Don Orione, “un corazón sin fronteras”
Muchos escritos de Don Orione abundan en
expresiones de apertura, de amplios horizontes, de miradas magnánimas, de
caridad que pretende abrazarlo todo y a todos, especialmente a los más humildes
y pobres, de fraternidad en el único Padre de todos.
Sólo como botón de muestra, transcribamos
algunos párrafos de una carta al P. Pensa de 1920, meses antes de su primer
viaje a Latinoamérica:
“Háganse ingleses con los ingleses”, (...) la
caridad se hace toda a todos, pero por amor a la caridad hay que renunciar a
las costumbres de nuestra nación y de nuestra región, y adaptarse a las
costumbres de los pueblos donde vivimos () nunca debemos aferrarnos demasiado a
las costumbres en que fuimos criados en otro lugar: de ahí nacen las antipatías
a cosas, personas y ciudades, y son un defecto que nos roba la dulzura del
corazón, y debilitan en nosotros la caridad y las fuerzas espirituales, es un
gran defecto en los que sirven a Dios el apego excesivo a los usos y costumbres
de sus respectivos pueblos (...) Que el regionalismo no nos empequeñezca el
alma. Si no nos despojamos de particularismos y
egoísmos pueblerinos, no seremos perfectos en
la caridad ()
El día de mañana, si fuera necesario, me
vestiría de rojo, y todos ustedes de rojo y las hermanas también de rojo, si
supiera que de esa manera podría atraer más almas
¡Y la Iglesia, siempre ha obrado así!”
Los espléndidos principios que hemos brevemente
reseñado en el párrafo anterior, deberían ayudarnos y alentarnos a superar
nuestros prejuicios, en la incansable tarea de ampliar nuestros horizontes en
aras de la caridad, de esa caridad que “no cierra puertas”, que pretende
abrazar a toda la humanidad “En las puertas del Pequeño Cottolengo –dirá Don
Orione– no se le pregunta al que llega si es italiano o extranjero, si tiene
una fe o si tiene un nombre, sino tan solo si tiene un sufrimiento”
En el contacto directo con el inmenso mundo
brasilero, Don Orione percibe los efectos de arrastre de la esclavitud;
esclavitud que estigmatiza y condena sin matices Y como mira la realidad no con ojos de mero
espectador o “cronista”, sino con los penetrantes ojos del profeta, como
posible “respuesta” a esa situación piensa en dos Congregaciones de negros que
vuelvan a África para evangelizarla: que los negros descendientes de los
primitivos africanos esclavizados vuelvan a sus hermanos africanos y les lleven
la libertad de la fe en Cristo Jesús, en cuyo nombre —dirá San Pablo— “ya no
hay judío ni pagano, esclavo ni hombre libre, varón ni mujer, porque todos
ustedes no son más que uno en Cristo Jesús” (Gálatas 3, 28).
Ese proyecto, de las dos Congregaciones de y
para negros, no cuajó, no se “cumplió” Entre otras cosas, porque Mons Gomes
Pimenta, en quien Don Orione se apoyaba totalmente, falleció poco después
Y en la actualidad, un proyecto semejante suena
a “racismo”, porque no se trata (como ya
dijimos más arriba) de fundar Congregaciones para negros separados de los
blancos, sino de que efectivamente convivan en fraternidad negros y blancos,
indios y mulatos, orientales y occidentales. Cosa fácil de proclamar, pero no
tan fácil de practicar, ni siquiera para un santo de “corazón sin fronteras”,
como Don Orione
Pero podemos rescatar de ese proyecto
aparentemente fallido, el sentido profundo de la historia, de los caminos de
Dios, del diálogo no sólo entre personas individuales, sino entre culturas, que
es el camino de la “Encarnación” de Jesús.