4 de agosto de 1934 Don Orione expresa palabras de consuelo, que se deben dar a las hermanas cuando terminan los Ejercicios y se preparan para ir al campo de la caridad donde el Señor las quiere.
“les recomiendo mantenerse firmes en los propósitos hechos… muchas veces en las fiestas (de la virgen) o en las obras de celo, perdemos el recogimiento del buen espíritu, que debemos siempre conservar…cerca de la Virgen Santa, cada una dígale lo que un corazón de hija sabe decir; enciéndanse de bien y de dulce alegría.
Den una mirada a la vida pasada, no para desanimarse, sino para humillarse y dedicarse siempre más a la caridad y al bien. Han venido para consagrarse a Dios y servirlo más de cerca. Deben, por lo tanto, mantener los propósitos y no mirar hacia atrás. No es suficiente salir del mundo con el cuerpo, es necesario salir también con el espíritu, pero al mismo tiempo vivir en él, para hacer el bien, desapegadas de todo, fervorosas, con una vida buena y de buen ejemplo. ¡Harán más con el ejemplo que con las palabras!
Los jóvenes miran a los superiores y si tienen un germen de vocación se sienten llevados hacia ellos. Manden almas buenas a la Congregación, atraídas por su buen ejemplo. Entre ustedes sean indulgentes y ámense como verdaderas Hermanas en Jesucristo. No hay nadie sin defectos. Recuerden: el Señor nos quiere a todos reunidos en el Paraíso, cerca de Él...” la voluntad de Don Orione: nuestra espiritualidad debe prevalecer en todos los estratos sociales, ser los santos del pueblo y de la salud social.
LAICOS: Es necesario incrementar el espíritu de familia y pertenencia a fin de que los religiosos y los laicos se sientan parte de una única gran Familia, cada uno con su propia identidad y con su propio rol, con la convicción de que podemos enriquecernos recíprocamente. Para este objetivo son necesarios momentos en los cuales los laicos enriquezcan a los religiosos de sus experiencias conyugales, familiares, sociales, etc. y viceversa, los religiosos de sus experiencias comunitarias y pastorales.