LUIS ORIONE (1872-1940) es otro gran santo de la divina
providencia. Fundó la pequeña obra de la divina providencia para educar a la
juventud y atender a los más necesitados. También fundó Congregaciones de
religiosos y religiosas, para que continuaran su obra.
Un día, Don Orione estaba especialmente apretado por las
deudas, ya no le querían fiar el pan ni otros alimentos para sus niños
necesitados. Todos rezaron a san José con fervor. Y, durante la novena, se
presenta un señor, que quería hablar con él. Era joven, con barba rubia. Le
dijo: ¿Ud. es el superior? Aquí está una ofrenda para Ud.
- Pero ¿hay que celebrar alguna misa o debo hacer algo por
Ud?
- No, solamente continuar rezando.
Hizo una venia con la cabeza y se retiró. Todavía no salía
de su asombro Don Orione, cuando algunos presentes dijeron que aquel hombre
tenía un algo celestial. Y, entonces, apenas tres minutos después, salieron
tras sus pasos, pero ya no lo vieron más. Algunos decían que era el mismo san
José, a quien le estaban rezando. Lo cierto es que le dio la cantidad
suficiente para pagar las deudas más grandes y más urgentes y le dejó con un
alivio enorme en su corazón .Un día de 1900, le regalaron un par de zapatos nuevos. Tuvo
que acompañar a un médico, que no era creyente, en una visita a un enfermo.
Mientras el médico visitaba al enfermo, se le acercó un mendigo y le pidió
algo. Don Orione no lo pensó dos veces y le dio sus zapatos nuevos y se quedó
sin zapatos. Cuando regresó el médico, le reprendió, pero se quedó admirado de
aquella acción. Años después, en 1924, este mismo médico fue asaltado por un
delincuente que le disparó y lo dejó entre la vida y la muerte. En el hospital,
tanto el capellán como las religiosas, le insinuaban la idea de confesarse,
pero él no quería. Finalmente, manifestó su deseo de confesarse con Don Orione.
Don Orione llegó desde Roma, donde se encontraba, y lo confesó y le dio la
comunión. Y decía: En la economía de la providencia, incluso un par de zapatos
regalados pueden servir para la conquista de un alma .
El año 1922, quería Don Orione comprar una hermosa
propiedad, que costaba 400.000 liras, pero no tenía ni un céntimo. Como
siempre, empezó a rezar por esta intención y también buscó ayudas humanas. Fue
en busca de una viejecita millonaria, que vivía sola y sin familia, a ver si le
podía ayudar en aquella circunstancia; pero la señora, que era muy avara, no le
dio más que 30 liras para una misa y lo despidió de mala manera.
Él no se desanimó y siguió orando. Al día siguiente, volvió
donde la anciana para decirle que ya había celebrado misa. Pero ella lo
despidió de peor manera y le dijo que no la volviera a molestar más. Entonces,
empezó a acudir a todos los santos, sobre todo a la Virgen María, de quien era
tan devoto. Una tarde se fue al cementerio a rezar rosarios a las almas
benditas, para pedirles ayuda. A los tres días, vino la viejecita a su casa,
gritándole: Ud quiere matarme, ¿cómo es posible que Ud, un sacerdote, se meta
en mi habitación por las noches y me esté mirando con esos ojos como si yo
fuera un demonio?
La señora llevaba tres días sin dormir, porque decía que,
por las noches, Don Orione entraba en su habitación y, sin decirle nada, la
miraba fijamente. Trató de asegurarle que no era él, que, además, no podría
entrar, teniendo ella la puerta cerrada. Pero ella le dijo: Si Ud. me deja
dormir tranquila y no viene más a mi habitación, le daré 150.000 liras. Aceptó
y comprendió que quien se le aparecía era un alma del purgatorio .
El 9 de abril de 1929 le robaron sus documentos, mientras
rezaba en una iglesia. Le habían robado el permiso para viajar gratis en tren y
tuvo que acudir al Ministerio correspondiente para pedir un nuevo permiso.
Después de algunas esperas y trámites, el jefe de la oficina se quedó tan
admirado de su comportamiento y de sus palabras que le pidió confesión y, a
continuación, lo hizo también otro segundo empleado. Y decía Don Orione: Dios
permite el mal para sacar el bien. Dios permitió que me robasen para darme la
ocasión de salvar dos almas. ¡Que se vaya el dinero y que vengan las almas! .
Un día en que tenía grandes deudas, fue a visitar a un
millonario, que era conocido por su escandalosa vida. Don Orione le habló de
sus obras y necesidades. Aquel hombre le dio 200.000 liras y él decía: La
providencia también se sirve de pecadores, que quieren convertirse. Juan Pablo
II lo canonizó el año 2004.
El BEATO GIOVANNI CALABRIA (+1954) ha sido también uno de
los santos más convencidos de la providencia de Dios. Cuenta que un día, siendo
joven sacerdote, no podía dormir y se puso a leer el Evangelio y lo leyó todo
en una noche. Y sintió una emoción extraordinaria, como si nunca lo hubiera
leído anteriormente. Empezó a descubrir el amor de Dios en cada una de las
páginas del Evangelio, sobre todo, cuando Jesús habla de que el Padre celeste
cuida de los pájaros y de las flores; y descubrió la gran verdad del amor
providente de Dios sobre todas sus criaturas. A partir de ese momento, decidió
poner en práctica esta gran verdad. Y acogía a todos los niños pobres que
encontraba y Dios no le hacía faltar el alimento a través de bienhechores y, a
veces, incluso Dios venía a ayudarlo palpablemente con milagros especiales.
Por ejemplo, en una oportunidad quiso comprar una casa más
grande, porque la que tenía era demasiado pequeña para acoger a todos sus
niños. Por fin, encontró una apropiada e hizo el contrato. No tenía dinero,
pero confiaba en la providencia y ésta no le faltó, y compró aquella casa. Para
continuar su obra, buscó personas disponibles y fundó la Congregación de los
Siervos Pobres de la divina providencia y las Siervas Pobres de la divina
providencia.
Muchas veces, meditaba en las palabras de Jesús: Buscad
primero el reino de Dios y su justicia y todo lo demás se os dará por
añadidura. Y se emocionaba al comprobar que era cierto y que podía asegurarlo
por propia experiencia. Y decía: O se cree o no se cree en el Evangelio. Si se
cree en él, debemos creer en el amor de Dios y en su providencia amorosa.
Un día necesitaba dinero para pagar las deudas. Fue al
correo, esperando alguna buena noticia, pero sólo encontró cincuenta liras.
Entonces, se fue a buscar a unos pobres de la vecindad para dárselas,
convencido de que la providencia lo ayudaría de esa manera, pues Jesús dijo:
Dad y se os dará (Lc 6,38) y así sucedió.
A los religiosos de su Congregación les decía: El fin de la
Congregación es el de reavivar en el mundo la fe y confianza en Dios Padre
mediante el abandono total en las manos de su divina providencia, según la
enseñanza de Jesús: Buscad primero el reino de Dios y su justicia y todo lo
demás se os dará por añadidura
El siervo de Dios FULTON SHEEN, arzobispo de Nueva York,
cuenta: Estaba estudiando en la Universidad de Lovaina (Bélgica) y, deseando
celebrar el quinto aniversario de mi ordenación sacerdotal, decidí ir a
Lourdes. Tenía dinero bastante para ir a Lourdes, pero no el suficiente para
vivir allí, una vez que hubiese llegado. Yo decidí que, si tenía fe suficiente
para ir a Lourdes, le incumbía a Nuestra Señora el proporcionarme alojamiento.
Llegué a Lourdes, sin un céntimo, me hospedé en uno de los mejores hoteles de
Lourdes, que no era muy bueno. Yo había decidido que, si la Santísima Virgen
iba a pagar la cuenta de mi hotel, lo mismo le daría pagar la de uno grande que
la de uno pequeño.
Mi propósito era permanecer nueve días y hacer una novena de
súplica. Al quinto día, recibí la cuenta del hotel: era realmente aterradora.
Tuve visiones de gendarmes, cárceles francesas, abogados americanos... Así
llegó el noveno día. Por la mañana, nada sucedió. La cosa se puso seria. Decidí
dar a la Virgen otra oportunidad. Me dirigí a la gruta a eso de las diez de la
noche y me arrodillé para hacer una última súplica. Mientras estaba allí
arrodillado, un señor me dio un golpecito en el hombro y dijo:
- ¿Es usted americano?
- Sí
- ¿Habla usted francés?
- Sí
Y me propuso ir con su familia a París y hacer de
intérprete. Después me preguntó algo realmente interesante: ¿Ha pagado ya la
cuenta del hotel? Yo le entregué la cuenta. Fuimos a París, donde estuve con él
una semana. Al terminar me preguntó:
- ¿Le importaría llevarse mi dirección al pie de un cheque?
- No, le respondí.
Regresé a Lovaina con mucho más dinero del que tenía al
salir... La enseñanza es que los milagros que empezaron en Caná de Galilea por
intercesión de María, aún no han terminado .