26 de junio, a eso de las 11, dejaba Sáenz Peña y a nuestro querido P. Contardi, y al saludarlo, tal vez por última vez, sentí en el corazón lo que la lengua no puede expresar. ¡Pero es todo por el Señor! Llegué a Resistencia hacia las 17. En la estación estaba esperándome el Obispo, Monseñor Nicola Di Carlo, hijo de italianos, y con él estaba el P. Corti, nativo de Voghera, traído aquí a los 2 años: es el Párroco de Resistencia, la capital del Chaco.
Fui llevado a la casa del Obispo, no oso decir Episcopado. Su Excelencia me cubrió de gentilezas, como ya lo había hecho cuando, de paso, estuve allí, rumbo a Sáenz Peña. Es un Obispo Misionero, activísimo y todo ardor, verdadero carácter de meridional de Italia. Quiso luego llevarme a un rapidísimo paseo para que viese que grande era la ciudad, que, en menos de 50 años, desde el día en que surgió la primera barraca, cuenta ahora con más de 50.000 habitantes sólo en el centro. Y no posee más una iglesia, ni grande ni bella, y sólo tres Sacerdotes, incluido el Obispo: tres apóstoles, el Obispo tiene el dinamismo de San Pablo.
Necesito personal. Cuando pienso en Ustedes, cuando ruego por ustedes, los veo a todos uno por uno, y busco entre ustedes, -casi llamándolos por su nombre, a los que puedan venir a ayudarme a propagar la Congregación en medio de estas poblaciones donde es tan grande la necesidad de sacerdotes llenos de amor a Dios y las almas, deseosos de sacrificarse juntamente con nuestro Señor para la vida comunicar de la Fe, o aumentarla, a tantos que, no tienen Fe, o la han perdido por pensar sólo en el lucro, y se pierden por mirar sólo a la tierra.
Hay que prepararse también para la misión que se nos ha confiado en Albania.
Fuerza, hijos míos: trabajemos sobre nosotros mismos para modelar nuestra vida en la de Jesús, levantemos el ánimo y avancemos a la conquista de las virtudes cristianas y religiosas, y en el amor y el servicio a Dios y a la Iglesia, siempre con los ojos puestos en el Señor e implorando su auxilio.
Tenemos que aprender la ciencia de Jesucristo, como dice San Pablo, andar y andar, a paso vivo por los caminos de Dios. Fuerza, hijos míos, prepárense todos para ser apóstoles –en su tierra[1] o fuera de ella-, pero en absolutamente necesario que todos seamos apóstoles de Fe, de amor a Dios y al prójimo, de amor a la santísima Virgen, de amor al Papa y a la Iglesia.
El que no quiera ser apóstol, que salga de la Congregación: en la actualidad, el que no es apóstol de Jesucristo y de la Iglesia, es un apostata.
[1] “Italia”, dice Don Orione, escribiéndole a los italianos