A nuestro alrededor se está produciendo una transformación radical de la sociedad, en el gobierno de los pueblos, en las relaciones de la vida humana.
Todas estas mutaciones pueden resumirse, en una palabra: ha llegado la hora de la democracia, de la soberanía de los poderes populares...
Todo esto se cumple por designio de la Divina Providencia. El Evangelio es la semilla de redención de los pueblos. Todo el que tenga los ojos abiertos reconocerá que ha terminado el tiempo de los gobiernos "paternales".
Hasta ahora, la Iglesia trató con las dinastías. De aquí en más deberá tratar con los pueblos, sin admitir intermediarios. Los pueblos la conocen.
En 1905, cuando la organización política de los pueblos oscilaba entre las monarquías tradicionales que pugnaban por mantenerse, y las democracias limitadas que pugnaban por ampliarse, Don Orione toma posición decididamente por la democracia.
Es la Iglesia quien bautiza a los pueblos. La Iglesia bendijo a los Longobardos y los convirtió en seres civilizados; bendijo a los salvajes y rompió sus cadenas. La redención viene de la Iglesia.
Ahora la democracia avanza y la Iglesia –digámoslo sin temor– sabrá bautizarla. Solamente ella tiene todo lo necesario para esa alta y divina misión, no quien se rebela o se aleja de la Iglesia. Sólo Ella está segura de transitar los caminos de la Providencia, y tan sólo siguiéndola podemos estar tranquilos. Aun que esos caminos puedan parecernos oscuros, siempre son rectos.
Hijos míos de la Divina Providencia y amigos: no basta ya con trabajar, orar y callar. Ha llegado la hora de tomar una posición clara, en nuestro puesto.