Nuestra política es la caridad Recuerdo haber leído, en el epistolario de
Rosmini, una sabia y seria carta que aquel filósofo y santo fundador escribía a
sus religiosos, enviados a Inglaterra para hacer allí el bien. Como hombre
habilísimo, piísimo y doctísimo que era, él escribía a los suyos que se hagan y
se vuelvan ingleses perfectos, por la caridad de Jesucristo.
¡Y les suplicaba que asumieran modales, vestimenta y
lenguaje y que hicieran todo precisamente como los ingleses, en sus modos y en
sus costumbres, y hacerlo todo para atraer a las almas y eso in viscéribus
Christi!
En todo lo que
no es un mal evidente, escribía Rosmini, “acepten y adopten, en lugar de crear
mal humor o ponerse en la posición de no poder hacer todo el bien que puedan
hacer”. Cada pueblo tiene sus costumbres y son buenas a sus ojos –añadía– y en
todo aquello que evidentemente, que claramente no es pecado, ¡háganse ingleses!
¡Inculturación! Y los Santos, los grandes Santos Cirilo y Metodio a fin de
convertir a los eslavos, ¿no hicieron eslava también la liturgia? Y llamados a
Roma, para defenderse, fueron con humildad de Santos y el Papa aprobó y bendijo
lo que habían hecho, y Roma los recibió triunfantes, y luego el Vicario de
Jesucristo los proclamó Santos y les dio como tumba una de las basílicas más
veneradas de Roma; San Clemente.
Don Bosco decía habitualmente: ¡entremos con la de
ellos, para salir con la nuestra!, es decir, adoptemos sus sistemas, donde
apenas se puede, para salvar sus almas. San Pablo llegó a escribir que hubiese
deseado ser anatema, o sea excomulgado, con tal de salvar las almas. Y yo les
digo, ¡oh hijos míos!: si están en Venecia, y desean hacer el bien háganse
venecianos lo más que puedan, y hasta que se pueda, y hagan eso por la caridad
de Jesucristo; y háganse venecianos para mejor lograr educar y salvar a los
huérfanos venecianos. Más aun, cuando haya ocasión, exalten a Venecia, que
verdaderamente lo merece y fue siempre católica, también en la época de Paolo
Sarpi, y fue la fortaleza de la fe de Italia contra la herejía de Lutero. Y
verán que harán el bien. En Piamonte sean piamonteses, en Roma, romanos, en
Sicilia, sicilianos. En los años que estuve en Messina aprendí, o traté de
aprender de inmediato, el lenguaje y las costumbres de Messina y en Messina yo
vestía el «robbone» (hábito) a la siciliana. No se puede ser perfectos en la
caridad, sino con la condición de despojarnos de los particularismos y de los
egoísmos finos de pueblo. En los partidos, nosotros no debemos nunca entrar, en
absoluto, y así no ponernos en política. Nuestra política deberá consistir en
llevar a Dios y a la Iglesia a la pobre juventud y a las almas, Pero, para
lograr mejor, salvar almas, es preciso saber adoptar ciertos métodos, y no
fosilizarnos en las formas, si las formas no agradan más, si se vuelven, o se
han vuelto, anticuadas y fuera de uso. Hagamos cristiana la vida, hagamos
cristiana el alma de los huérfanos y de los jóvenes confiados a nosotros: esto
es lo que Dios y la Iglesia nos piden a nosotros. ¡Y empleemos todas las
estrategias santas, todas las artes más gratas y más aptas para llegar a esto!
Cuando lleguemos a una ciudad o a una Casa, cuidémonos de hacer cambios
inmediatos porque correríamos el peligro de destruir y no de arreglar, de
perdernos en tonterías y, por la veleidad de cambiar, de ofender a quien estaba
antes que nosotros y, peor, por «exterioridades», perder las almas. ¡Atentos a
estos peligros! También esas formas, esas costumbres, que nos pueden parecer un
poco laicas, respetémoslas y adaptémoslas, si es preciso, sin escrúpulos, sin
pequeñeces de cabeza; ¡es necesario salvar la sustancia! Esto es todo. Los
tiempos corren velozmente y están bastante cambiados, y nosotros, en todo lo
que se refiera a la doctrina, la vida cristiana y de la Iglesia, debemos ir y
caminar a la cabeza de los tiempos, y no a la cola, y no al final, y no
hacernos remolcar. Para poder ir adelante y llevar los pueblos y la juventud a
la Iglesia y a Cristo es preciso caminar a la cabeza. Entonces quitaremos el
abismo que se va formando entre el pueblo y Dios, entre el pueblo y la Iglesia.
¡Trabajo, trabajo, trabajo! Nosotros somos los hijos de la fe y del trabajo. Y
debemos amar y ser los apóstoles del trabajo y de la fe. Nosotros debemos
correr siempre, para trabajar y trabajar siempre más. En Reggio Calabria nos
llaman los curas que corren. Tener cuidado con la salud, pero trabajar siempre,
con fervor, con ardor, por la causa de Dios, de la Iglesia, de las almas.
¡Mirar al cielo, orar, y luego... adelante con coraje y a trabajar! Ave María y
adelante, le decía a Bartolo Longo ese santo y seráfico fraile que fue el Padre
Ludovico de Casoria. ¡Siempre adelante!, ¡hijos míos in Domino, pero siempre
adelante! Adelante con la Virgen. ¡Ave María y adelante! ¡Adelante in Domino
Para nosotros el compromiso es: laicos cristianos, la
“paternidad” de Dios se convierte en un compromiso para hacer actual el Reino:
El compromiso por la construcción de la civilización del amor, el compromiso
para la realización de un proyecto cultural con orientación cristiana, el
compromiso por la difusión de una fraternidad universal que es el corazón de
nuestra inspiración carismática para un mundo mejor.