En el año
1972, en que se celebraban los 100 años del nacimiento de Don Orione, la familia
Valle tomaba la decisión de donar a la Pequeña Obra su vieja casona de Tigre.
Seguramente soñaban que aquel lugar que tanto habían disfrutado en familia,
volviese a llenarse de vida.
Para esto,
conocían bien la realidad de muchos chicos que vivían –y viven– en las islas
del Delta. Sabían de sus pocas posibilidades de estudiar y desarrollarse, y del
sacrificio de tener que viajar dos o tres horas de lancha a motor para acceder
a la escuela primaria o a la secundaria.
Si bien, ese
anhelo, por diversos motivos no lograba concretarse, unos años más tarde, la
Hermana Perseverancia solicitaba poder utilizar la casa para llevar de
vacaciones a un grupo de los bebes que vivían en el Cottolengo de Avellaneda.
Así fue
durante el ´74 y el ´75, y al año siguiente el Superior Provincial de los
Religiosos de Don Orione autorizaba de manera formal la permanencia en aquel
lugar. Era entonces, el año 1976, y de esta manera empezaba a existir
oficialmente el Hogar Santa Rosa.
A medida que
iba pasando el tiempo, varios de los pequeños eran llevados al Cottolengo de
Claypole y otros a la Fundación Nosotros –creada por una voluntaria del Hogar-
porque no había instalaciones suficientes para niñas y niños.