SABÍAS ?
¿SABÍAS?MOVIMIENTO LAICAL ORIONITA BARRANQUERAS
SABES LO QUE SIGNIFICA MLO? SIGNIFICA MOVIMIENTO LAICAL ORIONITA
¿ Y SU ORIGEN? :
El MLO tiene su origen en Don Orione el cual durante toda su vida, ha comprometido a los laicos en su espíritu y misión para "sembrar y arar a Cristo en la sociedad".
¿Quiénes integran el movimiento?
Todos aquellos laicos que enraizados en el Evangelio, desean vivir y transmitir el carisma de Don Orione en el mundo...
¿Cuál es el fìn del MLO?
Es favorecer la irradiación espiritual de la Familia orionita, más allá de las fronteras visibles de la Pequeña Obra.¿Cómo lograr esto?
A través del acompañamiento, animación y formación en el carisma de sus miembros,respetando la historia y las formas de participaciòn de cada uno.
¿Te das cuenta? Si amás a Don Orione, si comulgás con su carisma, si te mueve a querer un mundo mejor, si ves en cada ser humano a Jesús, si ves esa humanidad dolorida y desamparada en tus ambientes, SOS UN LAICO ORIONITA.
El camino y las estructuras del MLO, se fueron consolidando en las naciones de presencia orionita. Al interno del MLO y con el estímulo de los Superiores Generales , se juzgó maduro y conveniente el reconocimiento canónico del MLO ... así fue solicitado como Asociación Pública de Fieles Laicos, ante la Congregación para la vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica (CIVCVSA) y fue aprobado el 20 de noviembre de 2012.
Y BARRANQUERAS, SABÉS DONDE QUEDA? en el continente americano, en América del Sur, en ARGENTINA, y es parte de la Provincia del CHACO.
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miércoles, 10 de febrero de 2021
JUBILEOS DE VIDA RELIGIOSA Y SACERDOTAL
Santa Misa Jueves 11 de Febrero - 19hs. Parroquia Sagrado Corazón Claypole - Bs.AsFESTEJANDO LA VIDA CONSAGRADA Como tradicionalmente sucede los 11 de febrero, fiesta de Ntra. Sra. de Lourdes, religiosos orionitas celebrarán sus primeras profesiones, renovación de votos y festejarán el jubileo de su vida religiosa y sacerdotal CONOCELOS http://bit.ly/FestejosConsagracion
MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO PARA LA XXIX JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO
Uno solo es vuestro Maestro y todos vosotros sois
hermanos (Mt 23,8). La relación de confianza, fundamento del cuidado del
enfermo
Queridos hermanos y hermanas:
La celebración de la 29.a Jornada Mundial del Enfermo,
que tendrá lugar el 11 de febrero de 2021, memoria de la Bienaventurada Virgen
María de Lourdes, es un momento propicio para brindar una atención especial a
las personas enfermas y a quienes cuidan de ellas, tanto en los lugares
destinados a su asistencia como en el seno de las familias y las comunidades.
Pienso, en particular, en quienes sufren en todo el mundo los efectos de la
pandemia del coronavirus. A todos, especialmente a los más pobres y marginados,
les expreso mi cercanía espiritual, al mismo tiempo que les aseguro la solicitud
y el afecto de la Iglesia.
1. El tema de esta Jornada se inspira en el pasaje
evangélico en el que Jesús critica la hipocresía de quienes dicen, pero no
hacen (cf. Mt 23,1-12). Cuando la fe se limita a ejercicios verbales estériles,
sin involucrarse en la historia y las necesidades del prójimo, la coherencia
entre el credo profesado y la vida real se debilita. El riesgo es grave; por
este motivo, Jesús usa expresiones fuertes, para advertirnos del peligro de
caer en la idolatría de nosotros mismos, y afirma: «Uno solo es vuestro maestro
y todos vosotros sois hermanos» (v. 8).
La crítica que Jesús dirige a quienes «dicen, pero no
hacen» (v. 3) es beneficiosa, siempre y para todos, porque nadie es inmune al
mal de la hipocresía, un mal muy grave, cuyo efecto es impedirnos florecer como
hijos del único Padre, llamados a vivir una fraternidad universal.
Ante la condición de necesidad de un hermano o una
hermana, Jesús nos muestra un modelo de comportamiento totalmente opuesto a la
hipocresía. Propone detenerse, escuchar, establecer una relación directa y
personal con el otro, sentir empatía y conmoción por él o por ella, dejarse
involucrar en su sufrimiento hasta llegar a hacerse cargo de él por medio del
servicio (cf. Lc 10,30-35).
2. La experiencia de la enfermedad hace que sintamos
nuestra propia vulnerabilidad y, al mismo tiempo, la necesidad innata del otro.
Nuestra condición de criaturas se vuelve aún más nítida y experimentamos de
modo evidente nuestra dependencia de Dios. Efectivamente, cuando estamos
enfermos, la incertidumbre, el temor y a veces la consternación, se apoderan de
la mente y del corazón; nos encontramos en una situación de impotencia, porque
nuestra salud no depende de nuestras capacidades o de que nos “angustiemos”
(cf. Mt 6,27).
La enfermedad impone una pregunta por el sentido, que
en la fe se dirige a Dios; una pregunta que busca un nuevo significado y una
nueva dirección para la existencia, y que a veces puede ser que no encuentre
una respuesta inmediata. Nuestros mismos amigos y familiares no siempre pueden
ayudarnos en esta búsqueda trabajosa.
A este respecto, la figura bíblica de Job es
emblemática. Su mujer y sus amigos no son capaces de acompañarlo en su
desventura, es más, lo acusan aumentando en él la soledad y el desconcierto.
Job cae en un estado de abandono e incomprensión. Pero precisamente por medio
de esta extrema fragilidad, rechazando toda hipocresía y eligiendo el camino de
la sinceridad con Dios y con los demás, hace llegar su grito insistente a Dios,
que al final responde, abriéndole un nuevo horizonte. Le confirma que su
sufrimiento no es una condena o un castigo, tampoco es un estado de lejanía de
Dios o un signo de su indiferencia. Así, del corazón herido y sanado de Job,
brota esa conmovida declaración al Señor, que resuena con energía: «Te conocía
sólo de oídas, pero ahora te han visto mis ojos» (42,5).
3. La enfermedad siempre tiene un rostro, incluso más
de uno: tiene el rostro de cada enfermo y enferma, también de quienes se
sienten ignorados, excluidos, víctimas de injusticias sociales que niegan sus
derechos fundamentales (cf. Carta enc. Fratelli tutti, 22). La pandemia actual
ha sacado a la luz numerosas insuficiencias de los sistemas sanitarios y
carencias en la atención de las personas enfermas. Los ancianos, los más
débiles y vulnerables no siempre tienen garantizado el acceso a los
tratamientos, y no siempre es de manera equitativa. Esto depende de las
decisiones políticas, del modo de administrar los recursos y del compromiso de
quienes ocupan cargos de responsabilidad. Invertir recursos en el cuidado y la
atención a las personas enfermas es una prioridad vinculada a un principio: la
salud es un bien común primario. Al mismo tiempo, la pandemia ha puesto también
de relieve la entrega y la generosidad de agentes sanitarios, voluntarios,
trabajadores y trabajadoras, sacerdotes, religiosos y religiosas que, con
profesionalidad, abnegación, sentido de responsabilidad y amor al prójimo han
ayudado, cuidado, consolado y servido a tantos enfermos y a sus familiares. Una
multitud silenciosa de hombres y mujeres que han decidido mirar esos rostros,
haciéndose cargo de las heridas de los pacientes, que sentían prójimos por el
hecho de pertenecer a la misma familia humana.
La cercanía, de hecho, es un bálsamo muy valioso, que
brinda apoyo y consuelo a quien sufre en la enfermedad. Como cristianos,
vivimos la projimidad como expresión del amor de Jesucristo, el buen
Samaritano, que con compasión se ha hecho cercano a todo ser humano, herido por
el pecado. Unidos a Él por la acción del Espíritu Santo, estamos llamados a ser
misericordiosos como el Padre y a amar, en particular, a los hermanos enfermos,
débiles y que sufren (cf. Jn 13,34-35). Y vivimos esta cercanía, no sólo de
manera personal, sino también de forma comunitaria: en efecto, el amor fraterno
en Cristo genera una comunidad capaz de sanar, que no abandona a nadie, que
incluye y acoge sobre todo a los más frágiles.
A este respecto, deseo recordar la importancia de la
solidaridad fraterna, que se expresa de modo concreto en el servicio y que
puede asumir formas muy diferentes, todas orientadas a sostener al prójimo.
«Servir significa cuidar a los frágiles de nuestras familias, de nuestra
sociedad, de nuestro pueblo» (Homilía en La Habana, 20 septiembre 2015). En
este compromiso cada uno es capaz de «dejar de lado sus búsquedas, afanes,
deseos de omnipotencia ante la mirada concreta de los más frágiles. […] El
servicio siempre mira el rostro del hermano, toca su carne, siente su
projimidad y hasta en algunos casos la “padece” y busca la promoción del
hermano. Por eso nunca el servicio es ideológico, ya que no se sirve a ideas,
sino que se sirve a personas» (ibíd.).
4. Para que haya una buena terapia, es decisivo el
aspecto relacional, mediante el que se puede adoptar un enfoque holístico hacia
la persona enferma. Dar valor a este aspecto también ayuda a los médicos, los
enfermeros, los profesionales y los voluntarios a hacerse cargo de aquellos que
sufren para acompañarles en un camino de curación, gracias a una relación
interpersonal de confianza (cf. Nueva Carta de los agentes sanitarios [2016],
4). Se trata, por lo tanto, de establecer un pacto entre los necesitados de
cuidados y quienes los cuidan; un pacto basado en la confianza y el respeto
mutuos, en la sinceridad, en la disponibilidad, para superar toda barrera
defensiva, poner en el centro la dignidad del enfermo, tutelar la
profesionalidad de los agentes sanitarios y mantener una buena relación con las
familias de los pacientes.
Precisamente esta relación con la persona enferma
encuentra una fuente inagotable de motivación y de fuerza en la caridad de
Cristo, como demuestra el testimonio milenario de hombres y mujeres que se han
santificado sirviendo a los enfermos. En efecto, del misterio de la muerte y
resurrección de Cristo brota el amor que puede dar un sentido pleno tanto a la
condición del paciente como a la de quien cuida de él. El Evangelio lo
testimonia muchas veces, mostrando que las curaciones que hacía Jesús nunca son
gestos mágicos, sino que siempre son fruto de un encuentro, de una relación
interpersonal, en la que al don de Dios que ofrece Jesús le corresponde la fe
de quien lo acoge, como resume la palabra que Jesús repite a menudo: “Tu fe te
ha salvado”.
5. Queridos hermanos y hermanas: El mandamiento del
amor, que Jesús dejó a sus discípulos, también encuentra una realización
concreta en la relación con los enfermos. Una sociedad es tanto más humana
cuanto más sabe cuidar a sus miembros frágiles y que más sufren, y sabe hacerlo
con eficiencia animada por el amor fraterno. Caminemos hacia esta meta,
procurando que nadie se quede solo, que nadie se sienta excluido ni abandonado.
Le encomiendo a María, Madre de misericordia y Salud
de los enfermos, todas las personas enfermas, los agentes sanitarios y quienes
se prodigan al lado de los que sufren. Que Ella, desde la Gruta de Lourdes y
desde los innumerables santuarios que se le han dedicado en todo el mundo,
sostenga nuestra fe y nuestra esperanza, y nos ayude a cuidarnos unos a otros
con amor fraterno. A todos y cada uno les imparto de corazón mi bendición.
Roma, San Juan de Letrán, 20 de diciembre de 2020,
cuarto domingo de Adviento.
Francisco