Dar testimonio de la Divina Providencia en tiempos de secularismo.
“La Divina Providencia parece escondida al
hombre, porque el hombre la ve y muchas veces no la ama, la toca y muchas veces
no lo cree; ella lo viste mejor que a los lirios del campo y le da de comer, y
él cree estar desnudo y con hambre. Ella gobierna el mundo con leyes armónicas
y eternas, se esconde y no se hace ver a los que les falta la fe, no obstante
sea rico de medios materiales, de inteligencia y de mucha cultura”.[16]
En las páginas de Don Orione hay numerosos ecos
de la desorientación de las masas populares confundidas por ideologías y
costumbres que llevan a la “apostasía de la fe”.
El concepto y la actitud de confianza en la
Divina Providencia estaba y está aún hoy en crisis. El secularismo invade.
Constituye la más globalizada amenaza de la fe cristiana. Al inicio del siglo
pasado, Robert Hugh Benson, en su romance Lord of the world (el patrón del
mundo) había previsto la disminución de la fe cristiana, no por causa de una
cruenta persecución pública, sino a través del humanismo secularista. Para usar las palabras de Benson, la caridad
sería sustituída por la filantropía, la fe sería colocada fuera de la cultura,
la esperanza, en la satisfacción.
Sin entrar en el análisis de las raíces y de
los factores psicológicos, culturales y sociales que alimentan el secularismo,
podemos constatar simplemente que hoy el concepto de Divina Providencia está en
crisis y, con ello está en crisis el mensaje salvífico cristiano y, en
consecuencia, el rol sacramental de la Iglesia.
El actual contexto secularizado estimula, más
que desanimar, a quien es hijo de la Divina Providencia: “Nos sentimos, en
Cristo, hijos del Padre celestial y nos abandonamos con fe a su amorosa
Providencia; hijo de la Divina Providencia, de hecho, quiere decir hijo de la
fe”[17]. Un carisma sirve propiamente cuando aquél valor evangélico está en
crisis. Como sirve un reconstituyente, sobre todo cuando el cuerpo está
débil.
Aún en nuestros ambientes cristianos es más
fácil hablar de la trascendencia de Dios; y se tiene miedo y casi pudor para
indicar la providencia de Dios que ocurre en los hechos y en las personas[18].
Más aún, con dudosa insistencia, se afirma que la religión debe ser “en
espiritu y en verdad”. Casi se renuncia a reconocer e interpretar los signos de
la presencia de Dios y su importancia en la existencia cotidiana y en la
historia[19]. Para Don Orione, a su vez, la confianza en la Divina Providencia
fue el centro dinámico de su (nuestra) experiencia personal de Dios, fue el
motivo inspirador de su apostolado y de su Fundación. “Sí, Obra de la Divina
Providencia: proclamar contra el materialismo histórico “Que tu Providencia
todo lo gobierna”. La Providencia Divina es la continua creación de las
cosas”[20]. Hoy, tal vez, se deberia decir: “Sí, Pequeña Obra de la Divina
Providencia: proclamar en el desierto del sin sentido que Dios ama el
mundo”, “Oh Padre, cuida de
nosotros”[21].
Benedicto XVI, en la Carta Apostólica
Ubicumque et sempre (21.9.2010)[22], después de haber elencado las actuales
desoladoras consecuencias de la vida vivida “como si Dios no existiese” (“etsi
Deus non daretur”), afirma que “para proclamar de modo fecundo la Palabra del
Evangelio, se pide antes que nada que se haga una profunda experiencia de
Dios”. De hecho, como ya había dicho, “Dios no se puede hacer conocer sólo con
las palabras. No se conoce una persona, si se sabe de esta persona sólo por
otros[23].
Anunciar a Dios es introducirse en la relación
con Dios. Sólo en la experiencia de la vida con Dios aparece también la
evidencia de su existencia”.
En estas palabras encontramos la sólida
voluntad de Don Orione: “vivir y hacer experimentar la Providencia de Dios” y
adquiere para nosotros, orionitas, nueva actualidad como la más eficaz
respuesta al secularismo en el movimiento de la nueva evangelización.
“Para Don Orione – observó en un discurso suyo
Juan Pablo II – el celo sacerdotal se conjugaba con el abandono en la
Providencia divina, así, el secreto de su existencia y de su múltiple actividad
descansaba en una iluminada confianza en el Señor, porque “el último en vencer
es El, Cristo, y Cristo vence en la caridad y en la misericordia” (Carta II,
338). En sus institutos, revive el genio de la caridad de Don Orione que se
traduce , como peculiar carisma, en la confianza en la Divina Providencia. Los
hombres de nuestro tiempo, sedientos de verdad y de amor, tienen necesidad de
encontrar testigos”[24].
Esta es la palabra clave: “testigos” , “hijos”
de la Divina Providencia.
“La fe no es sólo la divina virtud fundamental
y teologal, sino que es también, para nosotros, religiosos – y, además Hijos de
la Divina Providencia – la base de todo el edificio religioso. Hijo de la
Divina Providencia, quiere decir hijo de
la fe”[25].
[16] Lettere scelte, p.20-21.
[17]Art. 9 de las Constituciones. Igual
concepto es repropuesto por el art. 69: “Jamás seremos Hijos de la Divina
Providencia sin una vida toda de fe y de confianza en Dios”. Cfr mi conferencia
al Forum de los jóvenes de Río de Janeiro en el
2006: Figli della Divina Provvidenza in un mondo che non sogna più,
“Messaggi di Don Orione”, n. 121, anno
38, 2006, p.65-76.
[18] Eclaro que no se responde al secolarismo
con formas mágicas e infantiles de concebir la providencia de Dios, diversa
pero igualmente antropocéntricas y seculares.
[19] "Al atardecer, ustedes dicen: 'Va a
hacer buen tiempo, porque el cielo está rojo como el fuego'.
Y de madrugada, dicen: 'Hoy habrá tormenta,
porque el cielo está rojo oscuro'. ¡De manera que saben interpretar el aspecto
del cielo, pero no los signos de los tiempos!”; Mt 16, 2-4. El tema del
discernimiento de los signos de los tiempos (y de los lugares) está hoy muy
presente en la reflexión eclesial. Evidentemente no es sólo una acción
intelectural, sino relazional. Benedicto XVI ha observado que “en la así
llamada visión moderna del mundo el dogma fundamental es que Dios no puede, en
efecto, actuar en la historia, y por lo tanto, todo lo que se refiere a Dios
debe ser colocado en el ámbito subjetivo”. Pero con este prejuicio subjetivo,
“la Biblia no habla más de Dios, del Dios viviente, sino que hablamos solo
nosotros mismos y decidimos qué cosa puede hacer Dios y qué cosa queremos y
debemos hacer nosotros” Gesù di Nazaret, Rizzoli, Milano 2007, p.58.
[20] Scritti 68, 418.
[21] Nuestra Congregación promovió el Encuentro
Internacional dedicado a la Divina Providencia, con el título: “O Pai cuida de
nós”, en San Pablo, en 1999. Participaron representantes de 22 Congregaciones religiosas.
[22] Con esta carta, Benedicto XVI constituyó
el Pontificio Consiglio para la promoción de la Nueva Evangelización.
[23] Catequesis de J. Ratzinger en el Encuentro
de catequistas y profesores de religión, Roma, 10.12.2000.
[24] Sui passi di Don Orione,
p.33.
[25] Lettere II, 453-454.