza a conocer lo importante, es iluminado por tanta luz, y calentado por tanto amor.
Venecia, Navidad 1923
Y OTRA CARTA A LOS DOCENTES:
Docentes, que nuestros
alumnos vean en nosotros intenso afán en pro de su verdadero bien, de un
porvenir mejor para ellos; vean que somos puntuales, y aprenderán a
serlo; que vean en nosotros diligencia, amabilidad, mucha educación,
seriedad – nada de liviandades – actividad solícita, junto con dulzura;
eficacia, trabajo; que vean que estudiamos, y estudiarán.
¡Si ven que Ustedes, son religiosos y piadosos, cuánto aprenderán a serlos ellos!
¡Si
el profesor no se hace esperar, da ejemplo de precisa diligencia a sus
alumnos! ¡Si ven que prepara las clases, que siempre está preparado,
ellos, a su vez, no perderán tiempo!
¿Quién es el que construye, crea, la escuela?
¡El
Maestro! ¿quién forma a los alumnos? ¡El ejemplo del maestro! ¿de quién
dependen los resultados de la escuela? En gran medida del maestro. Los
jóvenes se fijan más en el ejemplo del profesor, que en sus palabras: es
siempre cierto aquello de “las palabras influyen, pero los ejemplos
arrastran”
Aprovechar toda ocasión para que la instrucción
esté al servicio de la educación y perfeccionamiento moral, para formar
al joven en una sólida conciencia católica, educando y reforzando lo
mejor del hombre, la voluntad, sede de la virtud.
¡No les
encomiendo las máquinas; les encomiendo las almas de los niños y
jóvenes, su formación moral, católica e intelectual. Cultiven su
espíritu y su mente, eduquen su corazón!
Les costará
trabajo, fracasos y sufrimientos, pero vuelvan sus ojos a Cristo y
reflexionen que trabajan para Él y con Él, y por la Iglesia; y de Dios
recibirán la recompensa. Por otra parte, la misma sabiduría de los
hombres enseñan que los más hondos sufrimientos redundan en las alegrías
interiores más nobles; pues así como sin agua no reverdece la tierra,
del mismo modo, un alma sin lágrimas no florece a los ojos de Dios.
Don Orione
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