El niño lloraba desconsolado y furioso.
- ¿Qué te pasa, por qué lloras? - pregunta solícito
Luis Orione -.
El niño al fin estalla:
- ¡No voy más al catecismo! ¡Me pegan!
- Bueno -contemporiza Luis-, si te portas bien, no te
pegarán.
- ¡No, no voy más! -insiste enojado el pequeño-.
- No te pongas así. Si vienes conmigo te hago un
regalito.
El chico, al fin, le sigue a su cuartucho, mísero
altillo sobre la bóveda de la catedral. Le regala unos dulces y le explica el
catecismo. Cuando el niño se va, le dice: - Vuelve mañana; y trae a tus amigos.
Verás que te enseñaré más cosas de Dios y juntos nos divertiremos.
Y el niño volvió, acompañado por muchos otros. Luis
entonces los lleva a los pies de la Virgen del Buen Consejo en la catedral;
luego a su pobre cuarto, que se trasforma en aula y también en lugar de recreo.
De allí en más, todo su tiempo libre será para ellos. Pasados algunos meses, en
mayo, organiza un hermoso mes de María para todos. Ya toda la ciudad de Tortona
conoce a Luis y a sus chicos. Ya no caben en su pobre habitación de los techos
de la catedral; entonces los lleva al aire libre, subiendo la cuesta hasta las
ruinas del "castillo". Muchas veces, mientras suben hacia allí, pasan
ante un edificio con una imagen de la Virgen pintada en la pared; entonces hace
hacer un alto a la turbulenta tropa y todos se recogen en devota oración. Unos
treinta años después ese edificio se trasformará en una institución de la Obra:
el Colegio Dante Alighieri.
"Yo creo que el Señor -comentaba Don Orione- ha
querido así mostrarme su agrado por ese humilde homenaje que mis niños y yo
rendíamos a su Madre, en aquellos primeros años."- Sabe, Monseñor, -se
atreverá a decirle al obispo, un día- los chicos son muchos, en la catedral
alborotan y alteran la tranquilidad de los canónigos; la gente protesta.
Necesitaríamos otro lugar, más grande...- Y yo te doy mi jardín -dijo Mons.
Bandi, sin vacilar-: Será el Oratorio de la juventud de Tortona.
Sin más tardanzas, el 3 de julio de 1892 tendrá lugar
la solemne inauguración en presencia de dos obispos, muchos canónigos y otros
eclesiásticos dignos de nota, sus compañeros seminaristas y una familia de
amigos músicos: los Perosi.
Con sus apenas veinte años, Luis Orione pronunciará un
inflamado discurso tomando como lema: "¡Almas y almas!"
Así nació el Oratorio San Luis, primera semilla de lo
que habría de ser la futura Obra de la Divina Providencia. "Nuestra
primera tarea, es el Oratorio -afirmará-; es el campo de nuestras batallas
apostólicas. La salvación de la juventud del mundo entero, vendrá de los
oratorios y las escuelas, y no de los internados. ¡Y nuestra Obra nació
precisamente de un oratorio festivo!".