SABÍAS ?

MOVIMIENTO LAICAL ORIONITA BARRANQUERAS

SABES LO QUE SIGNIFICA MLO? SIGNIFICA MOVIMIENTO LAICAL ORIONITA

¿ Y SU ORIGEN? :

El MLO tiene su origen en Don Orione el cual durante toda su vida, ha comprometido a los laicos en su espíritu y misión para "sembrar y arar a Cristo en la sociedad".

¿Quiénes integran el movimiento?
Todos aquellos laicos que enraizados en el Evangelio, desean vivir y transmitir el carisma de Don Orione en el mundo...

¿Cuál es el fìn del MLO?

Es favorecer la irradiación espiritual de la Familia orionita, más allá de las fronteras visibles de la Pequeña Obra.
¿Cómo lograr esto?

A través del acompañamiento, animación y formación en el carisma de sus miembros,respetando la historia y las formas de participaciòn de cada uno.

¿Te das cuenta? Si amás a Don Orione, si comulgás con su carisma, si te mueve a querer un mundo mejor, si ves en cada ser humano a Jesús, si ves esa humanidad dolorida y desamparada en tus ambientes, SOS UN LAICO ORIONITA.

¿SABÍAS?
El camino y las estructuras del MLO, se fueron consolidando en las naciones de presencia orionita. Al interno del MLO y con el estímulo de los Superiores Generales , se juzgó maduro y conveniente el reconocimiento canónico del MLO ... así fue solicitado como Asociación Pública de Fieles Laicos, ante la Congregación para la vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica (CIVCVSA) y fue aprobado el 20 de noviembre de 2012.

Y BARRANQUERAS, SABÉS DONDE QUEDA? en el continente americano, en América del Sur, en ARGENTINA, y es parte de la Provincia del CHACO.

Algunas de las imágenes que acompañan las diferentes entradas de este Blog pueden provenir de fuentes anónimas de la red y se desconoce su autoría. Si alguna de ellas tiene derechos reservados, o Ud. es el titular y quiere ser reconocido, o desea que sea quitada, contacte conmigo. Muchas gracias


lunes, 3 de julio de 2023

EN DEFENSA DE LA VIDA PADRE ENZO GIUSTOZZI

de Pollenza (Macerata, Italia), muerto en Buenos Aires en 2004, a 64 años de edad, 48 de profesión y 37 de sacerdocio.

Nació el 10 de Noviembre de 1940 , y fue bautizado, al día siguiente, en la parroquia de Sforzacosta, donde también recibirá la confirmación en 1947. En 1948, su familia emigro a la Argentina, asentándose primero en General Nelly (Prov. de Santa Fe), y luego en El Talar (Prov. de Buenos Aires).

Siguiendo su deseo de ser sacerdote, fue recibido en el Colegio ―N.S. de Lujan (Claypole), el 9 de abril de 1951, donde hace sus estudios secundarios. Recibe el hábito el 11 de Febrero de 1953, y hace el noviciado el 1955, profesando por primera vez en 11 de Febrero de 1956. Luego continúa sus estudios filosóficos en el Colegio ―San José y obtiene el titulo de maestro de grado. Luego, hace el tirocinio, como asistente y docente en el Colegio―N. S. de Lujan (1960– 1962). Estudio teología en el Colegio Máximo ―San José en San Miguel (1962–1966), donde obtiene la Licenciatura en teología dogmática Hizo su profesión perpetua el 11 de Febrero de 1964, recibe el diaconado el 4 de Diciembre de 1966 y es ordenado sacerdote el 7 de Diciembre de 1966, en la iglesia delCottolengo de Claypole.En la década del ̳70, durante el proceso militar, el P. Enzo tomo una decidida posición en defensa de la vida, siendo unos de los fundadores de la Asamblea permanente por los Derechos Humanos . Con su comprometida labor, salvo la vida de muchas hermanos y hermanas perseguido por la dictadura militar.

4 de JULIO, RECORDAMOS LA MASACRE DE SAN PATRICIO

LA MASACRE DE SAN PATRICIO. Hoy hace 47 años que fueron asesinados los padres Pedro Dufau, Alfredo Leaden y Alfie Kelly y los seminaristas Salvador Barbeito y Emilio Barletti, todos de la congregación de los palotinos. Fue en la madrugada del 4 de julio de 1976, en la parroquia San Patricio. La dictadura militar Argentina los mando a matar porque eran "zurdos". Habían sido acusados por feligreses a causa un sermón del padre Alfie Kelly, entre otros motivos. El padre Alfie había dicho: "Hermanos: he sabido que hay gente de esta parroquia que compra muebles provenientes de casas de gente que ha sido arrestada y de la que no se conoce su destino. En todo el país surgen más y más de estos casos. Madres que no saben dónde están sus hijos, hijos que no saben dónde están sus padres, familias forzadas al exilio, señales de muerte por todos lados... Quiero ser bien claro al respecto: las ovejas de este rebaño que medran con la situación por la que están pasando tantas familias argentinas, dejan de ser para mí ovejas para transformarse en cucarachas”.
  Actualmente está en marcha la causa de beatificación de los cinco religiosos, que inició el cardenal Bergoglio Fuente  P. Miguel Berriel

4 DE JULIO 1924 y 1928 , DON ORIONE SE HACE CARGO DE LOS HUERFANOS ARMENIOS

 



 4 julio de 1924, el senador Schiaparelli hablo con Don Orione pidiéndole que se hiciese cargo del cuidado de algunos huérfanos armenios. San Luis Orione acepto la propuesta y le pidió al P. Vittorio Gatti que hiciese los arreglos necesarios para asumir el instituto con Ludovico Chigi, Grand Maestre de la Orden de Malta. En Julio de 1925, Don Orione envió sus religiosos a hacerse cargo del cuidado de los huérfanos, nombrando al P. Camillo Bruno director de dicho instituto.

El 14 de septiembre de 1925, un grupo de cincuenta huérfanos sobrevivientes del Genocidio Armenio fue recibido en dicho instituto y la Congregación se ocupó de su cuidado.

Las vocaciones armenias 

La vida en dicho instituto estaba inspirada en el Sistema Educativo Paterno Cristiano de San Luis Orione, siendo una escuela de santidad y virtudes cristianas, donde “se vivía casi un clima de seminario”. El ambiente cristiano que reinaba en el instituto hizo florecer ocho vocaciones de aquel grupo de huérfanos armenios, quienes viajaron a Italia para ingresar a la Congregación el 29 de Junio de 1928

El encuentro con Don Orione y Dellalian

 El 3 de julio de 1928, los armenios llegaron a Roma en tren desde Brindisi y se trasladaron a la parroquia romana de “Ognissanti” (Todos los Santos), donde el padre Roberto Risi les dio la bienvenida y los recibió en el colegio “San Filippo Neri”. Al día siguiente, conocieron a San Luis Orione quien los recibió como un padre como relataba el Padre Chamlian , quien era uno de los ocho huérfanos:

“Al día siguiente, 4 de julio, a eso del mediodía, el seminarista Malfatti nos llevo a la casa de la calle Sette Sale, donde Don Orione nos estaba esperando, habiendo venido de Tortona expresamente para conocernos. Nos dio la bienvenida como un padre que recibe a sus hijos, a quienes hace mucho que no ve. Nosotros, según nuestra costumbre, le besamos la mano y llevamos la misma mano a nuestra frente como signo de respeto y reverencia. Él, luego de habernos besado en la frente a todos, nos pregunto si habíamos tenido un buen viaje, si estábamos contentos de estar en Italia y luego nos expreso su alegría de tener en su congregación miembros de las iglesias orientales en nosotros, armenios. Nos habló de la Armenia mártir y de la reciente persecución turca contra los armenios. Luego nos invito a bajar para el almuerzo y después de comer nos hizo cantar en nuestra lengua”

El Padre Dellalian , otro huérfano de aquel grupo, recordaba su primer encuentro con Don Orione: “En el primer encuentro que tuvimos con Don Orione, él nos recibió con más cariño que un padre hacia sus hijos”.

El Padre Chamlian nuevamente relatando su primer encuentro con Don Orione decía: “A eso de las cuatro, nos encontrábamos en la recepción del Instituto ´Divino Salvatore´. Entonces le informaron a Don Orione que los armenios estaban en la recepción. Apenas lo supo, subió rápidamente. Mientras tanto nosotros fantaseábamos que clase de hombre sería Don Orione que estaba a cargo de tantos sacerdotes y seminaristas dispersos en diversas casas, y era superior de tanta gente.

En aquel momento apareció un sacerdote más bien anciano, entonces el asistente nos dice que era Don Orione. Nosotros le besamos la mano según nuestra costumbre, y luego de haberla besado llevamos la misma mano a nuestra frente inclinada. Don Orione, luego de preguntarnos a cada uno el nombre, quería saber el significado de llevar la mano a nuestra frente luego de haberla besado. Uno de nosotros le explico que con este acto reconocemos a la persona que se le besa la mano como nuestro superior y por tanto este acto significa la sumisión de nuestra mente a su voluntad. Esto le gustó tanto a Don Orione que nos pidió nunca perder esta usanza tan significativa. De hecho cuando nuestro amado superior, Don Orione, nos presentaba algún personaje ilustre o un benefactor les explicaba nuestro modo de besar las manos, y si alguna vez al besar la mano nos olvidábamos el segundo acto, sea por olvido o por vergüenza de la circunstancia, él con amor nos llamaba la atención y nos decía que no debíamos olvidar nuestras tradiciones”.

Luego de algunos días en Roma, el 8 de Agosto de 1928, los aspirantes armenios fueron enviados a la Colonia Santa María en Monte Mario (Roma), donde funcionaba un aspirantado de la Congregación.

Manteniendo las tradiciones armenias

Durante la formación de los seminaristas armenios, Don Orione siempre tuvo un especial cariño por ellos, como también la preocupación que ellos mantuviesen sus tradiciones, lengua y raíces, haciendo también lo posible para que estuviesen en contacto con otros religiosos armenios. Por ello, el deseo de Don Orione era darles el hábito religioso al estilo armenio como el que utilizaban los seminaristas armenios de Propaganda Fide, explicándoles a sus aspirantes: “Quiero darles un habito de armenios, pero armenios en nuestra congregación”. Acerca de esto, contaba el P. Chamlian:

“Era el 29 de febrero, cuando Don Orione nos vino a ver en la Colonia y nos invito a ir a visitar al Director del Seminario Católico Armenio de ‘Via San Nicolò da Tolentino’ cerca de Piazza Barberini. El objetivo de dicha visita era ver si le podía dar a sus seminaristas armenios el mismo modelo de hábito que usaban los seminaristas armenios con la faja roja. El director del seminario era entonces un joven sacerdote de nombre Padre Garabed Aghagianian, quien algunos años después fue ordenado obispo y nombrado cardenal en los años ‘40 por Pio XII. Y bien, Don Orione obtuvo plena autorización de vestirnos como los estudiantes del seminario armenio. Las hermanas de la Colonia enseguida pusieron manos a la obra y nos prepararon siete hábitos a medida, siete sobrepellices con una gran capa”.

  El 4 de abril de 1929, Don Orione le impuso el hábito con la faja roja a siete seminaristas siguiendo la usanza armenia. Dijo entonces en su homilía: “…Sea alabado Jesucristo, este no es solo un saludo cordial, un augurio para la simple vestición de un armenio, porque es la Providencia quien tomo estos jóvenes y los trajo desde Armenia atravesando primero Turquía y luego Rodas hasta Roma. Esto debe hacernos reflexionar y mucho más conmovernos, pues nos alegra el hecho que nuestra pequeña congregación se encuentre unida aquí, en este lugar frente al Santísimo Sacramento orientales y latinos. (…) Estos jóvenes que ustedes ven aquí son casi todos hijos de mártires (…) Armenia, la única nación cristiana en medio del mundo mahometano, vio muchas veces el derramamiento de la sangre de sus hijos confirmando su fe en Jesucristo, y es por esto, mis queridos hijos, que los ciño con una faja roja para que llevándola se recuerden de su patria mártir, de sus antepasados que dieron la sangre en defensa de la fe de Roma y estén preparados también ustedes para derramarla, mostrando ser hijos dignos de sus padres (…) Esta tarde sentimos como un alba radiante de aquello que ocurrirá cuando en la pequeña Congregación se hablen todas las lenguas, se celebre la Santa Misa en todos los ritos aprobados por la Iglesias. Nosotros esta tarde hemos escuchado cantar el Padrenuestro en idioma armenio, pero qué hermoso será cuando en nuestra Congregación se entone el Padrenuestro en todas las lenguas!”

Al terminar la homilía, Don Orione miró a los seminaristas armenios y les dijo: “¡Entonen las letanías en armenio!”. Muchos religiosos presentes aquel día recuerdan el entusiasmo de Don Orione al hablar de las Iglesias orientales y el ecumenismo. Aquella ceremonia quedará grabada en los corazones de los seminaristas armenios, como recordaba el P. Chamlian: “Nuestra alegría era inmensa, incluso cuando nuestro habito era incomodo para trabajar y correr cuando jugábamos policías y ladrones”.

“Santo Padre, en este momento también yo soy armenio”

El 23 de junio de 1929, en ocasión de la beatificación de un mártir armenio, Der Gomidas Keumurdjian (imagen), el Papa Pio XI ofreció una audiencia especial para los armenios de Roma, en la cual participaría los seminaristas armenios orionitas. Al enterarse Don Orione de esto, decidió ir con ellos. Relata el Padre Chamlian:

“El mes de mayo de 1929, fue la beatificación del mártir armenio Der Gomidas Komurgian, en aquella circunstancia el Papa Pio XI concedió una audiencia particular solo para los armenios que se encontraban en Roma. Aquel día Don Orione estaba en Roma para participar de la beatificación de Don Bosco y fue a la Colonia de Monte Mario a visitarnos. Cuando le dijimos que iríamos a la audiencia del Papa concedida solamente para los armenios de Roma, y el nos responde: “Bien, yo voy también con ustedes y si el Papa me dice algo le diré que también yo soy armenio”. De hecho se unió a nosotros, entró con nosotros y se sentó al lado nuestro.

El Papa entró a la sala y dio a besar su sagrada mano a todos los armenios que estaban a su alrededor en la sala, al llegar a Don Orione dice: “¡Oh, esta también Don Orione!” Don Orione nos presentó al Santo Padre como sus seminaristas y dijo: “Santo Padre, en este momento también yo soy armenio”, entonces el Papa le contesto: “Don Orione omnibus omnia factus y ahora se hizo también armenio…”

La comunidad armenia de Roma

Los estudiantes del Colegio Armenio de Roma estaban sorprendidos al escuchar que Don Orione, un sacerdote de rito romano, estuviese interesado de los ritos orientales y que tuviese en seminaristas armenios en su Congregación, ganándose así la estima y veneración de toda la comunidad de religiosos armenios en Roma. Un ejemplo de dicha estima, es el Patriarca de Cilicia de los Armenios, Su Beatitud Hemaiag Bedros XVII Ghedighian quien conoció a Don Orione y participaba frecuentemente de las misas celebradas por Don Orione en la casa de la calle Sette Sale, mientras era estudiante de la Universidad Gregoriana a principio de la década del ‘30.

El sueño de Don Orione

Uno de los grandes deseos de Don Orione era que sus seminaristas armenios fuesen ordenados en rito armenio, por lo que le pidió a su vicario, el Padre Sterpi, presentar el caso a la Congregación para las Iglesias Orientales. Él soñaba que algún día ellos pudiesen trabajar con la comunidad armenia y transformarse en un puente de unión entra la Iglesia de Roma y las Iglesias Orientales. Pero nunca llegó a ver su deseo hecho realidad. De hecho los seminaristas Dellalian y Chamlian fueron ordenados bajo rito romano y no bajo rito armenio.

Aparentemente, el Visitador Apostólico enviado por la Santa Sede, el abad benedictino Emanuele Caronti, desalentó dicha iniciativa dada la inminencia de la guerra y la conclusión del 1° capitulo general de la Congregación (Agosto de1940). Luego de algunos años, la Congregación consiguió que los PP. Dellalian y Chamlian puedan celebrar la misa en rito armenio.

Conclusión

La historia de los seminaristas armenios nos muestra el corazón de padre de Don Orione, como también su amor por la Iglesia Armenia, especialmente por sus mártires a quienes admiraba. Este amor por el pueblo armenio se transformará en una preocupación: sus seminaristas debían conservar las tradiciones, lengua y rito de sus seminaristas; siendo así un ejemplo de respeto a las culturas.

De aquel grupo de 50 niños, ocho ingresaron a la Congregación y solo dos fueron ordenados sacerdotes. Pero todos ellos siempre conservaron un gran amor por Don Orione, a quienes consideraban su padre.Si bien nunca Don Orione nunca pudo ver su sueño hecho realidad, los caminos de la Providencia son indescifrables y quien sabe algún día este sueño se vuelva una realidad.

Padre Facundo Mela (fdp) /www.donorione.org.ar

 

“SEMBRAR” LA VIRGEN , CASA DE LOS OBLATOS






La compra de la “Casa de los Oblatos”
Los meses transcurrieron en un clima de renovado “deseo de hacer”. La afirmación - por así decir - “canónica” contra los adversarios y detractores daba nuevo impulso a los espíritus; sin embargo, no había margen para ningún triunfalismo. Alegría íntima, sí: la Obra había sido aprobada... ¡y era primavera!
Todos los aspectos de las cosas recuperaban su belleza, y además, ¡era la primavera de la Obra! Pero, de pronto, reaparecen las circunstancias difíciles, el banco de pruebas para esa alegría y ese celo. En el cercano 1904 caducaba la concesión que la Comuna de Tortona había hecho para el “Santa Clara”. Fuese o no por necesidad real, la Comuna misma pidió la casa con un preaviso de año y medio.
Había que desalojar. Don Orione hizo un recuento de los muchachos: trescientos.
Desalojar, por lo tanto, a trescientos diez, porque debía contarse también al personal directivo y auxiliar. Con sus trescientos, Leónidas detuvo a Jerjes en las Termópilas, pero Don Orione, con sus trescientos diez no podía detener al municipio de Tortona. Fue entonces cuando despertó en él el deseo de cierta casa grande, restaurada, limpia, que estaba allí, a dos pasos y esperaba llamativamente a alguien dispuesto a usarla. Se trataba de la “Casa de los Oblatos” preparada con tanto amor y tanta esperanza por el Obispo para un grupito ideal de sacerdotes escogidos, “entregados” a una tarea decididamente superior. Tal había sido el sueño de Monseñor Bandi, pero no pasó de un sueño. Transcurrido el tiempo, consumada la desilusión - aceptada por amor de Dios -, Monseñor estaría dispuesto, quizá, a vender su hermosa casa para saldar las deudas contraídas debido al Seminario de Stazzano. Y Don Orione, sabiéndolo - o intuyéndolo - se dirigía a la Virgen: - ¡Oh, Virgen Santa, si es posible, dame esa casa para mis muchachos!
Mientras tanto, más de una vez tuvo efecto este diálogo con el Obispo:
- ¡Excelencia, véndame la casa! - Sí... - respondía el Obispo con cierta sonrisa atribulada que lo caracterizaba -, sí: te la vendo. Y luego, tú, ¿con qué me la pagas?
- Pero, al fin y al cabo, la Providencia ayudará... Y la conversación concluía melancólicamente. Mientras tanto, los días transcurrían y se navegaba hacia el temido 1904, año de vencimiento del contrato. En cierto momento se presentó una benefactora, la condesa Agazzini de Ameno, quien se ofreció a comprar el edificio del “Santa Clara”. Don Orione respiró, informó en seguida al Obispo y estudiaron juntos el proyecto que, sin embargo, parecía irrealizable; finalmente, el Obispo se mostró adverso y la situación quedó como estaba. Don Orione creía estar caminando, caminando bajo un cielo cada vez más cargado de nubes; le parecía andar hacia la tormenta que se iba desencadenar puntualmente en el famoso 1904.
Un día, pasando por el jardín de la “Casa de los Oblatos”, sintió con más fuerza que nunca la necesidad de contar con ese edificio y tuvo una idea: tomó una estatuita de la Virgen, la cubrió con dos tejas y - palabras textuales de Don Orione - “sembró la Virgen en un ángulo del huerto...”.
Pasó algún tiempo. El Obispo se sintió inclinado otra vez a darle el edificio, a pesar de que los obstáculos subsistían. El 4 de mayo de 1904 se llegó a un acuerdo con condiciones fijas para una futura compra-venta; parecía haberse dado un primer paso estable, pero muy particular, entre dos generosos: uno imbuido del deseo de comprar para sus cientos y tantos muchachos, pero desprovisto de dinero; el otro, ansioso por donar la casa, pero con las manos atadas por la necesidad de dinero para pagar las deudas contraídas. estos dos grandes señores de la caridad realizaron un contrato, estipularon de palabra para el futuro, y el Obispo concedió a Don Orione el permiso utópico de construir un piso alto. Mientras tanto, las cosas siguieron tal cual, y fue necesario que la Obra de la Divina Providencia pidiese al municipio una prórroga del desalojo, cosa que obtuvo providencialmente. Sin embargo, la simiente germinaba. Un día se presentó la señora Francesca Zurletti, una benefactora alejandrina que ofreció nada menos que veinte mil liras. Se pasó rápidamente, con los ojos desorbitados por el estupor y la conmoción, a la tasación del inmueble que, para decir poco y no faltar a la más estricta justicia, fue valuado en veinticinco mil liras; mientras el Obispo se disponía a pedir a Roma el permiso para el traspaso, surgieron otras dificultades respecto a las modalidades de la transferencia de la propiedad, y Don Orione escribió una carta que vale la pena trascribir: “...Le repito de rodillas que, abandonado por entero en manos de Dios, no tuve otra voluntad ni otro deseo que el de no estimar en menos la santa vocación y el espíritu del Instituto, que usted bendijo y aprobó, y el de ser siempre su pobre perro fiel. La Obra, por su naturaleza, no puede ser reducida a un asunto de ladrillos ni a ninguna otra cosa. Usted me dice que el convenio no está firmado aún, pero le digo que aunque hubiesen sido cien firmas y yo hubiera sabido que usted se había arrepentido, se lo habría llevado de inmediato... Quiero ser como masa de una sustancia sin resistencia, que usted pueda poner a verter donde quiera y en su mano como una varita que pudiera hacer girar de acuerdo con la inspiración que le trasmite Dios, y ponerla donde le guste y romperla como le pareciera. Nunca, jamás he pedido una verdadera cesión perpetua de la Casa, tomada en su sentido humano y legal; no, sino una cosa in Domino, in Domino, in Domino, un Decreto, otra fórmula incluso más solemne, si la encuentra usted, magna expresión de fe y de caridad. Le dije que, si tuviese un palacio nada me consolaría excepto el Señor con su Divina Providencia...”.
Las tratativas avanzaron; el 4 de julio de 1905, Pío X acogió el pedido del Obispo, lo autorizó a vender la Casa de los Oblatos a la Obra de la Divina Providencia al precio de veinticinco mil liras que se usarían para la exención de los gravámenes del seminario, uniendo y cediendo a la Obra de la Divina Providencia el beneficio parroquial de San Miguel, agregado ya a la Casa de los Oblatas por rescrito de la Sagrada Congregación del Concilio el 1º de febrero de 1893. Las cosas maduraban. 
Se fijó como fecha de pago el 20 de octubre, y Don Orione, suspenso entre la alegría y el sentido de la realidad, volvió a contar sus veinte mil liras... ¡no faltaban más que cinco mil! Un sacerdote amigo suyo, Don Inocencio Zanalda, párroco de Santa María de la Versa, le escribió por esos días pidiéndole admitiera en el “Santa Clara” a un jovencito.
 El 12 de octubre Don Orione respondió, desde Roma, que aceptaba al muchacho, pero que se veía obligado, él, tan reacio en general, a pedirle que, si podía pagar algo, que pagase: “¿Sabes por qué te digo esto? Porque como te habrás enterado, le compré al Obispo la Casa de los Oblatos en 25.000 liras. Pero resulta que ahora me veo envuelto en un gran embrollo porque confiaba en la palabra de un sacerdote de enviarme las 5.000 liras restantes. Me falló, o al menos por ahora no puede pagarme. Y te confieso que me encuentro ante graves problemas. Por eso te digo que, si el muchacho puede pagar aunque sea un poco, que lo pague...”.
Don Zanalda metió mano en su cartera y envió las cinco mil liras. Don Orione no terminaba de darle gracias en lo más íntimo de su corazón, pero más aún le agradeció a la Virgen, y lo hizo de un modo que puede parecer extravagante, pero que fue realmente espontáneo y, al mismo tiempo, revela un rasgo particular del estilo del fundador y de su forma de comunicarse con el prójimo: un estilo que surgía con libertad y seguridad de un entusiasmo purísimo y profundo, y no obstante parecía teñido de una astucia casi jocosa, aunque válida. Había en este gran religioso un modo espontáneo, ágil, casi jovial de guiñarle el ojo al adversario, a los detractores, a cuantos procuraban interponer un obstáculo cuando él tomaba una iniciativa toda amor, toda fuego, y aparentemente desprovista de sentido práctico. En tales circunstancias aparecía el Don Orione integral, inflexible pero ductilísimo, dotado de una fuerza gigantesca para la realización de sus iniciativas, y al mismo tiempo humilde, complaciente, casi proteico para las soluciones, hasta el punto de desorientar a los antagonistas rígidos; y dotado además de un buen humor muy especial que le permitía confiar sonriendo y oponiéndose a todos y resolver las dificultades aparentemente casi jugando. 
Un Don Orione adulto y niño que veía - las circunstancias más arduas, con los ojos de una infancia abandonada en Dios, gozosa en Dios, imperturbable en el corazón de Jesús. Esta era su fuerza, ese poder de persuasión que cuando los otros menos lo esperaban irrumpía desde su corazón en lo más denso de la controversia y lo resolvía todo. Nos atrevemos a decir algo más: el buen humor orionino, que resolvía miles y miles de cuestiones, alguna vez, frente a un oponente vencido, se coloreaba con un leve y cordial: “¡Te la hice, pero estemos alegres, porque también es bueno para ti si Dios fue servido!”. “En esos meses - cuenta el mismo Don Orione - se habían terminado los trabajos de refacción y edificación de un piso alto de la casa recién adquirida. Debían ser inaugurados para el comienzo del año escolar 1905-1906. “Hice poner, entre la arcada y las vigas, no totalmente sacadas, el cuadro de la Virgen del Buen Consejo que nos había sido donado por el mismo Monseñor Novelli, y que luego se mandó a San Remo. Le pegué los billetes de mil - inclusive los corté por la mitad para que alcanzasen - y los dispuse como una aureola alrededor del cuadro.
“En esa época todo el clero me miraba con desconfianza; sólo se me acercaban Monseñor Novelli y Monseñor Carlo Perosi; los otros me escapaban. Vino Monseñor Novelli, y cuando se puso delante de la Virgen del Buen Consejo vio todo ese dinero que tapizaba el cuadro. Se quedó maravillado, y en clase de teología del seminario le gustaba contar la visita hecha a la Casa de la Providencia y el dinero que había visto, de modo que, aunque las deudas siguieron existiendo, la idea de la ruina por quiebra se disipó...”. “Se la había hecho a los incrédulos, a los murmuradores profetas de desgracias... Y debió sentir esa alegría en plenitud si escribió para el folleto de la Obra el siguiente esbozo de artículo, después que, por fin, hubo estipulado el contrato regular de compra de la Casa de los Oblatos para el 15 de noviembre de 1905.