La designación vaticana de que la ciudad de Buenos Aires fuera sede del Congreso Eucarístico Internacional de 1934 ponía de manifiesto el lugar que la Argentina ocupaba en el concierto de las naciones cercanas a Europa desde fines del siglo XIX.
Las tres primeras décadas del siglo XX significaron una etapa de cambios para el catolicismo argentino, un proceso en que no faltó tensiones y conflictos, pero en el cual se cimentaron los rasgos propios de la Iglesia Argentina.
Dada la dura situación que atravesaba el país a mediados de la década, tras la crisis económica e institucional abierta en 1930, desde distintos sectores se creía que esta era la oportunidad para hacer ver al mundo que el país caminaba en vías de fortalecimiento económico y cultural, ofreciendo una imagen de prosperidad recuperada
En esos años, el rápido desarrollo de la Pequeña Obra de la Divina Providencia, la gran cantidad de vocaciones, la multiplicación de obras, algunos problemas financieros, junto con celos y envidia de algunos sectores eclesiales, produjeron que Don Orione fuera mal interpretado y calumniado. Por ello, su segunda visita a nuestro país resultaba -también- una suerte de retiro misionero.
Al concluir el Congreso, Don Orione era conocido por toda Buenos Aires y su fama de santidad era aclamada por el pueblo y el clero. En ese momento providencial nacía el Pequeño Cottolengo Argentino, como él mismo lo expresaba por radio: “Al pie de la gran Cruz del Congreso Eucarístico nació una humilde obra de caridad. Una obra que fue bendecida por el Eminentísimo Cardenal Primado, por el Excmo. Señor Nuncio de Su Santidad y por el Episcopado Argentino, que fue confortada por los votos fervientes del pueblo. Es el Pequeño Cottolengo argentino...”
El Congreso Eucarístico le abrió a Don Orione las puertas del corazón del pueblo argentino y preparó el camino para su obra de caridad y evangelización. Él, por su parte, supo leer los signos de los tiempos y ver las necesidades de la época, aportando su audacia apostólica y su dinámica de la caridad. Pero, principalmente, su presencia y su ejemplo de santidad moderna.
Un signo más de que los caminos de la Providencia no son los mismos que los de los hombres. .El Congreso se inauguró el 10 y concluyó el 14 de octubre. Don Orione vivió en él jornadas inolvidables, participando en aquel triunfo eucarístico junto con los hermanos llegados del Brasil.