Pontecurone,
fue el inicio de su escuela mariana, el amor a María inducido por su madre
Carolina y el párroco P. Milanese lo llevo a la pequeña ermita en los
alrededores del pueblo, a la que visitaba asiduamente. La escucha de los
encuentros de su madre con otras mujeres del pueblo, hizo sentir a Luis Orione
ese inmenso deseo de reconstruir ermitas y capillas deterioradas por el tiempo,
lo que implicaba una adhesión muy profunda con la Virgen, todo a cambio de la
gracia de ser sacerdote.
La
escuela de Don Bosco, ha sido un tiempo profundamente mariano en el amor a
María Auxiliadora donde vivió los momentos más felices de su vida, tan
recordado por él. Imitaba a su padre don Bosco junto a sus jóvenes en la
oración, los cantos y alabanzas a la Virgen, al comenzar los primeros tiempos
en el oratorio. Aquellos tiempos dejaron en él, un entusiasmo generoso de un
compromiso mariano que perduró, para toda su vida
En
Itatí, demostró un inmenso amor a la Virgen, y que, según él, experimentó toda
la felicidad de estar en la casa de María, “Allí, en Itatí, escribió las más
bellas páginas dedicadas a la Santísima Virgen. “…donde he pasado horas felices
y raramente experimenté tanta alegría…”
Estas
experiencias que se fueron sumando en fervor y entusiasmo, provocaron en Don
Orione un inmenso amor a la Virgen, haciéndose un proceso en el que la
descubrió como la gran madre en TODA su historia personal como sacerdote, formador
y fundador.
NOSOTROS
también tenemos algo de similitud con Don Orione, con respecto al amor a la
Virgen, en nuestra vida personal. En cuanto que nuestro amor hacia ella es
sincero, alegre y de una adhesión total y filial. Si bien también consideramos
que frente a Don Orione existe una gran distancia de amor a la Virgen, en
cuanto al fervor íntimo y la confianza plena en ella, con el deseo de
transmitir a todos, su amor mariano.
¿En
qué aspecto consideramos que fue madurando su fe mariana?
El
amor mariano en su vida ha sido integral, total e incondicional. Nació, creció
y lo vivió por toda su vida. Ha puesto en su corazón de Madre sus ideales y
proyecto de vida. Quizás podamos acentuar, en las novedades que le presentaba
la virgen (acudiendo a ella cada vez que le solicitaba su ayuda), en la
sorpresa de ver en Victoria la imagen de la Virgen de la Guardia, en las
devociones populares, en los constantes milagros de la Providencia para seguir
con sus obras de caridad. (recordamos los aros, los billetes, etc.)
Podemos
significar un maravilloso acento de amor de madre para con su hijo angustiado
al poner las llaves en sus manos por el cierre de su oratorio y en la apertura
después del cierre, de quien permitió volver a abrirlo. Y cuánto amor
experimentó al ver a la Virgen trabajar con sus muchachos.
En
todos los aspectos de su vida estuvo siempre María, y en su última noche para
consuelo de sus formandos, antes de partir para San Remo, les dijo: “nuestra
primera y gran madre es María santísima” (8 de marzo de 1940).
Ante
la realidad social, familiar, grupal e individual, experimentamos una profunda
sensibilidad mirando el presente y el futuro de las personas totalmente
vulnerables. Sentimos con el Papa Francisco, ser una iglesia con corazón de
Madre, en sintonía con Don Orione “quiero recoger las más peligrosas
debilidades de mis hermanos para ponerlas sobre el altar…” y queremos repetir
como una oración sus mismas palabras: ¡Danos, oh María, un ánimo grande, un
corazón grande y generoso que llegue a todos los dolores y a todas las
lágrimas!”. Y como le dijo al Padre Terenzi, cuando le pidió consejo, a escasas
tres horas antes de su partida a la Casa del Padre “Que crezca en el amor de la
Virgen e irradiarlo por todas partes”
Nuestro
compromiso maternal como comunidad, será pasar por el cuidado, la comprensión,
acompañamiento, la acogida, la escucha a nuestros hermanos, tocando la carne de
Cristo como nos pide el Papa.