SABÍAS ?

MOVIMIENTO LAICAL ORIONITA BARRANQUERAS

SABES LO QUE SIGNIFICA MLO? SIGNIFICA MOVIMIENTO LAICAL ORIONITA

¿ Y SU ORIGEN? :

El MLO tiene su origen en Don Orione el cual durante toda su vida, ha comprometido a los laicos en su espíritu y misión para "sembrar y arar a Cristo en la sociedad".

¿Quiénes integran el movimiento?
Todos aquellos laicos que enraizados en el Evangelio, desean vivir y transmitir el carisma de Don Orione en el mundo...

¿Cuál es el fìn del MLO?

Es favorecer la irradiación espiritual de la Familia orionita, más allá de las fronteras visibles de la Pequeña Obra.
¿Cómo lograr esto?

A través del acompañamiento, animación y formación en el carisma de sus miembros,respetando la historia y las formas de participaciòn de cada uno.

¿Te das cuenta? Si amás a Don Orione, si comulgás con su carisma, si te mueve a querer un mundo mejor, si ves en cada ser humano a Jesús, si ves esa humanidad dolorida y desamparada en tus ambientes, SOS UN LAICO ORIONITA.

¿SABÍAS?
El camino y las estructuras del MLO, se fueron consolidando en las naciones de presencia orionita. Al interno del MLO y con el estímulo de los Superiores Generales , se juzgó maduro y conveniente el reconocimiento canónico del MLO ... así fue solicitado como Asociación Pública de Fieles Laicos, ante la Congregación para la vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica (CIVCVSA) y fue aprobado el 20 de noviembre de 2012.

Y BARRANQUERAS, SABÉS DONDE QUEDA? en el continente americano, en América del Sur, en ARGENTINA, y es parte de la Provincia del CHACO.

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domingo, 31 de mayo de 2020

ANIVERSARIO 25 "UT UNUM SINT DE JUAN PABLO II.CARTA DEL PAPA FRANCISCO




Con motivo del 25 aniversario de la Encíclica de san Juan Pablo II Ut unum sint, el Papa Francisco ha enviado una carta al presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, el cardenal Kurt Koch.
La Encíclica Ut unum sint sobre ecumenismo fue publicada por Juan Pablo en 1995 y constituye un llamamiento para lograr la unidad de los cristianos, como respuesta a la propia oración de Jesús por la unidad de los discípulos: “¡Qué todos sean uno!”.
En su misiva, el Santo Padre expone que esta Encíclica del papa polaco “confirmó ‘de modo irreversible’ (UUS, 3) el compromiso ecuménico de la Iglesia Católica” y la publicó en la Solemnidad de la Ascensión del Señor, “colocándola bajo el signo del Espíritu Santo, el artífice de la unidad en la diversidad, y en este mismo contexto litúrgico y espiritual la conmemoramos y proponemos al Pueblo de Dios”.
Unidad, don del Espíritu
En este sentido, Francisco señala que “la unidad no es principalmente el resultado de nuestra acción, sino que es don del Espíritu Santo. Sin embargo, esta ‘no vendrá como un milagro al final: la unidad viene en el camino, la construye el Espíritu Santo en el camino’ (Homilía en las vísperas, San Pablo extramuros, 25 enero 2014)”.
El Pontífice da gracias a Dios “por el camino que nos ha permitido recorrer como cristianos en busca de la comunión plena”, consciente de que “podríamos y deberíamos esforzarnos más”.
En particular, en Pontífice anuncia en esa misiva dos iniciativas recientes del Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos: La primera es un “Vademécum ecuménico para obispos, que se publicará el próximo otoño como estímulo y guía para el ejercicio de sus responsabilidades ecuménicas”. En segundo lugar, Francisco presenta la revista Acta Œcumenica, que, “en la renovación del Servicio de Información del Dicasterio, se propone como un subsidio para quienes trabajan para el servicio de la unidad”.
Publicamos a continuación la carta completa del Papa con motivo del aniversario de la Encíclica Ut unum sint.
Carta del Santo Padre
Cardenal KURT KOCH
Presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos
Mañana se cumplen veinticinco años de la firma por parte de san Juan Pablo II de la Carta encíclica Ut unum sint. Con la mirada puesta en el horizonte del Jubileo de 2000, quería que la Iglesia, en su camino hacia el tercer milenio, tuviera en cuenta la oración insistente de su Maestro y Señor: “¡Que todos sean uno!” (cf. Jn 17,21). Por ello, escribió esa Encíclica que confirmó “de modo irreversible” (UUS, 3) el compromiso ecuménico de la Iglesia Católica. La publicó en la Solemnidad de la Ascensión del Señor, colocándola bajo el signo del Espíritu Santo, el artífice de la unidad en la diversidad, y en este mismo contexto litúrgico y espiritual la conmemoramos y proponemos al Pueblo de Dios.
El Concilio Vaticano II reconoció que el movimiento para el restablecimiento de la unidad de todos los cristianos “ha surgido [...] con ayuda de la gracia del Espíritu Santo” (Unitatis redintegratio, 1). También afirmó que el Espíritu, mientras “obra la distribución de gracias y servicios”, es “el principio de la unidad de la Iglesia” (ibíd., 2). Y la Encíclica Ut unum sint reitera que “la legítima diversidad no se opone de ningún modo a la unidad de la Iglesia, sino que por el contrario aumenta su honor y contribuye no poco al cumplimiento de su misión” (n. 50). De hecho, “solo el Espíritu Santo puede suscitar la diversidad, la multiplicidad y, al mismo tiempo, producir la unidad. [...] Es él el que armoniza la Iglesia”. Me viene a la mente aquella bella palabra de san Basilio, el Grande: “Ipse harmonia est, él mismo es la armonía” (Homilía en la catedral católica del Espíritu Santo, Estambul, 29 noviembre 2014).
En este aniversario, doy gracias al Señor por el camino que nos ha permitido recorrer como cristianos en busca de la comunión plena. Yo también comparto la sana impaciencia de aquellos que a veces piensan que podríamos y deberíamos esforzarnos más. Sin embargo, no debemos dejar de confiar y de agradecer: se han dado muchos pasos en estas décadas para sanar heridas seculares y milenarias; ha crecido el conocimiento y la estima mutua, favoreciendo la superación de prejuicios arraigados; se ha desarrollado el diálogo teológico y el de la caridad, así como diversas formas de colaboración en el diálogo de la vida, en el ámbito de la pastoral y cultural. En este momento, pienso en mis queridos Hermanos que presiden las diversas Iglesias y Comunidades Cristianas; y también en todos los hermanos y hermanas de todas las tradiciones cristianas que son nuestros compañeros de viaje. Al igual que los discípulos de Emaús, podemos sentir la presencia del Cristo resucitado que camina a nuestro lado y nos explica las Escrituras, y reconocerlo en la fracción del pan, en la espera de compartir juntos la mesa eucarística.
Renuevo mi agradecimiento a todos los que han trabajado y siguen haciéndolo en ese Dicasterio para mantener viva la conciencia de este objetivo irrenunciable dentro de la Iglesia. En particular, me complace acoger dos iniciativas recientes. La primera es un Vademécum ecuménico para obispos, que se publicará el próximo otoño como estímulo y guía para el ejercicio de sus responsabilidades ecuménicas. En efecto, el servicio de la unidad es un aspecto esencial de la misión del obispo, quien es “el principio fundamento perpetuo y visible de unidad” en su Iglesia particular (Lumen gentium, 23; cf. CIC 383§3; CCEO 902-908). La segunda iniciativa es la presentación de la revista Acta Œcumenica, que, en la renovación del Servicio de Información del Dicasterio, se propone como un subsidio para quienes trabajan para el servicio de la unidad.
En el camino hacia la comunión plena es importante recordar el trayecto recorrido, pero también se necesita escudriñar el horizonte con la encíclica Ut unum sint, preguntándose: “Quanta est nobis via?” (n. 77), “¿cuánto camino nos separa todavía?”. Algo es cierto, la unidad no es principalmente el resultado de nuestra acción, sino que es don del Espíritu Santo. Sin embargo, esta “no vendrá como un milagro al final: la unidad viene en el camino, la construye el Espíritu Santo en el camino” (Homilía en las vísperas, San Pablo extramuros, 25 enero 2014). Por lo tanto, invoquemos al Espíritu con confianza, para que guíe nuestros pasos y cada uno escuche con renovado vigor el llamado a trabajar por la causa ecuménica; que Él inspire nuevos gestos proféticos y fortalezca la caridad fraterna entre todos los discípulos de Cristo, “para que el mundo crea” (Jn 17,21) y se acreciente la alabanza al Padre que está en el Cielo.
Vaticano, 24 de mayo de 2020
FRANCISCO
INFO: es.zenit.org

MARÍA, MADRE DE LA IGLESIA.Y LA INCORONATA

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Durante el Concilio Vaticano II se desarrolló una profunda y actualizada reflexión sobre la Iglesia y su papel en el mundo actual. Al clausurar el Concilio, el papa san Pablo VI proclamó a María, Madre de la Iglesia, con estas palabras: “Proclamamos a María Santísima Madre de la Iglesia, es decir, Madre de todo el pueblo de Dios, tanto de los fieles como de los pastores que la llaman Madre amorosa, y queremos que de ahora en adelante sea honrada e invocada por todo el pueblo cristiano con este gratísimo título”
(Alocución, 21/11/1964).
 MADRE DI DIO INCORONATA


LA VIRGEN SE APARECIÓ EN UN ROBLE EN EL AÑO 1001, Y  LA OBRA DON ORIONE LA TOMO A CARGO EN EL AÑO 1950.