fuente: 30 giorni
En 1904 don Orione fue quizá el primero que
intervino ante el recién elegido Pío X para animarle a instruir la causa de
canonización de su predecesor: «Mi Beatísimo Padre, postrado a vuestros pies
benditos humildemente os suplico que os dignéis poner en marcha la Causa del
Santo Padre Pío IX y os animo a glorificarlo» (ibídem). La causa se abrió y
durante algún tiempo don Orione fue el vicepostulador. San Pío X fue sin duda
el Papa más determinante en la vida de don Orione, que decía: «El Santo Padre
Pío X será siempre nuestro Sumo Benefactor, nuestro Papa» (Scritti, 82, p. 98).
Al subir al solio en 1903, el patriarca Giuseppe Sarto eligió el lema
“Instaurare omnia in Christo”, que don Orione había elegido para su
Congregación hacía diez años. Esta fortuita coincidencia era señal de la afinidad
espiritual de estas dos grandes almas y tomará cuerpo en la sucesiva historia
de sus relaciones.
Su primer encuentro tiene el sabor de la
leyenda. El patriarca Giuseppe Sarto había llamado a Venecia al joven músico
don Lorenzo Perosi, coetáneo y paisano de don Orione. Le honraba con su
amistad, le había invitado a comer varias veces y lo había tenido por compañero
en algunas partidas de cartas. El padre de Lorenzo, temiendo que el cardenal
viciara a su hijo, confesó sus temores a don Orione. Este, sin pararse a
pensar, escribió una carta al patriarca, rogándole que no encaminara al
prometedor “maestrillo” hacia la perdición. Enviada la carta, pensaba que su
“sermoncillo”, respetuoso pero audaz, se olvidaría pronto. Pero… lo escrito
queda. Cuando unos diez años después fue recibido por primera vez en audiencia
por el ex patriarca de Venecia, recién elegido Papa, se sintió desfallecer al
ver que el Papa sacaba de su breviario la famosa carta. Al santo Pontífice no
le había parecido mal; al contrario, le aseguró que había sido un bien: «Una
lección de humildad es buena también para el Papa», comentó (E. Pucci, Don
Orione, p. 71s.).
Sería largo enumerar los servicios que don Orione prestó a Pío X y las demostraciones de confianza y afecto de Pío X para con don Orione. Después de esa audiencia se instauró entre el Santo Padre y el joven sacerdote tortonés una relación de confianza a prueba de bombas. Don Orione aceptó sin vacilar mínimamente las incumbencias, a menudo delicadas y difíciles, que le dio Pío X, como la de vicario general plenipotenciario de la diócesis de Messina en los cuatro turbulentos años que siguieron al terremoto de 1908, o la de continuar la acción del Pontífice respecto a los modernistas, a menudo severa en nombre de la verdad, pero siempre rebosante de caridad fraternal.
Por este acuerdo recto, leal y discreto, que se
estableció entre los dos santos, don Orione se encontró en situaciones
personales llenas de dificultades e incomprensiones. «¡Es un mártir!», dijo Pío
X de don Orione al final del periodo pasado en Messina (Summarium, p. 524). Es
significativo otro episodio de leyenda, pero verdadero y dramático. Llegó un
momento en que la relación de don Orione con los modernistas que habían
recibido censuras eclesiásticas infundió sospechas sobre su plena ortodoxia.
Pío X quiso ocuparse personalmente de la cuestión. Lo convocó en audiencia sin
motivo aparente, escrutó su rostro, escuchó con atención sus palabras. En un
momento determinado le pidió que se arrodillara y rezase el Credo. «Estaban
frente a frente el Supremo Pastor de la Iglesia, inquieto por su
responsabilidad –refirió luego el escritor Tommaso Gallarati Scotti–, y don
Orione, inocente, con la fe sencilla de su primera comunión, pero que llevaba
las tribulaciones y las culpas nuestras». Terminado el rezo del Credo, tan
devota e interiormente vivido, el rostro del Santo Padre parecía tranquilizado.
Y despidió a don Orione diciéndole: «Vete, hijo, vete… No es verdad lo que
dicen de ti» (Papasogli, p. 227).