Entre los que acudieron a Avezano, después del terremoto de 1915, está Vincenzina Valbonesi, jóven denodada, llegada desde San Pietro in Bagno, en Romagna, para ejercitar su profesión de partera en Avezzano.
Conoció pronto a Don Orione y de él se sirvió para la salvación de un fogoso masón del lugar.
“Alejada de mi tierra, así narraba con frecuencia ella misma, estuve muy contenta cuando me encontré con otros cinco paisanos y, aún sabiendo que eran masones, nos encontrábamos frecuentemente. Uno de ellos cayó gravemente enfermo.
Un día, mientras le prestaba los habituales cuidados, me dio a entender que aceptaría
los sacramentos de la Iglesia y añadió: “Pero ésto es imposibe porque los compañeros no me abandonan y no permitirán nunca que un cura se me acerque”. Le expuse el caso a Don Orione: nos pusimos de acuerdo. A las veinte del mismo día, mientras nosotros jugábamos a las cartas en una habitación contigua, Don Orione entró a escondidas por una ventana y administró los sacramentos al pobre enfermo. Pudo estar bastante tiempo junto al lecho, porque yo animaba el juego, dando lugar a frecuentes discusiones. Cumplió así su misión y, por la misma ventana, se fue.
Cuando me dí cuenta de eso, invité a los cuatro compañeros junto al lecho del enfermo y con franqueza les dije: “Amigos, vuestro compañero se ha confesado y ha comulgado...”.
Estupor, cólera, pero Don Orione pudo hacer alguna otra visita al pobrecito, que falleció muy pronto”.Don Orione menciona este hecho en una carta del 20 de febrero de 1915 a Don Sterpi:
“Recibí la abjuración de un masón, y le mandaré el delantal y otros graves documentos, que pondrá bajo los pies de nuestra santísima Madre” (Scr. 12,118).