|p1
Mientras Don Orione se preparaba para trasladarse de Tortona a San Remo, en un
lugar lejano, en San Giovanni Rotondo, provincia de Foggia, tenía efecto un
breve diálogo entre el Padre Pío y el sacerdote romano Don Umberto Terenzi,
párroco del Divino Amor y fundador de la Congregación de las Hermanas Oblatas
del Divino Amor. Hablaban de temas diversos, cuando de pronto el Padre Pío
exclamó: - ¿Sabes que Don Orione está mal?
- Pero no, Padre: estuvo muy mal a
principios de febrero; llegaron a darle la Extremaunción, pero ahora está
curado y hasta celebró misa después de los ataques al corazón.
- Sí, lo sé; entonces me lo
escribieron desde Génova. Pero ahora te digo que está mal; dicen que está bien,
así lo creen, pero está mal.
Don Terenzi se sintió impactado.
Conocía a Don Orione y lo veneraba; por otra parte, el tono del Padre Pío no
podía dejar lugar a dudas. En su interior, Don Terenzi se preguntaba:
"¿Qué pudo saber el Padre Pío y cómo?
El Padre Pío y Don Orione no se
conocían personalmente; sin embargo, Don Orione había dicho a Don Terenzi: -
Nunca lo vi y el hecho de que nunca nos hayamos encontrado me sirvió para
lograr que las Autoridades eclesiásticas superiores le restituyeran el libre
ejercicio del ministerio sacerdotal - confesión, prédica, misa en público - que
le estuvo vedado durante diez años por una resolución del Santo Oficio.
Por su parte, el Padre Pío había
hablado varias veces a Terenzi de Don Orione como de una persona conocida; y
Terenzi comenta: "Sólo Dios puede saber de qué naturaleza era el
conocimiento entre ellos" <224>.
Ahora el Padre Pío hablaba claro y
Don Terenzi tuvo la impresión de que quería preanunciarle la muerte de Don
Orione. Por ello, decidió trasladarse a San Remo lo antes posible y llegó a
Génova el 11 de marzo de 1940; celebró misa en el "Pequeño
Cottolengo", averiguó dónde se hospedaba Don Orione y a las 11,20 volvió a
partir. A las 14,30 se encontraba, en San Remo, en la Villa Santa Clotilde.
Don Orione descansaba y, mientras
esperaba, Don Terenzi encontró a una vieja conocida suya, la señorita Ana María
Golstavob, que habitaba allí.
"Las Hermanas - le confió -
aprovechan estos breves descansos de Don Orione para remendarle la sotana,
pero, en realidad, ¡no saben por dónde empezar!
Cuando Don Orione llegó, festivo y
cordial, confirmó, sin saberlo, esa minúscula noticia: - Perdóneme si lo hice
esperar, pero me estaban arreglando la sotana... Y se internaron, de inmediato,
en un intercambio de noticias. Don Terenzi, como fundador, estaba atravesando
un momento algo difícil porque el Visitador Apostólico, padre Lazzaro d'Arbone,
capuchino, había enviado dos Hermanas Sacramentinas de Bérgamo, para la
formación de las monjas del Divino Amor, en vista de la aprobación
eclesiástica.
Don Orione habló, a su vez, del Abate
Caronti.
- ¡Qué hombre! Me gustaría que
estuviera también con vosotros. Cuando estuve mal (aludía al último ataque de
febrero de 1940, que lo había reducido casi a la muerte) viajó de inmediato a
Tortona, y estuvo allí, con un amor, con un interés verdaderamente conmovedores.
¡Qué dignidad! ¡Cuánto quiere a la Congregación! ¡Cuánto bien nos ha traído!
¿Usted sabe que fue él quien salvó las obras de Don Calabria? ¡Qué hombre! ¡Es
un verdadero regalo de Dios!
|p2 Y
refiriéndose a la situación por la que atravesaba el Divino Amor, agregó:
- Es una prueba del Señor ¡Qué sería
de nosotros si no existieran las pruebas! Yo dudaría de la voluntad del Señor
respecto a la Obra del Divino Amor. Al contrario, precisamente porque es una
obra de Dios, el Señor la somete a esta enorme prueba.
El
Padre Pío y Don Orione no se conocieron personalmente. Es obvio que se da,
entre las almas santas, un conocimiento que traspasa a las personas y penetra
en lo más profundo de los secretos de Dios, a través de la plegaria y la
participación en los mismos dones, privilegios y penas que Dios otorga a sus
predilectos. Amaron a Dios con igual empeño, convirtieron a quienes sufren en
el objetivo de su vida, se nutrieron con un amor filial y encendido por la
Iglesia y el Papa" ("La Pequeña Obra de la Divina Providencia",
noviembre de 1968).