Nuestro
Señor Jesucristo y sobre sus huellas también Don Orione, nos recuerdan que Dios
es Padre que provee a los pájaros del cielo y a los lirios del campo[1]. La fe en la Divina Providencia es
la base de esa serenidad, que se lee en el rostro de todo creyente, y que se
debe mantener en las acciones cotidianas y en las obras emprendidas a diario.
Nosotros entreguemos a la “santa fatiga” –como la llamaba Don Orione- y la
Providencia no nos va a abandonar – especialmente en los momentos difíciles.
Que el trabajo de los religiosos, religiosas y laicos, que colaboran en las
obras socio-sanitarias orioninas, sea de confiada entrega y serena
laboriosidad, sin dejarse tentar por falsos entusiasmos: es siempre necesario
actuar con prudencia evangélica, sin tentar a la Providencia.
A la cabeza de los tiempos
Don
Orione nos lleva a un amplio discurso: “también esas formas, esas costumbres
que a nosotros pueden parecernos un poco laicas, respetémoslas y adoptémoslas
si es preciso, sin escrúpulos, sin pequeñez de entendimiento, es necesario
salvar la sustancia. Esto es todo. Los tiempos corren velozmente y han cambiado
bastante, y nosotros, en todo lo que no toca la doctrina, la vida cristiana y
de la Iglesia, debemos ir y caminar a la
cabeza de los tiempos, no en la cola y no hacernos arrastrar”5 estar a la cabeza de los tiempos, quiere decir adoptar el fin
de la evangelización como criterio para conservar lo viejo y abrirse a lo
nuevo.[2] Una obra es mucho más de vanguardia
cuando más evangeliza, eliminando el abismo entre pueblo e Iglesia.7 Este criterio que vuelve siempre casi “obsesivamente” en el fundador,
deberá inspirar elecciones inteligentes, con sentido crítico, elecciones
decididamente pastorales. Actuando así se puede llegar a ser un modelo de
estilo alternativo, propositivo, evangélico. * * *
[1] Cfr. Mt 6,25-34 5 LI
250 ss.
[2] A este respecto cfr. La I y II moción del XI
CG FDP que invitan a renovar las obras existentes y a desarrollar
intervenciones de frontera, para hacer mayormente transparente la fidelidad al
carisma orionino y realizar una siempre renovada teología de la encarnación 7 Cfr. L I, 251
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