SABÍAS ?

MOVIMIENTO LAICAL ORIONITA BARRANQUERAS

SABES LO QUE SIGNIFICA MLO? SIGNIFICA MOVIMIENTO LAICAL ORIONITA

¿ Y SU ORIGEN? :

El MLO tiene su origen en Don Orione el cual durante toda su vida, ha comprometido a los laicos en su espíritu y misión para "sembrar y arar a Cristo en la sociedad".

¿Quiénes integran el movimiento?
Todos aquellos laicos que enraizados en el Evangelio, desean vivir y transmitir el carisma de Don Orione en el mundo...

¿Cuál es el fìn del MLO?

Es favorecer la irradiación espiritual de la Familia orionita, más allá de las fronteras visibles de la Pequeña Obra.
¿Cómo lograr esto?

A través del acompañamiento, animación y formación en el carisma de sus miembros,respetando la historia y las formas de participaciòn de cada uno.

¿Te das cuenta? Si amás a Don Orione, si comulgás con su carisma, si te mueve a querer un mundo mejor, si ves en cada ser humano a Jesús, si ves esa humanidad dolorida y desamparada en tus ambientes, SOS UN LAICO ORIONITA.

¿SABÍAS?
El camino y las estructuras del MLO, se fueron consolidando en las naciones de presencia orionita. Al interno del MLO y con el estímulo de los Superiores Generales , se juzgó maduro y conveniente el reconocimiento canónico del MLO ... así fue solicitado como Asociación Pública de Fieles Laicos, ante la Congregación para la vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica (CIVCVSA) y fue aprobado el 20 de noviembre de 2012.

Y BARRANQUERAS, SABÉS DONDE QUEDA? en el continente americano, en América del Sur, en ARGENTINA, y es parte de la Provincia del CHACO.

Algunas de las imágenes que acompañan las diferentes entradas de este Blog pueden provenir de fuentes anónimas de la red y se desconoce su autoría. Si alguna de ellas tiene derechos reservados, o Ud. es el titular y quiere ser reconocido, o desea que sea quitada, contacte conmigo. Muchas gracias


lunes, 6 de enero de 2014

¡¡¡¡¡ ESTAMOS INVITADOS !!!!!!!


¡¡¡¡¡ EPIFANIA DEL SEÑOR !!!!!

Epifanía significa "manifestación". Jesús se da a conocer. Aunque Jesús se dio a conocer en diferentes momentos a diferentes personas, la Iglesia celebra como epifanías tres eventos:
Su Epifanía ante los Reyes Magos (Mt 2, 1-12)
Su Epifanía a San Juan Bautista en el Jordán
Su Epifanía a sus discípulos y comienzo de Su vida pública con el milagro en Caná.
La Epifanía que más celebramos en la Navidad es la primera.
La fiesta de la Epifanía tiene su origen en la Iglesia de Oriente. A diferencia de Europa, el 6 de enero tanto en Egipto como en Arabia se celebraba el solsticio, festejando al sol victorioso con evocaciones míticas muy antiguas. Epifanio explica que los paganos celebraban el solsticio invernal y el aumento de la luz a los trece días de haberse dado este cambio; nos dice además que los paganos hacían una fiesta significativa y suntuosa en el templo de Coré. Cosme de Jerusalén cuenta que los paganos celebraban una fiesta mucho antes que los cristianos con ritos nocturnos en los que gritaban: "la virgen ha dado a luz, la luz crece".
Entre los años 120 y 140 AD los gnósticos trataron de cristianizar estos festejos celebrando el bautismo de Jesús. Siguiendo la creencia gnóstica, los cristianos de Basílides celebraban la Encarnación del Verbo en la humanidad de Jesús cuando fue bautizado. Epifanio trata de darles un sentido cristiano al decir que Cristo demuestra así ser la verdadera luz y los cristianos celebran su nacimiento.
Hasta el siglo IV la Iglesia comenzó a celebrar en este día la Epifanía del Señor. Al igual que la fiesta de Navidad en occidente, la Epifanía nace contemporáneamente en Oriente como respuesta de la Iglesia a la celebración solar pagana que tratan de sustituir. Así se explica que la Epifanía se llama en oriente: Hagia phota, es decir, la santa luz.
Esta fiesta nacida en Oriente ya se celebraba en la Galia a mediados del s IV donde se encuentran vestigios de haber sido una gran fiesta para el año 361 AD. La celebración de esta fiesta es ligeramente posterior a la de Navidad.
Los Reyes Magos
Mientras en Oriente la Epifanía es la fiesta de la Encarnación, en Occidente se celebra con esta fiesta la revelación de Jesús al mundo pagano, la verdadera Epifanía. La celebración gira en torno a la adoración a la que fue sujeto el Niño Jesús por parte de los tres Reyes Magos (Mt 2 1-12) como símbolo del reconocimiento del mundo pagano de que Cristo es el salvador de toda la humanidad.
De acuerdo a la tradición de la Iglesia del siglo I, se relaciona a estos magos como hombres poderosos y sabios, posiblemente reyes de naciones al oriente del Mediterráneo, hombres que por su cultura y espiritualidad cultivaban su conocimiento de hombre y de la naturaleza esforzándose especialmente por mantener un contacto con Dios. Del pasaje bíblico sabemos que son magos, que vinieron de Oriente y que como regalo trajeron incienso, oro y mirra; de la tradición de los primeros siglos se nos dice que fueron tres reyes sabios: Melchor, Gaspar y Baltazar. Hasta el año de 474 AD sus restos estuvieron en Constantinopla, la capital cristiana más importante en Oriente; luego fueron trasladados a la catedral de Milán (Italia) y en 1164 fueron trasladados a la ciudad de Colonia (Alemania), donde permanecen hasta nuestros días.
Texto completo de la homilía del Papa Francisco:
«Lumen requi runt lumine». Esta sugestiva expresión de un himno litúrgico de la Epifanía se refiere a la experiencia de los Magos: siguiendo una luz ellos buscan la Luz. La estrella que apareció en el cielo enciende en su mente y en su corazón una luz que los mueve a la búsqueda de la gran Luz de Cristo. Los Magos siguen fielmente esa luz que los inspira interiormente, y encuentran al Señor.
En este recorrido de los Magos de Oriente está simbolizado el destino de cada hombre: nuestra vida es un caminar, iluminados por las luces que iluminan el camino, para encontrar la plenitud de la verdad y del amor, que nosotros, los cristianos, reconocemos en Jesús, Luz del mundo.
Y cada hombre, como los Magos, tiene a disposición dos grandes “libros” de los cuales deducir los signos para orientarse en la peregrinación: el libro de la creación y el libro de las Sagradas Escrituras. Lo importante es estar atentos, vigilar, escuchar a Dios que nos habla, siempre nos habla. Come dice el Salmo, refiriéndose a la Ley del Señor: «Para mis pasos tu palabra es una lámpara, una luz en mi sendero» (Sal 119, 105). Especialmente escuchar el Evangelio, leerlo, meditarlo y hacerlo nuestro alimento espiritual nos permite encontrar a Jesús vivo, hacer experiencia de Él y de su amor.

La primera Lectura hace resonar, por boca del profeta Isaías, el llamamiento de Dios en Jerusalén: «¡Levántate, resplandece!» (60,1). Jerusalén es llamada a ser la ciudad de la luz, que refleja sobre el mundo la luz de Dios y ayuda a los hombres a caminar en sus caminos. Esta es la vocación y la misión del Pueblo de Dios en el mundo. Pero Jerusalén puede faltar a esta llamada del Señor. Nos dice el Evangelio que los Magos, cuando llegaron a Jerusalén, perdieron por un momento la vista de la estrella. No la veían más. En particular, su luz está ausente en el palacio del rey Herodes: aquella morada es tenebrosa, allí reinan la oscuridad, la difidencia, el miedo,, la envidia. Herodes, en efecto, se muestra desconfiado y preocupado por el nacimiento de un Niño frágil que él siente como un rival. En realidad Jesús no ha venido a derrocarlo a él, miserable fantoche, ¡sino al Príncipe de este mundo! Sin embargo, el rey y sus consejeros sienten que peligran las estructuras de su poder, temen que se inviertan las reglas del juego, que se desenmascaren las apariencias. Todo un mundo construido sobre el dominio, sobre el éxito y sobre el tener, sobre la corrupción ¡se pone en crisis por un Niño! Y Herodes llega hasta asesinar a los niños. Un padre de la Iglesia decía: «Matas a los niños en la carne porque el miedo te mata en el corazón » - San Quodvultdeus (Disc. 2 en el Símbolo: PL 40, 655). Es así, tenía miedo y en este miedo enloqueció.
Los Magos supieron superar ese peligroso momento de oscuridad ante Herodes, porque creyeron en las Escrituras, en la palabra de los profetas que indicaba en Belén el lugar del nacimiento del Mesías. De este modo escaparon del entumecimiento de la noche del mundo, retomaron el camino hacia Belén y allá vieron nuevamente la estrella. El evangelio dice que experimentaron «una inmensa alegría» (Mt 2, 10). Esa estrella que no se veía en la mundanidad de aquel palacio.
Un aspecto de la luz que nos guía en el camino de la fe es también la santa “astucia”. Es una virtud esta “santa astucia”. Se trata de aquella sagacidad espiritual que nos permite reconocer los peligros para evitarlos. Los Magos supieron usar esta luz de “astucia” cuando, en el camino de regreso, decidieron no pasar por el palacio tenebroso de Herodes, sino recorrer otro camino. Estos Magos venidos de Oriente nos enseñan cómo no caer en las insidias de las tinieblas y cómo defendernos de la oscuridad que trata de envolver nuestra vida. Ellos, con esta santa astucia custodiaron la fe. También nosotros debemos custodiar nuestra fe. Custodiarla de la oscuridad que tantas veces, es una oscuridad travestida de luz, porque el demonio, dice san Pablo, se viste de ángel de luz. Y aquí necesitamos la santa astucia para custodiar nuestra fe del canto de las sirenas que te dicen: hoy tenemos que hacer esto o aquello. Pero la fe es un don, una gracia, a nosotros nos toca custodiarla con este santa astucia, con la oración, con el amor, con la caridad. Es necesario acoger en nuestro corazón la luz de Dios y, al mismo tiempo, cultivar esa astucia espiritual que sabe conjugar sencillez y astucia, como Jesús pide a los discípulos: «Prudentes como las serpientes, y sencillos como las palomas» (Mt 10, 16).
En la fiesta de la Epifanía, en que recordamos la manifestación de Jesús a la humanidad en el rostro de un Niño, sentimos junto a nosotros a los Magos, como sabios compañeros de camino. Su ejemplo nos ayuda a levantar la mirada hacia la estrella y a seguir los grandes deseos de nuestro corazón. Nos enseñan a no contentaros de una vida mediocre, de “pequeño cabotaje”, sino a dejarnos atraer siempre por lo que es bueno, verdadero, bello… por Dios, ¡que todo esto lo es de modo cada vez más grande! Y nos enseñan a no dejarnos engañar por las apariencias, por aquello que para el mundo es grande, sapiente, potente. No hay que detenerse allí. No hay que contentarse con la apariencia, la fachada. Es necesario custodiar la fe, en este tiempo es muy importante. Es necesario ir más allá de la oscuridad, más allá del canto de las sirenas, de la mundanidad, de tantas modernidades de hoy. Es necesario ir hacia Belén, allí donde, en la sencillez de una casa de periferia, entre una mamá y un papá llenos de amor y de fe, resplandece el Sol que ha nacido de lo alto, el Rey del universo. Siguiendo el ejemplo de los Magos, con nuestras pequeñas luces, busquemos la Luz y custodiemos la fe.»
Fuente: Radio Vaticano