Una lectura
eclesial
La Biblia nació de un pueblo, de una comunidad. Por
eso podemos decir que "el sujeto que interpreta la Biblia es el Pueblo de
Dios". Es el Espíritu Santo quien, dotando a la comunidad cristiana de
varios carismas, fomenta la lectura de la Biblia. Los diversos miembros de la
comunidad llegan a la interpretación de la Biblia: el Magisterio, los
estudiosos de la Biblia, la gente sencilla.
Nuestra lectura del Evangelio debe manifestar una
profunda comunión con la Iglesia de Cristo, "ya que es el propósito
primordial de nuestra Congregación amar y servir a Jesús en su Vicario en la
tierra, el Papa, y hacerlo amar, difundiendo a las personas y los pequeños el
más dulce y santo amor por el Papa, llevando a las multitudes a vivir más
unidas al Romano Pontífice "
Mesters ayuda a comprender cómo se debe vivir esta
dimensión eclesial de la lectura de la Biblia: "Interpretar la Biblia de
acuerdo con la Tradición y el Magisterio requiere no sólo una identificación
teórica con la doctrina de la Iglesia, sino también y sobre todo una
identificación práctica con la doctrina de la Iglesia. la vida de la Iglesia.
Requiere que el intérprete esté muy concretamente vinculado a una comunidad.
Normalmente es a través de la experiencia de la comunidad que se entra en
contacto con la acción del Espíritu Santo, vivo y presente en la Iglesia.
Espíritu es imposible interpretar correctamente la Sagrada Escritura "
l. Una interpretación "orionita"
Pero como los santos actualizan el mensaje del
Evangelio con su vida y sus obras, es posible buscar en Don Orione lo que
podríamos llamar una clave de la lectura carismática, para realizar una lectura
"orionina" del Evangelio. Debemos descubrir la clave de lectura que
utilizó Don Orione para acercarse al Evangelio.
La Pontificia Comisión Bíblica enseña que "la
interpretación de un texto siempre depende de la mentalidad y las
preocupaciones de sus lectores. Prestan especial atención a ciertos aspectos, y
sin pensarlo al menos descuidan otros". En Don Orione no hay duda de la
mentalidad y las inquietudes con las que se acerca a la lectura del Evangelio.
En una homilía del domingo después de Pentecostés,
dice: "Ningún precepto se repite más o se insinúa con más fuerza en el
Evangelio que el precepto de la misericordia; y ninguna virtud brilla tanto en
Jesucristo como la misericordia".
Desde Argentina, el 22 de junio de 1936 escribió:
"La caridad es precepto de Cristo, médula del Evangelio, síntesis del
cristianismo".
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