SABÍAS ?

MOVIMIENTO LAICAL ORIONITA BARRANQUERAS

SABES LO QUE SIGNIFICA MLO? SIGNIFICA MOVIMIENTO LAICAL ORIONITA

¿ Y SU ORIGEN? :

El MLO tiene su origen en Don Orione el cual durante toda su vida, ha comprometido a los laicos en su espíritu y misión para "sembrar y arar a Cristo en la sociedad".

¿Quiénes integran el movimiento?
Todos aquellos laicos que enraizados en el Evangelio, desean vivir y transmitir el carisma de Don Orione en el mundo...

¿Cuál es el fìn del MLO?

Es favorecer la irradiación espiritual de la Familia orionita, más allá de las fronteras visibles de la Pequeña Obra.
¿Cómo lograr esto?

A través del acompañamiento, animación y formación en el carisma de sus miembros,respetando la historia y las formas de participaciòn de cada uno.

¿Te das cuenta? Si amás a Don Orione, si comulgás con su carisma, si te mueve a querer un mundo mejor, si ves en cada ser humano a Jesús, si ves esa humanidad dolorida y desamparada en tus ambientes, SOS UN LAICO ORIONITA.

¿SABÍAS?
El camino y las estructuras del MLO, se fueron consolidando en las naciones de presencia orionita. Al interno del MLO y con el estímulo de los Superiores Generales , se juzgó maduro y conveniente el reconocimiento canónico del MLO ... así fue solicitado como Asociación Pública de Fieles Laicos, ante la Congregación para la vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica (CIVCVSA) y fue aprobado el 20 de noviembre de 2012.

Y BARRANQUERAS, SABÉS DONDE QUEDA? en el continente americano, en América del Sur, en ARGENTINA, y es parte de la Provincia del CHACO.

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sábado, 28 de diciembre de 2013

HOMILÍA DE MONSEÑOR ANTONIO MARINO, EN MISA EXEQUIAL DEL PADRE OSCAR PEZZARINI



“¡Felices los servidores a quienes el señor encuentra velando a su llegada!”
Homilía de monseñor Antonio Marino, obispo de Mar del Plata, en las exequias del R.P.Oscar Alcides Pezzarini FDP (Parroquia San José, Mar del Plata, 21 de diciembre de 2013)  Celebramos la Misa para despedir los restos del P. Oscar Pezzarini, fallecido hace unas horas, antes de ser trasladado al Cottolengo de Claypole, donde será velado y sepultado.  Esta comunidad parroquial lo despide con mucho pesar, porque él como párroco supo ganarse el afecto de todos. Pero ante todo su propia familia religiosa, de la Obra de la Divina Providencia, en la cual fue Provincial durante un tiempo, y que siente la pérdida de un miembro valioso y ejemplar, que supo crear espíritu de fraternidad. También están presentes algunos familiares, que lloran su partida. Los vínculos de la sangre son muy fuertes.  No es menor el dolor en la comunidad diocesana. Como Obispo puedo dar fe de su constante espíritu de comunión con el presbiterio y conmigo. Siempre animoso y bien dispuesto. Podíamos contar siempre con él. El P. Oscar era enteramente orionita de alma, y también plenamente integrado en el presbiterio de esta diócesis, porque tenía un notable espíritu de comunión eclesial.  Luchaba con su enfermedad desde hacía tiempo, sin nunca quejarse. Lo hacía con entereza, como si nada pasara. Les doy un pequeño ejemplo. Ayer el P. Ricardo Delorenzo me decía que el P. Oscar se había ofrecido hace pocos días a reemplazarlo durante una ausencia que se produciría en breve. Por lo visto, el Señor tuvo otros planes.  Sus virtudes lo convirtieron en referente de otros sacerdotes, que buscaban en él un consejo, una voz de aliento, una luz en las dificultades.  Su partida se produce en el Adviento, a pocos días de la Navidad. La venida del Señor ya se ha realizado en su vida, que estuvo dedicada a preparar el adviento espiritual de Cristo en las almas de los fieles.  La vida de un sacerdote gira en torno a la Eucaristía, donde quedan sintetizadas las funciones de enseñanza, santificación y gobierno. Cuando ya no está más entre nosotros, nosotros la celebramos por él.  Lo hacemos animados por la Palabra de Dios e instruidos por la Iglesia. En la primera lectura hemos escuchado un pasaje del segundo libro de los Macabeos, donde se dice que Judas Macabeo “realizó este hermoso y noble gesto” de ofrecer “un sacrificio por el pecado”. “Él tenía presente la magnífica recompensa que está reservada a los que mueren piadosamente, y éste es un pensamiento santo y piadoso. Por eso, mandó ofrecer el sacrificio de expiación por los muertos, para que fueran librados de sus pecados” (cf. 2Mac 12,43-46). 
Sabemos que no tenemos aquí morada permanente, sino que “nuestra ciudadanía está en el cielo” (Flp 3,20). Nuestra morada definitiva no es otra que el cielo. Esa es nuestra casa verdadera: la Trinidad. Y hacia allí peregrinamos. Lo hacemos cantando nuestra fe y nuestra esperanza. Dios es nuestro origen y la muerte el término del camino hacia Él. Pero durante la marcha está siempre presente, aunque de manera discreta, visible sólo a los ojos de la fe.  “Dios es amor” (1Jn 4,8), es una inmensa bondad. Nos llama a compartir su vida y su bienaventuranza eterna. Precisamente por eso nos limpia y purifica, para volvernos dignos de él.  Al celebrar la Eucaristía por el P. Oscar estamos poniendo el mejor acto de caridad por él.  En el Prefacio de la Misa escucharemos estas palabras llenas de festivo consuelo y gozosa esperanza: “En Él brilla la esperanza de nuestra feliz resurrección; y así a quienes la certeza de morir nos entristece, nos consuela la promesa de la futura inmortalidad. Porque para los que creemos en ti, la vida no termina sino que se transforma, y al deshacerse esta morada terrenal, adquirimos una mansión eterna en el cielo”.  A la Virgen María, a quien invocamos como “vida, dulzura y esperanza nuestra”, la llamamos también Nuestra Señora del Camino, porque ella nos enseña con su ejemplo y nos ayuda con su intercesión a no desviarnos nunca de Cristo, que es el Camino (Jn 14,6). A ella le pedimos con fe que “después de este destierro” le muestre a Jesús a nuestro difunto.  Y también a San José, a quien la piedad de la Iglesia acude para implorar la gracia de una muerte como la que él tuvo, en compañía de Jesús y de María.  Querido P. Oscar, que te reciba Jesús, el Buen Pastor, el Servidor por excelencia que te enseñó a servir para reinar, como hemos oído en el Evangelio: “¡Felices los servidores a quienes el señor encuentra velando a su llegada! Les aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlo” (Lc 12,37).  Que te reciba también Don Orione, de quien fuiste fiel discípulo.  Y que desde la gloria del cielo te sigas acordando de tu Congregación, de esta Obra de la Divina Providencia, de esta feligresía que llora tu partida; y de esta diócesis que has amado.  Por todo tu trabajo y tu servicio de amor, ¡gracias, muchísimas gracias, querido Padre Oscar Pezzarini!  Mons. Antonio Marino, Obispo de Mar del Plata Gentileza Hna María Teresa Simionato