: “Al prodigarnos
a favor de los
hermanos pobres y necesitados, teniendo
presentes los valores
evangélicos y culturales
de los que son
portadores, procuramos respetar,
defender y promover
integralmente los derechos y la
dignidad de todo hombre”
. Continuar la obra emprendida por Don Orione significa aún
hoy “reconocer una dignidad humana también en los más abandonados y en aquellos
que son marginados por la colectividad” pues “en el más miserable de los
hombres brilla la imagen de Dios”
“Don Orione se
coloca en la fila
de los santos
“sociales” de este
período (como De Francia, Don Bosco, Scalabrini, Cusmano): él elige el vasto mundo de los
marginados logrando ser realmente pobre entre los pobres, buscando el rostro de
Cristo en los marginados”
Por lo tanto
constatando que “hay
una corrupción espantosa
en la sociedad, hay una ignorancia
de Dios espantosa; hay un materialismo un odio espantoso” se considera
convencido que “sólo la Caridad podrá llevar a Dios los corazones y las
poblaciones, y salvarlas
3.1 La intención explícita del fundador
Todo orionita
vive para “difundir el conocimiento y el amor de Jesucristo, de la
Iglesia y del
Papa, especialmente en
el pueblo... Y
eso mediante el apostolado
de la caridad
entre los pequeños
y los pobres”
Los
religiosos orionitas hablan desde el púlpito de la palabra de Dios, pero
mucho más hablan desde el púlpito de las obras de caridad.
Pero
escuchemos a Don Orione: Don Orione
daba al respecto indicaciones bien concretas, “Los discursos son
ya inútiles. Jesús
demostraba su celeste
doctrina sanando a los
hombres y multiplicando los panes. Nosotros,
si queremos ser creídos y hacer el bien, debemos sanar a los pueblos sembrando
a manos llenas el amor de Dios y de los hombres y multiplicando la
vida de Cristo
en toda la
humanidad con obras
de caridad y sembrando
nuestra vida y llegando al
sacrificio de nosotros mismos
para hacer revivir a Cristo en su
divina Caridad”
“Buscar
y medicar las heridas del pueblo, buscar las enfermedades: irles al encuentro
en lo moral y en lo material. De este modo nuestra acción será no sólo eficaz, sino
profundamente cristiana y
salvadora. Cristo fue
al pueblo. Aliviar
al pueblo, mitigar los dolores, sanarlo. Debemos amar al pueblo. La Obra
de la Divina Providencia es para
el pueblo. Evitad
las palabras, de habladores
tenemos los bolsillos llenos” el
famoso lema: “Hacer el bien siempre, hacer el bien a todos, el mal a nadie
Un estilo desarrollado por Don Orione
con otras indicaciones
que se encuentran difundidas en sus
numerosas cartas, más en particular, respecto a delinear un verdadero y propio
sistema educativo, denominado paterno-cristiano.
Con
cristiano Don Orione expresaba la convicción de que la educación debe estar
“ayudada de la gracia”, se debe tomar el recurso “digna y frecuentemente de los sacramentos por
los que se
recibe la gracia”.
Por tanto
la oración y
la vida sacramental son parte
integral de la promoción de la persona. Con paterno Don Orione pretendía
exhortar a los
propios colaboradores a un estilo
relacional profundamente intenso y humano, basado en el amor cristiano y
en la confianza “Hacerse amar, más
que temer, obtener
todo por amor y
nada por la
fuerza”
Mediante la
actitud paterno-cristiana del
educador, el huésped
de cada casa o instituto “debe persuadirse
que estamos interesados en hacer el bien y que vivimos no
para nosotros sino
para él... que
su bien es
nuestro bien, que
sus alegrías son nuestras
alegrías, y sus
penas, sus dolores,
son penas nuestras
y nuestros son sus dolores. Él debe sentir también que estamos dispuestos a hacer por él
sacrificios”
. Está
claro que los
recursos humanos requeridos
a quien presta su
servicio en una
obra orionita son
muy notables, sobre
todo en términos
de generosidad y
humildad:
“Y hace
falta generosidad, pero
una generosidad no común,
una generosidad grande
y valiente, fundada
en nuestro Dios y acompañada por
verdadera humildad”
Aún hoy Don Orione reclama a los trabajadores
el fundamental y provechoso uso de la paciencia, para evitar que la necesaria
vigilancia no termine
nunca en áspero
reproche y entonces
en desazón: “tened paciencia: con la furia, la soberbia, la palabra que
hiere, con ese modo de actuar
envenenado se alejan
los corazones y
no se hace
el bien”
“Paciencia
con todos, solicitud, buenos modos”. “No envilezcan nunca a nadie en las
correcciones y puniciones, cuando no se las puede obviar”. “Nuestra vigilancia
no debe pesar, no debe oprimir, (...) debe ser como la luz que penetra por
todas partes, pero que no pesa, ilumina, aclara el camino
La serenidad
debe ser una
marca indeleble de
todo ambiente orionista, también allí donde a menudo se
sufre y muy a menudo se llora.
4.2 El espíritu de familia
Don Orione,
bien consciente de
la importancia de relaciones serenas
y constructivas en el
interior de cada
casa o institución,
se expresa así: “No reconozco como
mía una casa
que no se presente como
una buena familia cristiana”. Ese mismo espíritu de
familia
29 Que no puede darse sino en presencia de una
relación armónica también y sobre todo entre los trabajadores, ya sean laicos o
religiosos: “Un educador (y así todo empleado) no debe hablar contra el otro:
que reine siempre entre todos ellos la caridad en las obras, en las palabras,
en los afectos, y que estos sean santos y santamente fraternos”.
30 “Las palabras de San Pablo nos dicen que nos
soportemos recíprocamente, que llevemos el peso uno y otro: entonces compadézcanse
mutuamente!... ¡Sin defectos no hay nadie en este mundo! ¡Compadézcanse,
ámense, sopórtense...!”
31 Es
una invitación a resolver los problemas y los conflictos partiendo de la
constatación de los
límites existentes en
cada hombre y
de la necesidad
de ponerse en relación con el otro. No es sólo el estilo evangélico,
sino también un sano realismo que
reclama a la conciencia de los propios límites y los posibles errores en la
gestión cotidiana del trabajo. Sólo la capacidad de trabajar en grupo ayuda a
reducir las inevitables tensiones y a resolver los problemas a través del
diálogo y la
comprensión. Por tanto,
instituciones no
burocratizadas, sino verdaderas comunidades
de participación y
acogida, con personas siempre
en camino hacia una humanización que permita atenuar el sufrimiento y
dar por lo menos una migaja de felicidad cada vez que sea posible.
Este
estilo actualísimo y universal, induce a todos aquellos que trabajan en las
casas que él creó a buscar y verificar aquello que resulte siempre mejor.